En 1980 el cineasta Paul Schrader y el actor Richard Gere alcanzaron la fama a nivel internacional con «American Gigolo», una película que tomaba las convenciones del film noir clásico y las adaptaba a las sensibilidades materialistas de la década que comenzaba – de hecho, la película es famosa porque era la favorita de la Princesa Diana, y lo dijo públicamente cuando se casó con el entonces príncipe de Gales-. Schrader, un especialista en explorar la misantropía moderna (es el tema recurrente en el 80% de sus películas), presentaba el glamour y la sordidez de una época y lo centraba en un personaje que era tan narcisista, que era imposible de descifrar.
El polémico productor y showrunner David Hollander (el de «Ray Donovan») retoma esta propiedad de la Paramount y la reformatea como una especie de secuela, al estilo «Better Call Saul», pero el resultado (envuelto en controversias, ya que Hollander tuvo que dejar la serie en medio de un escándalo de acusaciones de acoso sexual) es, si bien interesante, también algo inconsistente y pese a algunas actuaciones excelentes, no acaba de cuajar del todo y es una pena, dado el talento involucrado.
Han pasado 15 años de que el muy popular sexoservidor en la escena glamorosa de Hollywood, Julian Kaye (el gran Jon Bernthal), cayera en prisión porque la policía lo descubrió en la cama con el cuerpo de uno de sus clientes, con su sangre por todas partes. Varonil y guapo, aunque un tanto cavernícola, Julian es un gigoló que atiende a clientes de grandes apuestas y, a menudo, hermosos, por lo que en el bote uno imagina que tuvo que hacer algunos sacrificios difíciles.
Pese a ser irresistible, Julian tiene una enemiga en la detective Joan Sunday (una prácticamente irreconocible Rosie O’Donnell), quien está convencida de que lo hizo y no le cree cuando dice que no recuerda lo que pasó. Así que ella lo convence de que confiese para que no le den cadena perpetua.
Quince años después, parece que Julian hizo útil su tiempo en prisión, pero se sorprende cuando lo llaman para encontrarse con la detective Sunday de nuevo. Ella le dice personalmente que un asesino a sueldo en su lecho de muerte admitió el asesinato, por lo que es un hombre libre. Primero regresa al tráiler donde creció, cuando todavía era conocido como Johnny. Un flashback del joven Johnny (Gabriel LaBelle) muestra el momento en que su madre lo traficó con una mujer llamada Olga (Sandrine Holt), que conducía un Rolls-Royce y tenía a todos sus jóvenes pasando el rato en su casa palaciega de Malibu.
También recuerda el momento en que conoció a la hermosa Michelle Stratton (Gretchen Mol, que hace el rol que interpretó la legendaria Lauren Hutton en la película original), que estaba casada entonces con un empresario tecnológico (Leland Orser) y cómo se enamoraron el uno del otro, pese a todos los impedimentos. Al ser libre de nuevo, de todos modos, regresa a su casa para ver cómo está. Ella tiene sus propios problemas, a saber, el hecho de que su esposo parece tratar a su hijo de 15 años (tenga en cuenta la edad, tan obvia) como un prisionero, debido a su inclinación por tener affairs con tutores adultos.
Luego, Julian regresa con su amigo Lorenzo (Wayne Brady), quien lo ayudó a orientarse cuando comenzó a trabajar para Olga. Él no quiere volver a la vida como prostituto de alto precio, pero cuando Sunday se le acerca y le dice que el asesino a sueldo le soltó la palabra «Keene» cuando ella le preguntó quién lo contrató, él sabía qué era eso. significaba: “Queen”, que resulta set el apodo que se dio a sí misma la hija de Olga, Isabelle (Lizzie Brocheré), que ahora es toda una adulta y es la heredera del negocio. ¿Quién va detrás de Julian Kaye? Se encargó de hacer muchos enemigos y alguien le pasó factura… ¿pero quién fue?
Y más importante… ¿Nos importa como para echarnos 8 capítulos con este personaje?
Como decía antes, la nueva versión de «American Gigolo» cuenta con algunas actuaciones bastante convincentes, especialmente de Bernthal, un actor virtuoso donde los hay, quien personifica con carisma al hombre que se deleitaba en su trabajo, a pesar de la trágica forma en que se metió en él. Durante un momento íntimo con Michelle, dice que es bueno para ponerse la ropa y ser el encantador que cumple las fantasías de sus clientes, pero el verdadero él es más inseguro de sí mismo y esa dicotomía es evidente en su actuación.
De hecho, hay buenas actuaciones en todo este remake, la O’Donell rompe el cómodo estereotipo de lesbiana machorra que había cultivado por años y le da la vuelta para ser una especie de Buda siniestro que maneja los hilos del destino de Kaye.
De hecho, el problema de esta serie, proviene de su trama; no parece haber suficiente para cubrir ocho episodios. Esencialmente, Julian va a volver al juego del comercio sexual para descubrir quién lo incriminó por ese asesinato quince años antes (¡Uau! ¡Qué original!).
Pero si el serpenteante primer episodio es una indicación, habrá muchos flashbacks, mucho mirarse el ombligo y mucha pelusa en el mismo, que se interpondrá en el camino del misterio central de la serie. Si la idea es que abundarán los sospechosos, desde Olga hasta Richard, el esposo de Michelle, e incluso Lorenzo, existe la posibilidad de muchas pistas falsas y tramas desordenadas, por lo que el espectador puede aburrirse. Por otra parte, hay un sabroso uso de la nostalgia; hasta tocan “Call Me”, de Blondie (que era el tema de la película) en el piloto.
En esta etapa, no estamos seguros de si Julian está centrando toda su atención en Isabelle o si eso también es una mala dirección por parte de Hollander y sus escritores. Sin embargo, el hecho de que la razón real por la que existe la serie no se enfocó hasta los últimos diez minutos del primer episodio no es una buena señal de lo que vamos a ver en el futuro.
Si ustedes son fans de Jon Bernthal, es una gran oportunidad de disfrutar de su trabajo. Si les gustan las cosas sórdidas y sabrosonas, también. Pero no esperen mucho más que entretenimiento rutinario, glamoroso, pero hueco.
«American Gigolo» está disponible en Paramount +