Una de las jovencitas de acentuados rasgos europeos, hace gestos de asco cuando de manera inevitable le llega el tufo a sudor añejo de su bestia humana…
Se puede entender el caciquismo como el ejercicio informal del poder a través de procedimientos en esencia despóticos y arbitrarios, cuya función precisa consiste en constituir una estructura de poder mediadora entre la región en que se asienta (la localidad, comunidad o región) y los poderes estatales o nacionales, es el instrumento directo de los grupos dominantes a través del cual se mantiene la situación de control político-económico.
Y por tanto, la manipulación de las clases desprotegidas del campo…
(Fragmento de la introducción del libro Etnografía de la Dominación en México; Cien años de violencia en la Huasteca. J. de Jesús Montoya Briones.)
…Sus pies cubiertos de lodo seco sobresalían de sus huaraches de hule gastados y deformes, sus talones cuarteados por grietas sinuosas y profundas como los surcos que horada el agua cuando cae benévola sobre la tierra sedienta y reseca, sus pantorrillas dejaban ver las gruesas venas resaltando su piel color mulato a punto de estallar por el esfuerzo de varias horas de camino, las gruesas uñas de sus pies con bordes irregulares parecían cinceladas por las piadosas piedras del camino.
La tormenta de julio arremetía con fuerza y los truenos como rugidos de un monstruo mitológico hacían retemblar la tierra, y los relámpagos inmisericordes caían sucesivamente en el horizonte de las montañas como lenguas de fuego de una gran serpiente sedienta de venganza y que escupía su odio en colores intensos como crepúsculos y ocasos, fusionando las tonalidades de la tarde noche igual que los colores caleidoscópicos de los retablos de la iglesia del pueblo de San Pedro y San Pablo, que mostraban intimidantes: el purgatorio, el limbo, el infierno y el reino de los muertos…
Los tres hombres con edades inciertas, de miradas huidizas matizadas de una profunda y ancestral melancolía, iban cubiertos con capotes de palma de coyolar tejidos rústicamente. Vestidos andrajosamente se podían ver partes desnudas de sus cuerpos raquíticos con cicatrices intemporales ocasionadas por cardos y breñales de aquellos caminos reales de andares infinitos.
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De cada uno de los brazos de aquellos infortunados hombres pendía un grueso lazo de ixtle que les sujetaba con poca holgura, mientras que del otro extremo de la cuerda era sujetada con firmeza por la mano izquierda de Don Gume, el hombre de todas las confianzas del cacique de aquella región de la sierra de Hidalgo; mientras que de vez en cuando, con su mano derecha palpaba con suavidad su pistola Cal. 38 con cachas blancas de concha nácar sujeta a su cinturón piteado con hebilla de plata y el relieve de una cornamenta de toro cebú y dos gallos giros en actitud de combate…
Los tres presos se replegaron parsimoniosamente a la pared de chinamitl de la casa de doña Emilia, buscando infructuosamente resguardar sus cuerpos de la tormenta que se abatía incesante sobre el pueblo y que calaba hondo en sus pieles maltrechas. Luego con una actitud de profunda humildad y silencio procedieron casi de manera simultánea a colocar en el suelo, las sillas tejidas de palma que habían cargado sobre sus espaldas y las cuales al día siguiente serían usadas para transportar a familiares de Don Paco, el cacique del municipio del ¡Santo Señor Santiago!… por lo pronto esa noche de larga espera “los presos de confianza” dormirían en la cárcel del pueblo, para que así don Gume, el comandante municipal pudiera descansar sin sobresaltos. ..¡Qué carajo, si para eso era el representante de ley y sino pa’qué!
A uno de los presos que destacaba por su estatura, se le podían observar gruesos mechones de cabello negro y lacio que sobresalía bajo el sombrero viejo, mugroso y chueco; mientras que sus largos brazos surcados por las venas tensas, parecían las raíces del árbol de jalamate que crece y se adhiere con firmeza perene a las rocas o los troncos de árboles más viejos … pero lo que más llamaba la atención, de Tello que así se llamaba, era su ojo izquierdo cuya masa ocular desviada de su centro de equilibrio, prácticamente afuera de su cuenca rojiza y deforme, y con una gran porción del párpado inferior con matices blancuzcos volteado hacia abajo, lo que hacía parecer que la línea de pestañas se mantenía adherida casi por un milagro, colgando de tal amasijo de costra de lagañas amarillentas y resecas.
