La carrera de Alejandro Moreno Cárdenas se está convirtiendo en el guion de una hilarante sátira política. Es una entretenida lección abierta y multiplataforma sobre lo que hay que evitar si uno aspira la honorabilidad y permanencia en el servicio público.
Un análisis grandilocuente podría otorgar a las anécdotas del presidente del PRI la categoría de tragedia nacional, por el daño que hace a la oposición y con ello a la democracia mexicana. Pero una aproximación más realista deja en claro que se trata de una comedia. En el escenario nacional, a estas alturas Alito apenas tiene poder para acabar consigo mismo y con los suyos, ni siquiera con su partido.
Pero en Campeche es otra historia. Aquí la tragedia puesta en marcha con el surgimiento de Alejandro Moreno como líder político no tiene un ápice de cómica y amenaza con seguir atormentando al estado si no se enfrenta como lo que es, un complejo fenómeno social surgido de la estocada que Antonio Gonzalez Curi dio a la democracia en Campeche en 1997.
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Producto de un manifiesto fraude electoral, el gobierno de Gonzalez Curi se acostumbró a sacudirse a garrotazos la mancha de la ilegitimidad, y la violencia física contra la oposición se convirtió en la mejor prueba de lealtad. Un joven Alejandro Moreno, famoso entre sus contemporáneos por su temperamento explosivo, conquistó la categoría de intocable después de expulsar a golpes al rector de la Universidad Autónoma de Campeche en lo que hasta hoy se considera el peor ataque a la autonomía universitaria orquestado desde el gobierno.
En lugar de encasillarse en el papel de pandillero a sueldo, Moreno Cárdenas invirtió sus limitados recursos económicos de entonces en la parafernalia del éxito, como lo ha seguido haciendo a lo largo de toda su carrera encantando a círculos cada vez más exclusivos de la élite económica y política mexicana. En 1999, el público meta eran los jóvenes de Campeche, para quienes se convirtió en un ejemplo a seguir.
En el marco de podredumbre institucional que padecía nuestro país, la ostentación del joven Alito trazaba a fuerza de quemones en autos convertibles y madrizas lo que acabaría siendo por casi una década la ruta principal hacia el éxito económico y político en Campeche.
La certeza de que Alejandro Moreno Cárdenas era capaz de todo y la benevolencia con que lo trataba la élite política estatal y nacional gestaron pronto el mito del hombre invencible; pero no porque Alito no pudiera ser vencido por la adversidad, pues nunca había sido puesto a prueba contra ella, sino más bien porque tenía en sus manos el conjuro del autoritarismo que le permitía arrodillar la sensatez de todo un pueblo a fuerza de intimidación.
El combustible de semejante maquinaria se destilaba de los secretos más oscuros de personajes como González Curi, Roberto Madrazo y muchos otros, primero sus patrones, luego socios. La de Alito no fue una carrera política que se oscureciera con el paso del tiempo y el contacto con la corrupción. Desde el principio, su capital político estuvo fincado en su complicidad y conocimiento de los pecados de los poderosos, y no en su cercanía con la gente.
La catástrofe política que desencadenó Alejandro Moreno Cárdenas en Campeche comenzó desde que los campechanos asumimos como normal y admirable que un joven senador de la República, de origen modesto, se trasladara acompañado de un convoy de seguridad compuesto de, por lo menos, dos camionetas blindadas, que usara relojes de más de medio millón de pesos y que, en resumen, llevara una vida de multimillonario.
La audacia de Moreno Cárdenas se topaba con la pasividad de un pueblo que antes que llamar a cuentas a su representante popular para que explicara el origen de su riqueza, disculpaba sus excesos como un daño colateral de su determinación. Fue así que “Alito no puede perder”, se convirtió en el mantra de una sociedad que premiaba con más poder a quien a todas luces desestima valores como la mesura, la sencillez y la honestidad.
Alito consiguió que el valor de la economía de Campeche cayera un 25% entre 2015 cuando llega a la gubernatura y 2019 cuando deja el estado por la presidencia nacional del PRI, según datos del INEGI. De acuerdo con Coneval, su gobierno fue responsable de que entre 2016 y 2020 81 mil personas cayeran en la pobreza, es decir, el 5% de la población total del estado. También su administración vio caer la entidad tres posiciones en el Índice de Competitividad Estatal.
Pero estos fracasos no sirvieron para tumbar sus aspiraciones, gracias a que cada campechana y campechano invertimos más de 600 pesos al año durante su gobierno para implementar una estrategia mediática que lo hacía ver como un gobernante modelo. Engaño con el que se granjeó el apoyo de la base priista en todo el país.
Alejandro Moreno dejó Campeche en la lona y, sin embargo, la sombra de su influencia y el miedo a enfrentarse a un personaje capaz de semejante oscuridad provocó que aún quienes sufrían en carne propia el horror de su gestión se atrevieran a promover el voto en favor de su sobrino en el proceso electoral de 2021, repitiendo con resignación el mantra que se había convertido en anatema: Alito no sabe perder.
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Hoy Alito por fin se desmorona bajo el peso de su propia oscuridad. A sus aliados quizás les preocupe, pero no les sorprende. De hecho, el contenido de los audios revelados por la gobernadora de Campeche Layda Sansores constituyen más un llamado de auxilio al resto del país que una revelación para los campechanos, a quienes nos queda la tarea de construir nuevos paradigmas del éxito, alejados del derroche y la violencia.