A López Obrador le tomó 18 años ser presidente de la República. Insistió una y otra vez, a pesar de las campañas en su contra y que los votos no lo favorecieron en 2006 y luego en 2012 se inventó su presidencia legítima.
Y para ello, a 162 municipios del país les pasó la charola a los diputados y jefes de Gobierno de la Ciudad de México, quienes lo patrocinaron todo ese tiempo hasta que, por fin, en 2018 llegó a Palacio Nacional con su grupo de incondicionales, entre los que se encuentra Claudia Sheinbaum, quien se dice que es su “corcholata favorita”, aunque no termina por cuajar.
Las últimas semanas han sido difíciles para Sheinbaum Pardo, no le ha ido nada bien en su búsqueda por conservar la posición de la favorita de su mentor.
La aprobación de la reforma para que las Fuerzas Armadas permanezcan en la calle hasta el 2028 le dio puntos al senador Ricardo Monreal y Adán Augusto López; el segundo goza de toda la confianza de su paisano tabasqueño, mientras que el zacatecano avanza poco a poco, pero dando pasos firmes, siendo institucional y cumpliendo las encomiendas de López en el Senado de la República.
Aquí se lo he dicho estimado lector, hemos hablado sobre un grupo de mujeres que impulsa a Claudia Sheinbaum, que encabezan Beatriz Gutiérrez Müller y las gobernadoras de Morena, comenzando con Layda Sansores y diversas legisladoras. En ese grupo se encontraba la ex secretaria de Economía Tatiana Clouthier, que dejó el cargo y por obvias razones también deja la promoción de quien se siente sustituta de López Obrador.
En 2018, además de coordinar la campaña de López Obrador, Tatiana hizo mancuerna con Alfonso Romo y se volvieron interlocutores con empresarios; entregaron buenos resultados, por eso Sheinbaum la quería cerca. Pero me cuentan que la relación con el inquilino de Palacio Nacional está rota, así que difícilmente se incorporará a una campaña presidencial.
Para este régimen que gusta de las viejas liturgias priistas, sólo se libra una guerra de porras entre Claudia Sheinbaum, Adán Augusto López, Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal. Se trata de saber quién grita más fuerte. Aunque esté pactada una encuesta para saber quién sería el candidato, López Obrador y su presidencialismo tomará la determinación sobre quién será el abanderado.
Luego de la fiesta que se organizó la jefa de gobierno en el Auditorio Nacional para dar un informe de gobierno, Sheinbaum recorre las 16 alcaldías aplicando la estrategia de las rechiflas y mentadas de madre para los alcaldes que la acompañan. Luego ella toma el micrófono y pide calma para que se vea que es tolerante; así lo hizo su patrón cuando visitaba los estados ya como presidente: se abucheaba a los gobernadores de oposición.
Por cierto, ese ejercicio de rendir cuentas en cada demarcación, en el Congreso de la Ciudad de México y en el Auditorio Nacional, todavía no aclara cuánto costó. Si bien no pueden considerarse actos anticipados de campaña, la promoción de su persona existe, así lo demuestran los espectaculares con las portadas de revistas en las que aparece la funcionaria y que se pueden ver por todo el país.
Lo cierto es que es muy pronto y ya le falta gas a Claudia Sheinbaum. En la elección intermedia perdió 9 de las 16 alcaldías; no le dio resultados a López en aquello de la consulta de revocación de mandato; y perdió Durango, el estado que le tocó operar. Se cae en las encuestas donde registra un 29 % de la simpatía y simplemente no termina por conectar con la ciudadanía.
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Es muy probable que en 2024 la Ciudad de México caiga en manos de la oposición, el bastión que le dio todo a López Obrador, escaparate político y recursos desde el 2000. A la hora de hacer la evaluación y decidir quién será su “corcholata”, López no se va a tentar el corazón y no habrá encuesta que valga. Así como vamos, se tratará de conservar el poder por el poder… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.