Es momento de redefinir la izquierda en Latinoamérica

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El panorama de la geopolítica que incluye los triunfos de lo que oficialmente llaman la izquierda en Latinoamérica, la descalificación de ciertos personajes considerados de la ultraderecha, el papel en la economía, el éxito económico del comunismo o capitalismo chino, hacen necesario reorientar el pensamiento político y encontrar nuevas definiciones.

Hay personajes oscuros considerados ultraconservadores como Donald Trump, quien pese a todo expulsó menos migrantes que Barak Obama y no bombardeó ciudad alguna, y Vladimir Putin, quien a su manera ha defendido de la intervención imperial a Cuba y a Venezuela.

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Del otro lado, hay una izquierda que repite constantemente que no habrá expropiaciones y es firme en su promesa de respetar el capital privado. Se conforma con políticas sociales y tiene un destacado empeño contra el racismo, el machismo, el feminicidio, la discriminación contra grupos minoritarios por su gusto sexual o su definición de género y las energías alternativas.

Si hacemos memoria histórica encontraremos banderas que originalmente fueron consideradas de la izquierda. Después fueron retomadas por grupos que anteriormente reprimieron estos pensamientos y de pronto nos encontramos que los discursos de la derecha ya son coincidentes con la izquierda en temas sociales.

Sorprendentemente escuchamos a Diego Fernandez de Cevallos (el «jefe Diego»), ícono de la derecha, responder en las entrevistas a favor del impulso de los derechos humanos y el respeto a los derechos de las minorías que en conjunto podrían ser la mayoría.

De hecho, la legislatura paritaria se dio en momentos en que los ahora considerados en el discurso oficial como grupos conservadores, fueron la mayoría que la impulsó.

Hay quienes consideran absurda la terminología de izquierda y derecha, a lo que, quien esto escribe, contesta que la izquierda es quienes están porque la distribución del ingreso sea como en Islandia (país con la mejor distribución del ingreso) y la derecha son quienes están a favor de que se distribuya como en Sudáfrica (país con la peor distribución del ingreso).

Porque la izquierda es la que alguna vez pernoctó en el espacio de la asamblea nacional del lado que está en contra de los privilegios. Es un pensamiento diversificado, pero que en lo común tiene el propósito de impulsar igualdad jurídica y equilibrio económico.

Entre la llamada ultraderecha hay la fijación de que hay un diminuto pero poderoso sector que quiere disminuir la población mundial, razón por la cual se promueve la homosexualidad, el aborto, el rompimiento familiar, la guerra y se explican el porqué de las misteriosas pandemias. Mientras que en la expresión del liberalismo y de la globalidad se fomentó la idea de terminar con las fronteras y se impulsó simpatía por los emigrantes y se satanizó al Estado.

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Ya los electores considerarán con quién se identifican, pero en esta mezcla de convicciones hace falta definir los objetivos.

Se dice que las ideologías ya no importan. Lo cierto es que detrás de nuestras acciones u omisiones hay concepciones políticas que no siempre son conscientes, pero están presentes en la manera en que jerarquizamos nuestras necesidades.

La estatización de los medios de producción que preconiza el marxismo es un medio para alcanzar una sociedad sin distinción de clases; sin embargo, la economía mixta del Estado de bienestar social alcanzó mejor distribución de los bienes materiales en un espacio con mayores libertades políticas.

De pronto parece que el capitalismo es materia que se transforma, pero no desaparece. En los tiempos de la Unión Soviética se les calificaba como un capitalismo de Estado.

Parece que la izquierda descartó la economía como el centro de los problemas sociales y olvidamos que el capitalismo se distingue por generar desigualdades económicas, aun entre comunidades étnicas y géneros. Que la peor discriminación es la que genera opulencia para las minorías y pobreza en amplios sectores.

Hay opiniones que manifiestan la conveniencia de que un grupo reducido viva superbién y un segmento grueso viva simplemente bien, respetando la libertad del capital, pero el costo de llegar a esta situación es ceder dignidad y el deterioro de la naturaleza.

Entre el capitalismo liberal pregonan insistentemente los derechos humanos; sin embargo, Julian Assange está preso por hacer uso de su libertad de expresión por aquellos que dicen luchar por la democracia, en una Europa que hoy es para Estados Unidos, como ayer lo fue Latinoamérica para Iberia.

Todo medio que produce un valor es bienvenido, empresas públicas y privadas, cooperativas, empresas de cogestión y autogestión, mixtas y lo que se ocurra en adelante, siempre y cuando no sean especulativas, den lugar a tasas de ganancia prudentes, reconozcan el valor del trabajo productivo, promuevan empleo y colaboren al desarrollo social, aunque se debe señalar que temas como la energía, la salud, la educación y la seguridad pública lo mejor es que sean públicas.

Es el momento de reconstruir una izquierda que influya en un Estado solidario convencida de que en donde hay autodeterminación de los pueblos, igualdad sustancial y equidad económica, los derechos humanos estarán presentes por añadidura.

René Cervera G.*

*Analista político, compositor y representante del Partido Humanista en el IECM. Es autor de los libros Entre el puño y la Rosa (visión de la socialdemocracia), La democracia es una fiesta, Antojos literarios y El sentimiento que nos une.

René Cervera G.

Por René Cervera G.

*Analista político, compositor y representante del Partido Humanista en el IECM. Es autor de los libros Entre el puño y la Rosa (visión de la socialdemocracia), La democracia es una fiesta, Antojos literarios y El sentimiento que nos une.