En Campeche, a lo largo del proceso electoral en curso, en el que abarrotar las plazas públicas no solo no se recomienda, sino que es mal visto, las redes sociales se han convertido en la arena en donde se miden las fuerzas de los contrincantes políticos.
Sin embargo, conviene poner atención a ciertas características de estas plataformas para evitar cometer graves errores de perspectiva que, en el mejor de los escenarios, pueden hacer que perdamos las apuestas y, en el peor, propiciar actos de violencia durante y al final de los próximos comicios.
Te puede interesar: Eliseo Fernández promueve la violencia y el machismo
Primero, debemos analizar el tamaño de la inversión que realiza cada uno de los contendientes. En internet, cada uno de los anuncios no refiere a una persona que está levantando una pancarta, como sí ocurre en la plaza pública.
Lo que define la frecuencia y el número de lugares en los que se muestra la publicidad del candidato es el monto invertido, que dista de ser equitativo entre los candidatos.
¿Y la autoridad electoral?
Por ejemplo, Eliseo Fernández, de Movimiento Ciudadano, ha invertido más de un millón de pesos en menos de 4 meses para posicionar su imagen, lo que representa un presupuesto 12 veces mayor al invertido por la candidata de Morena, Layda Sansores, en el mismo periodo.
Contenido relacionado: Eliseo Fernández infla popularidad en redes sociales con mega inversión
Otra de las herramientas utilizadas para manipular la percepción pública y esconder fraudes son las encuestas amañadas.
Existen ejemplos vergonzosos como Massive Caller, que en 2018 fue balconeada al revelarse la manera en que manipulaban los resultados a favor del entonces candidato presidencial Ricardo Anaya, y que de nueva cuenta pone de manifiesto su estrategia comercial anunciando resultados que contradicen radicalmente los resultados de la mayoría de los estudios sobre tendencias en las preferencias electorales.
La estrategia de esta empresa para ganar credibilidad no ha cambiado: al principio, cuando las campañas aún no han comenzado, presentan escenarios adversos para sus clientes, pero una vez que las campañas comienzan, intentan narrar con números un cuento que no se cree nadie: que el gallo que les paga sube y sube en las preferencias gracias a sus estupendas estrategias de campaña.
Es así que, mientras el 85% de las encuestas realizadas en febrero, marzo y lo que va de abril ponen a Layda Sansores a la delantera de las preferencias con un margen de, por lo menos, el 8% por encima de sus competidores, esta empresa ha comenzado a colocar a Fernández Montúfar en un falso primer lugar y a Sansores San Román en la tercera posición, lo que no ocurre ni de cerca en ninguna otra encuesta y que constituye una clara evidencia de la manipulación de los datos.
A propósito de lo anterior, conviene recordar a María de las Heras (QEPD), una de las más respetadas encuestadoras de México, quien decía que “la opinión pública podrá ser veleidosa y cambiar, pero no está loca como para transformarse tanto de un mes a otro”.
Para intentar consolidar esta percepción fraudulenta, los estrategas deshonestos apuestan por realizar también millonarias inversiones en redes sociales, más o menos como la orquestada por el equipo de Eliseo Fernández, para que el público acabe confundiendo los anuncios con auténticas publicaciones de apoyo.
Por supuesto que estas estrategias influyen muy poco en las verdaderas preferencias de las mayorías, y ellos lo saben, lo que buscan es incentivar el abstencionismo en quienes consideran la batalla perdida ante el régimen corrupto y justificar resultados fraudulentos.
La mejor manera de defenderse es analizando la información que consumimos.
En el caso de las y los candidatos conviene responder estas dos preguntas: ¿el candidato invierte mucho más que sus competidores en publicidad en redes sociales? y ¿es apoyado por encuestas patito cuyos resultados contradicen las presentadas en muchos otros medios de mayor credibilidad?
Si la respuesta es sí en ambas, no lo dudes: estás frente a un flagrante caso de manipulación fraudulenta de la opinión pública.