I. Un rebelde en Chiapas
Hace 28 años, el 1 de enero de 1994, el fotógrafo Raúl Ortega, entonces de 30 años de edad, decidió viajar a Chiapas para documentar la rebelión indígena, dirigida por el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
Fue una cobertura que literalmente le cambió la vida. Lo hizo en lo profesional, al ser el autor de una de las imágenes icónicas del subcomandante Marcos, pero también en lo personal. Y es que desde entonces su historia quedó ligada a Chiapas, “su segunda tierra”, donde conoció a María, la madre de sus dos hijas, y donde decidió quedarse a vivir.
Ortega formó parte del primerísimo grupo de fotógrafos que llegó a documentar el levantamiento armado (en los días sucesivos, decenas de fotógrafos nacionales e internacionales lograrían documentar diferentes etapas del movimiento), pero lo hizo contraviniendo la orden de sus jefes en La Jornada que le ordenaron claramente que no viajara.
Podría interesarte: Detienen a fotógrafo de Reuters, realizaba cobertura en Mixcoac, CDMX
Junto a Raúl Ortega, en ese primer grupo de fotógrafos estaba Marco Antonio Cruz, Francisco Mata Rosas y Carlos Cisneros, quien es el autor de la fotografía que La Jornada publicó en su portada el 2 de enero.
Casi 30 años después de esa experiencia fotográfica, todo sigue muy claro en la mente de Ortega. Relata con vehemencia las adversidades con las que se encontró, el miedo que sintió al ver que su vida corría peligro, y el momento exacto cuando tomó su famosa imagen del subcomandante Marcos.
Pero no hablemos más, dejemos la palabra a Raúl Ortega, que tiene mucho que contarnos.
II. Levantamiento indígena y una imagen icónica
-Cuando llegamos a San Cristóbal estaba amaneciendo. Eran las seis de la mañana. Dos horas antes salimos de Tuxtla y viajamos por la carretera vieja, con sus 365 curvas en 60 kilómetros. Una locura.
Lo primero que nos encontramos fue la Catedral y el Palacio Municipal lleno de papeles quemados, pintas y demás. Veo que aparentemente habían terminado los hechos a los que íbamos. Es lo primero que fotografío.
Después me encontré con unas reporteras de La Jornada, Rosa Rojas y Matilde Pérez. Me dicen: “Hay que ir a Ocosingo”. Vamos para allá, pero ni siquiera llegamos. En Rancho Nuevo, a unos cuantos kilómetros fuera de San Cristóbal, se estaban dando los primeros enfrentamientos y, como en las películas, nada más oyes tiros; no sabes de dónde vienen y no ves a nadie.
En la carretera empiezan a salir soldados que disparan a cierta zona. Un helicóptero artillado también dispara para todos lados. De pronto baja a la carretera y deja soldados allí. Empecé a documentar todo eso; disparé un poco a donde podía, donde había algo de acción. Esas fueron las primeras imágenes que envié a La Jornada.
-¿Cómo reciben en el periódico esas primeras imágenes y la noticia de que andas en Chiapas sin su permiso?
-Creo que fue bien recibido. Finalmente, aunque incumplí una orden de un superior inmediato, pude realizar un trabajo que importaba para el periódico en los días subsecuentes. También, hay que decirlo, estaba con personas experimentadas como Marco Antonio Cruz, que había estado en La Jornada, y Francisco Mata. Rentamos un auto y nos movíamos juntos para todos lados. Afortunadamente nos fue relativamente bien, tanto que en La Jornada ni siquiera hubo el cuestionamiento de por qué había desobedecido una orden.
–Como bien dices, ibas con colegas con mucha experiencia, pero tú ya tenías ocho años como fotógrafo. ¿Cómo te sentías profesionalmente?
-Efectivamente, ya no era un novato, pero en estos conflictos armados sientes miedo. Sentí emoción de saber que estaba en un evento en el que tenía que dar lo mejor de mí, pero también cierto temor. En esas circunstancias, más allá de que te puedan cobijar como persona, nadie te puede cobijar profesionalmente, es muy difícil.
En el momento que estaba sucediendo lo del helicóptero artillado, sus balas pegaron relativamente cerca de donde estábamos nosotros. Es esa experiencia de conflictos armados, que además nosotros no habíamos tenido, la que te da cierta inseguridad.
-Después de estar varios días en el lugar, tomaste el retrato del subcomandante Marcos mientras hace una señal con el dedo. Una imagen icónica. ¿Cuándo tomaste la fotografía y en qué contexto?
-El retrato es de 1994. Lo tomé meses después de haber llegado a Chiapas. Fue cuando se hizo la Convención Nacional Democrática en agosto de ese año. Tras varios meses, ya teníamos contactos y acercamientos con el Ejército Zapatista. Teníamos acceso a ciertos poblados, como el de Guadalupe Tepeyac, donde se llevó a cabo la Convención.
Un día antes visité el lugar. En lo alto de un cerro la gente preparaba todo el escenario. Todo mundo trabajaba, mientras yo tomaba algunas fotografías. El subcomandante Marcos se encontraba en el lugar; iba y venía, daba algunas órdenes o platicaba con la gente.
Yo no me la pasaba con él, pero de pronto trataba de tomar ciertas fotografías cuando aparecía. En un momento me dijo: “Oye, ya, vete a tomar fotos a otro lado, ¿no?”. Entonces yo me iba y quedaba un poco libre de mí.
Pero al rato nos volvimos a encontrar y en una de esas veces que estaba haciendo algo, levanté nuevamente mi cámara y tomé varias fotos, entre ellas el retrato con la señal de “ya me tienes hasta la madre” (risas). Se convirtió en una imagen icónica del zapatismo.
-Cuando tomas la fotografía, ¿eres consciente de la imagen que acabas de tomar o te percatas de ello cuando revelas el material?
-No fue que levantara la mano un instante y luego la bajara. El subcomandante Marcos se quedó con la seña un rato y me dijo algunas groserías, tal vez no repetibles para tu público, pero yo creo sabiendo que yo iba de un medio que le estaba dando un espacio importante al movimiento. Seguramente estaba consciente de ello.
En ese sentido, desde el principio supe qué fotografía tenía. Lo que no sabía es el camino que esa imagen iba a tomar. Y bueno, esa imagen tomó el suyo, fue asimilada por las personas y por las organizaciones y sindicatos que la utilizaron. Dio bandera a sus causas, a sus palabras. Tuve la suerte de tomar esa fotografía y pues ahí está.
–Cuando mandas este material a la redacción del periódico, ¿qué te comentan?, ¿cómo lo reciben?
-Es algo que mucha gente no sabe, pero esa fotografía no la publicaron inmediatamente, lo hicieron casi un año después. Se conoció públicamente porque yo entré a un concurso en la Bienal de Fotoperiodismo que organizaba Enrique Villaseñor en el Centro de la Imagen. Participé en el rubro de personajes con esta imagen y gané el primer lugar. De ahí se empieza a conocer. Posteriormente la publicó La Jornada, no recuerdo en qué circunstancia, pero no fueron los primeros en darla a conocer.