Convertirse en un pequeño dios capitalista, puede lograrse al jugar Mini Motorways, videojuego que nos pide enfrentar el problema de la urbanización desde cero, construyendo primero caminos sencillos y luego autopistas, que van respondiendo a las necesidades crecientes de la ciudad. Desde cero, nos pide entrar en un flow muy especial, en que nuestro trabajo es sublimar nuestros deseos TOC, por el orden y la armonía, y el ver todo como un tablero de ajedrez en perfecto orden.
Es la planeación urbana, pero sólo nos piden unir cuadrados con los colores primarios, por medio de caminos, de carreteras, para que circulen automóviles hacia su destino. Así, nuestro rol es el de una suerte de ingeniero civil que tiene que unir casas con centros de urbanización. Pero la misma concepción del juego ya nos pide jugar con un clasismo nada disfrazado.
Porque en el fondo, tenemos que unir a gente que vive en las casas verdes, por medio de carreteras de su color y así repetir y repetir. Y a algunos los tenemos que segregar, condenarlos a que su camino dé todo un rodeo. No es difícil decir porqué este juego es realmente adictivo y constituye un gran reto terminar las locaciones.
Nuestro progreso está atado al número de viajes completos que logremos por medio de nuestra colocación de las arterias. Normalmente necesitamos que nuestros cochecitos recorran unas 300 o 400 veces nuestros caminos, para que podamos acceder al siguiente nivel. Y el reloj avanza sin compasión.
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Con el tiempo, aparecen nuevas casas y centros comerciales de ese color y entonces nuestra interacción, al simplemente trazar los caminos, ya nos obliga, porque el juego nos advierte que un coche quiere recorrer nuestra carretera, pero si no pensamos nuestro siguiente paso, nos daremos cuenta porqué los ingenieros son tan necesarios en nuestra sociedad, contrario a lo que decía Sheldon Cooper.
Si muchos carros no pueden llegar a su destino, el juego nos obsequiará un Game Over algo drástico. Nos dirá que nuestra ciudad colapsó, luego de 78 días, o el tiempo que logramos contener el caos. Y a iniciar otra partida.

Sí, muy Zen, pero no dura
Como toda mecánica, va de lo muy simple (unir dos puntos) a lo más complejo. Poco a poco, Mini Motorways nos atrapa en un frenesí difícil de describir, porque es como si estuviéramos jugando a ser una suerte de deidad (hasta en la vista cenital de nuestro tablero de juego), y es como si cada nuevo camino que comenzamos, que resuelve un problema de comunicación en la urbe, pareciera una corriente sanguínea que de inmediato comienza a fluir, obligándonos a seguir hasta completar el reto.
“Es un juego muy relajante, pero luego se vuelve progresivamente cada vez más estresante”, explico Robert Curry, co-fundador y diseñador de la compañía neozelandesa Dinosaur Polo Club, en entrevista con Oisin Kuhnke, para play.jumpcutonline.co.uk. “Siempre hay forma de mitigar el tráfico por medio de semáforos, pero con el tiempo, puede ser bastante abrumador cuando pasa demasiado en la pantalla a la vez”.
No es el primer videojuego de la compañía en que utilizan el concepto de movilidad urbana. Su anterior obra, Mini Metro (Dinosaur Polo Club, 2015), nos pedía tomar el control de la red del Metro de varias ciudades, y es muy posible que el próximo proyecto de la compañía involucre algún tipo de dinámica de transportación.
Es muy curioso que Mini Motorways entre en la categoría de zen-puzzle. Su música relajada de bips electrónicos nos quiere ver inmersos en la acción de trazar carreteras como si estuviéramos rastrillando arena en nuestro jardín zen para relajarnos, pero es todo lo contrario.
Es una experiencia fuerte para quien lo quiera analizar, porque al final, estos cuadritos de colores e interacciones nos van sumiendo en un ritmo de actividad mecánica en el que la eficiencia se convierte en algo similar al ver desaparecer varias líneas en el Tetris.
La satisfacción de conectar puntos se va incrementando, porque tras el paso del tiempo, el juego nos da a elegir mejoras para nuestro pequeño espacio urbano, tales como puentes, o semáforos, y comenzamos a tener la sensación de que nuestra paz huyó para siempre en medio de la vorágine que nos atrapa de construir la ciudad más funcional posible.
La programación es muy precisa y pronto, cuando ya comenzamos a asimilar el flujo creador en el que debemos estar, se introducen variables como el tiempo, la sobrepoblación y, de pronto, esas variables nos comienzan a angustiar porque tienen que ver con la idea de la población urbana en la vida real. Por ejemplo, en el mapeado de Los Ángeles, se tiene que tomar en cuenta el río de Los Ángeles y la Bahía de Santa Mónica.
Llega un momento en que, por el bien de una autopista, debemos destruir un humilde camino que unía dos puntos y es quizá el primero que construimos. Pero el desarrollo y el progreso exige darte cuenta de esos “pequeños” problemas.

