Dos culebras querían abandonar un pantano que se estaba secando.
-Si tomas la delantera y yo te sigo -dijo la culebra chica a la culebra grande, los hombres se darán cuenta que nos vamos y alguno te matará. Es mejor que me lleves a cuestas, cada una con la cola de la otra en la boca. Entonces los hombres pensarán que somos un Dios.
También lee: James Ellroy: el perro diabólico de la literatura
Y así cogidas, cruzaron la carretera. Todo el mundo les cedía el paso, exclamando: “¡Este es un Dios!”.