Los que hoy son oposición merecen el trato que se les da y el lugar que ocupan. Ellos fueron los constructores de su historia y lo serán de su destino, que por cierto no les pinta nada bien en este sexenio porque ya son una marca perdedora y sinónimo de corrupción.
En la elección pasada no pudieron emparejar la contienda y le entraron a inflar a Xóchitl Gálvez de manera artificial, pura saliva, no pudieron capitalizar el desencanto, la frustración y el enojo que López Obrador generó por cinco años, se subieron en la ola que generó la sociedad civil para defender al INE, a los organismos autónomos y al Poder Judicial, pero a la hora buena se hicieron chiquitos. Ahí quedaron los 36 millones de votos que le dieron el triunfo a Claudia Sheinbaum y 2 millones 888 mil votos en la capital para Clara Brugada.
Claro que el triunfo se debió a la estrategia emprendida por el tabasqueño durante 5 años, a programas sociales y el veneno que destiló desde su mañanera.
Pero los panistas no pueden esconder ni eludir su responsabilidad en el inicio de la guerra contra el narco de Felipe Calderón. No han ofrecido una disculpa por Genaro García Luna y sus vínculos con el narcotráfico.
No se cree aquello de que Calderón no sabía.
Cómo defender el regreso del PRI en el 2012 cuando fueron los artífices de la “Estafa maestra”, en su tiempo desaparecieron los 43 normalistas de Ayotzinapa y se dio un sexenio de corrupción.
Por esas y una larga, muy larga lista de acontecimientos que se pueden consultar en la historia, no se les puede defender.
A la oposición no le alcanza para mucho, sobre todo al PRI y al PAN que están reducidos a su mínima expresión, juntos gobiernan seis estados, mientras que Morena lo hace en 23, vaya contraste para dos partidos históricos que fueron una aplanadora.
Las cosas cambiaron en 2018 y la 4T los demolió como lo hizo con el país y a la hora de demostrar simplemente no han aprendido la lección.
O no me diga estimado lector, que les cree cuando nos recetan que buscan el bien de México y luego vemos a Alejandro Moreno Cárdenas reelegirse y colocar a su cúpula en escaños y curules.
O qué le parece Marko Cortés repartiendo notarías antes de la elección, luego negarlo, regañar a Xóchitl Gálvez, también colocar a los suyos en puestos clave como pago de facturas políticas a costa del país.
Los dos partidos políticos se parecen desde la disolución de los límites estatutarios y de filosofías, poco a poco López Obrador y los morenos los convirtieron en el PRIAN. Lo peor es que con hechos ellos lo avalaron.
Ahora que llega a la dirigencia de Acción Nacional Jorge Romero, tiene ante sí un gran reto, devolverle a ese partido su identidad, buscar nuevos cuadros, mostrar que son diferentes y sacudirse el estigma de corruptos, aunque Claudia Sheinbaum le tiró un manotazo con aquello de que es el líder del “cártel inmobiliario” de la Ciudad de México, y todo porque el nuevo presidente dijo que solo le darían una oportunidad para mantener diálogo.
Jorge Romero, coordinador de la bancada del PAN en el Congreso de la Ciudad de México, respondió recientemente a las declaraciones de la presidenta Claudia Sheinbaum sobre las denuncias relacionadas con el llamado «cártel inmobiliario».
Jorge Romero subrayó que, a pesar de que han pasado dos años desde que estas acusaciones salieron a la luz, no se ha presentado ninguna imputación formal en su contra.
En su respuesta, reprochó que, en lugar de dialogar como él había propuesto, la administración de Sheinbaum optara por lo que calificó como «calumnias».
Seamos claros, Jorge Romero tiene que demostrar que no solo fue un cambió cosmético y detrás del maquillaje sigue la misma cara, la de Marko Cortés, de no ser así seguirán en esa espiral que no les sirve al PAN, ni a la democracia y los seguirán ninguneando, un derroche para el erario… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.