La realidad, más que presente
Los desarrolladores tienen un humor bastante macabro, o quizá no tengan tanto en cuenta el asunto, pero al pedirnos recrear la planeación urbana en Manila, Filipinas, por ejemplo, nos ponen en un escenario en donde en la vida real, para la construcción de esas vialidades, se tuvo que arrasar con numerosas ciudades-miseria de Filipinas, que obstruían el progreso de los vecindarios de los ricos, y esa gente quedó segregada gracias a la autopista.
Por supuesto, eso no puede verse en los limpios gráficos abstractos, pero es obvio que el videojuego se basa en dinámicas de construcción y funcionalidad en que, con cierta ironía, la paz de estar diseñando el mundo se subvierte por una salvaje compulsión de lograr una perfección y funcionalidad, que puede ser hasta enfermiza.
No estoy seguro que los creadores del juego no hagan un comentario bastante crítico sobre el asunto por medio de la obra, pero no deja de ser escalofriante la forma en que nuestra compulsión por montar perfectas carreteras funcionales, nos lleva a reducir los panoramas de explosión demográfica a simples bloques de construcción, para entrar en una suerte de frenesí muy afín al consumismo del capitalismo, sobre todo en las últimas etapas de las misiones, que es estrés puro.
También influye que Mini Motorways nos lanza el reto de las geografías de famosas megalópolis, como Beijing, Moscú, Los Ángeles, Tokio y Ciudad de México, donde ya se hace necesaria la inclusión de túneles, puentes o súper carreteras.
Es muy inteligente de parte de los desarrolladores que las ciudades en Mini Motorways llegan a parecer un circuito electrónico y al principio acometemos el reto hasta con cierta estética, donde nuestro TOC interno puede recrearse para sentirse a gusto con la armonía.
Pero conforme se completan los retos, el mapa va desbloqueando formas que dejan de ser estéticas y se convierten en pura funcionalidad y no culpo a quienes comienzan a sentir la angustia de la vida moderna como bola de nieve que te persigue para aplastarte (me incluyo).

Conclusión
Mini Motorways es un juego que te cautiva por sus postulados de sencillez y un entretenimiento adictivo y al parecer interminable, un juego de puzzle vistoso, ingenioso y que hará trabajar tu neurona para resolver los distintos retos que te presenta la geografía de las ciudades, con cada vez más mapas y objetivos añadidos por los desarrolladores.
Pero quien quiera estudiar a fondo el flujo específico que requiere este juego para desentrañar sus mecánicas, se dará cuenta de que no es nada inocente el abrazar un trance de funcionalidad, dinamismo y eficiencia a toda costa, que desde el primer momento te grita que lograr la perfección es imposible y aun así te atrapa para que pienses que puedes lograrlo: la sociedad moderna en un videojuego.
Lo bueno: El arte abstracto con el que los diseñadores establecen su premisa y cómo nos enseñan los fundamentos en segundos, pero añaden cada vez más capas de complejidad para restañarnos en la cara que dominarlo es lo difícil; en mi caso, es algo en verdad imposible.
Lo malo: Llega un momento en que el reloj y el número de errores son una variable importante para nuestro éxito y hasta los carros parecen ir cada vez más rápido. No creo que sea nada recomendable este juego para quienes sufran ataques de angustia.
Lo genial: El usar los semáforos de forma precisa, puede crear una armonía impresionante en nuestro circuito, pero no celebres porque no durará.
Juego: Mini Motorways
Lanzamiento: 19/09/2019 (Mayo de 2022, en Switch)
Desarrollador: Dinosaur Polo Club (Nueva Zelanda)
Editor: Dinosaur Polo Club
Para: Microsoft Windows, iOS, Mac OS, Nintendo Switch, tvOS y Steam.
Trailer de Mini Motorways: