Pueblo zapoteco, precursor en México en vetar la comida chatarra

En su edición digital, el diario español El País, relata cómo Yalálag innovó en buenos hábitos alimentarios

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El diario español El País publica, en su edición digital de este jueves, un reportaje de Yalálag, un pueblo de la sierra zapoteca que, hace tres años, fue pionero en México al prohibir el consumo de alimentos chatarra.

En el trabajo periodístico, realizado por el corresponsal Pablo Ferri, se destaca que fue el  entonces regidor de Salud de esa comunidad, Vidal Aquino quien impulsó la precursora medida de prohibir la venta lo mismo de papas fritas, que los Chetos, las sopas Maruchan, los Doritos.

La razón que lo inspiró no fue precisamente de salud, sino de limpieza, de excesiva acumulación de desechos en las calles.

“Así, sin saberlo, esta comunidad zapoteca de la sierra de Oaxaca le abría el camino al Congreso del Estado. Hace dos semanas, los legisladores aprobaron una ley que prohíbe finalmente la venta de comida chatarra a los niños. Es una ley pionera, pero en Yalálag ha pasado casi inadvertida. Aquí los vecinos llevan años discutiendo sobre alimentación, reciclaje y medio ambiente”.

“En 2017, cuando fungió de regidor de salud, intentó acabar también con los refrescos y otros productos chatarra: galletas, pan industrial, dulces. “Pero no se pudo”, cuenta. Emiliano Aquino, su hermano, murmura que un año es muy poco tiempo para hacer tantos cambios. Pero no hay opción. En Yalálag, los cargos públicos son por un año”.

El periódico El País señala que, como ocurre en muchos pueblos en Oaxaca, los vecinos de Yalálag se organizan en asamblea. “No hay elecciones. Tampoco hay partidos políticos. Cada mes de octubre, los integrantes de la asamblea —algo más de 600 de los 2.500 habitantes del pueblo— se reúnen y eligen a sus autoridades para el año siguiente. Los regidores, el presidente municipal y el síndico, entre otros.”

“Vidal empezó fuerte su año. Tomó posesión el 1 de enero y el día 20 presentó su iniciativa en la asamblea contra las papas fritas industriales y otras botanas. La gente votó que sí. Aunque sus motivos apuntaban más a la basura y el reciclaje, con el tiempo se dio cuenta de que los mismos productos eran dañinos. Aprendió leyendo noticias en Internet. La gente no sabe lo que está comiendo”, reflexiona.

Emiliano y Vidal aún recuerdan la cara del repartidor de Pepsico, principal distribuidor de botanas procesadas en México, el primer día que llegó al pueblo después de la asamblea de 2017. “Se le dijo que no podía entrar”, cuenta Vidal. Luego ellos quisieron llegar a un acuerdo”, añade, “pero no, no”.

“En Yalálag, los encargados de Salud también se encargan del servicio de recolección de basuras y Vidal innovó lo que pudo. “Al carro de la basura le pusimos una reja para separar. Logramos rescatar 100 kilos de plástico nylon, además de pet y tetrabrick”, cuenta. Luego se lo llevó a la ciudad de Oaxaca para reciclar. En ese año, 2017, Vidal y su equipo hicieron la primera composta comunitaria de la historia de Yalálag. “Obligábamos a la gente a que separara hasta las cáscaras de los huevos”, explica”.

Emiliano señala a El País que los regidores de Salud que sucedieron a su hermano no han avanzado en sus postulados.

«En la práctica, el veto a las papas fritas fue ampliado a los refrescos azucarados y a un montón de productos más. A Vidal le gustó aquello. “Consumimos la pura verdura que se da aquí”

Menciona que la pandemia ha actualizado el conflicto en Yalálag. La excusa ha sido casualmente la comida chatarra. En marzo, cuando el virus empezaba a expandirse en México, las autoridades locales decidieron cerrar el pueblo. Durante más dos meses nadie, ni transportistas, ni comerciantes, ni viajeros, ni parientes pudieron entrar ni salir de Yalálag, salvo excepciones. En la práctica, el veto a las papas fritas fue ampliado a los refrescos azucarados y a un montón de productos más. A Vidal le gustó aquello. “Consumimos la pura verdura que se da aquí”, cuenta.

“A muchos otros no les gustó y vieron en la prohibición una treta el poder para imponerse. Algunos optaron por contrabandear refrescos y pastelitos y otros exigieron un cambio en la asamblea. Los inconformes exigieron que Yalálag volviera a abrirse, que los refrescos regresaran a los refrigeradores de las tiendas, que el tránsito fuera libre de nuevo. Pero la asamblea votó que no. Aun así, las medidas se han relajado y los anaqueles vuelven a estar llenos. Para evitar problemas, la autoridad en turno hace la vista gorda.

“Para Cuauhtémoc, el carnicero el pueblo, la pandemia ha sido una oportunidad para mejorar la alimentación de la comunidad. “En estos meses no podíamos salir y comimos lo que había, calabaza, quelites, frijol”, cuenta. “Ahora mucha gente se pregunta si no es esto lo mejor, la verdura de aquí. La pandemia nos ha hecho pensar en la autosuficiencia”, argumenta”, finaliza el trabajo presentado por El País.