(Spoilers menores sobre la trama)
Es notable que al comienzo de Drive My Car, el director toma el rostro de Oto (Reika Kirishima), desde las sombras, cuando ésta está contando su historia, tras tener sexo con su esposo, Yûsuke Kafuku (Hidetoshi Nishijima). Mientras, la música corresponde al misterio, y el amante la escucha embelesado.
Es parte de la reverencia que el director Ryûsuke Hamaguchi siente por la historia del teatro y lo que sus grandes autores pueden decir; lo que las palabras significan para él y para aquellos capaces de valorarlas.
Como si el momento en que desgrana su historia fuera enigmático y así se debe quedar, y ver su rostro en ese preciso instante terminaría con el ensueño de un acto revelador. Una oda a la palabra escrita y recitada, a la genialidad humana que se hereda de generación en generación y reconfigura las relaciones humanas.
Te recomendamos: La tercera temporada de ‘La amiga estupenda’
Drive My Car cuenta la historia de Yûsuke Kafuku, un reconocido actor y director teatral que es invitado a dirigir la obra Tío Vania, de Antón Chéjov, en Hiroshima. Un lugar en donde comenzará a desentrañar las significaciones de la muerte de su esposa.
Así, Yûsuke interpreta a Vladimir, de Esperando a Godot, de Samuel Beckett y a Vania, de Tío Vania, de Antón Chéjov, y las líneas argumentales de esas obras impares en la historia del teatro se unen a la de la historia corta del mismo nombre de Haruki Murakami, que es de donde proviene el argumento principal de la película, aunque es una adaptación libre.
Un fundido de la valentía de Estragón y Didi al enfrentar la crueldad de los ciclos y el tedio y resignación por vivir, en Godot; y en ideas similares, el hastío de vivir de los personajes de Chéjov (en su propio confinamiento), tramas reverenciadas incluso en la personalidad de Yûsuke, atado a sus rituales del pasado. Y la razón de volver a pronunciar esas palabras de Chéjov, ocasiona el viaje de descubrimiento a Hokkaido.
Con ese formato de road movie existencial, los créditos iniciales de la película comienzan casi 40 minutos después de empezada, otra forma de mantener en su estructura la importancia del pasado para fundar en él el presente, idea muy acorde al sintoísmo japonés.
En algún momento de los ensayos, el grupo de actores se pregunta si “a las generaciones posteriores les importaría cómo la pasada generación les desbrozó el camino”.
Concluyen que no les va a importar, y la respuesta a ello parece ser uno de los temas principales de Drive My Car: cómo el legado de las voces perdura y el arte se creó para sublimar las pasiones y es peligroso vivir la vida real -donde existen los semáforos- con la misma pasión que un personaje de obra de teatro, dominado por sus pasiones, como el joven y talentoso actor Kôshi Takatsuki (Masaki Okada).
La perfecta simetría es el otro
Las historias individuales que van tocando a Yûsuke le sirven para entender el real significado de todas esas voces en su vida, incluyendo la de su difunta esposa, cuya memoria no deja descansar, pues le acompaña en las grabaciones de cassette, que se han vuelto parte de su proceso creativo, pero a la vez constituyen una adoración al pasado que no le permite avanzar.
Los personajes de Drive My Car tienen que identificarse con lo que hacen para sentir que están dejando algo en esta vida y de alguna forma el resultado es que la vida encuentra la forma de acomodarse, no importan las circunstancias trágicas, como el hecho de que Yûsuke y Oto tuvieron una hija que falleció y Misaki Watari (Tôko Miura), la chofer de Yûsuke, representa a la hija sustituta, la siguiente generación, que encontrará los regalos de las anteriores y repetirá el proceso, si es inteligente.
La película estaba pensada para grabarse en Seúl, Corea (sólo la secuencia final se filmó en suelo coreano), pero la pandemia lo impidió y de ese modo se filmó en Hiroshima, ciudad famosa por haber sido blanco de una de las bombas atómicas que lanzó Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial.
Una ciudad que acompaña el discurso de regeneración del filme, ya que resurgió de las cenizas y se alza hoy día como un enigma para gente joven que no creería lo que allí tuvo lugar, sino fuera por el registro histórico, que pasa de generación a generación.
El director de fotografía, Hidetoshi Shinomiya, conocido por And Your Bird Can Sing (2018), nos obsequia tomas icónicas, como las manos de Yûsuke y Misaki sobresaliendo del tragaluz del carro mientras fuman, o un fundido de imágenes en que las ruedas del carro en movimiento se fusionan con los carretes del cassette en pleno funcionamiento.
Mucho deben descubrir Yûsuke y Misaki en su propia odisea personal de aceptación, de incinerar el dolor del pasado para hacer una nueva fundación; una nueva vida a pesar de cualquier obstáculo, en un sentido y bien articulado mensaje pospandemia en que, hasta lo invaluable, el hermoso Saab 900 Turbo rojo debe ser legado a la siguiente generación para que perduren con él sus significaciones.
Drive My Car es un viaje de descubrimiento de tres horas, pero el director y el cinematógrafo mantienen tomas abiertas que revelan las locaciones como lugares dignos de inspeccionar por el ojo, lo que hace que el ritmo lento de la historia no se sienta demasiado.
Drive My Car se estrenará en cines en el próximo Ficunam.