Estos presos, normalmente eran detenidos en cualquiera de los tantos pueblos del municipio y por las faltas más nimias como: peleas de borrachos, difamación, hablar mal del municipio, pescar sin permiso en el rio… en fin cualquier pretexto era bueno para castigarlos indefinidamente, dependiendo muchas veces del estado de ánimo del cacique y así tener muchas veces mano de obra casi en condiciones de esclavitud. Ya que después de un tiempo de permanecer encarcelados, eran destinados al servicio del municipio o de los incondicionales de Don Paco… y era entonces que alcanzaban el “estatus de presos de confianza” aunque a decir verdad eso en nada les garantizaba su libertad ni nada en sus vidas miserables, ya que por lo común eran explotados en el cultivo de las milpas, cañaverales, cafetales y/o fábricas de aguardiente. Vigilados casi siempre por los propios policías municipales que también estaban al servicio incondicional del cacique, por ello tal vez este último se daba el lujo de ordenarle al comandante y enviarle sendos recados de puño y letra donde le decía que “cuidara a sus peones y que de emborracharse los metiera al bote pero que no les diera de comer, para que aprendieran a obedecer…”
Doña Emilia apenas si asomó por la puerta entreabierta de su casa, se inclinó levemente sobre el barandal de madera de cedro que había colocado entre los marcos de la puerta principal para evitar que pollos y perros se introdujeran al interior de la vivienda.
De rostro moreno y apacible, la piel lisa de su cara resaltaba por el negro lunar que tenía a lado izquierdo junto a la nariz; el reboso de tonos grises y negros cubriendo primorosamente su cabeza y cuello, le daban un aire maternal y apacible enmarcando sus ojos negros como el capulín maduro, brillosos y húmedos como frijoles de cuajil silvestre, con su mirada profunda escudriñó de pies a cabeza a los singulares viajeros dedicándoles una sonrisa de calidez ancestral…
– Pasen, pásenle señores, usted Don Gume puede amarrar su caballo abajo de la troja, en tanto aminora la tormenta. ¡Pero por el amor de Dios! exclamó la recia mujer, ¡desate a esos pobres hombres, que seguro su delito no es tan grande como su castigo!
– Ah que “doña Milia” refunfuñó Don Gume… pus la verdad peligrosos, peligrosos no son, pero ya ve cómo son allá en el municipio; como dice Don Paco, “si les aflojas la rienda, luego, luego quieren retobar” y como que quieren olvidar quién manda… ¡y así pos no!, exclamó ya seriamente contrariado, mientras que ostentosamente se reacomodaba en la cintura su pistola 38 especial con cachas de concha nácar; brillante como la sonrisa de un candidato que aparecía retratado en el único cartel que lucía atorado de cabeza en un palo seco a la entrada del pueblo.
– ¡Que retobados, ni que nada!, reclamó airada Doña Emilia, un tanto sorprendida de su arranque de indignación ante aquel hombre de mirada fría y siniestra. Pero dándose ánimos prosiguió con su reclamo; “lo que usted hace con estos hombres de seguro Dios no lo ve bien, y el día menos pensado usted pudiera sentir en carne propia la humillación de ser amarrado como un animal…”
– ¡Ya doñita! atinó a decir el increpado, yo nomás obedezco órdenes y así son por ahora las cosas, y ni modo, así que por favor nos vende unas enchiladas y un buen café de olla pa´que agarre calor el cuerpo y ya de paso nos hace la merced de ofrecernos un lugarcito para descansar aunque sea en la troja; para mí y Tobías mi peón; mis presos por esta noche dormirán en la cárcel de este pueblo. Ya mañana Dios dirá, expresó Don Gume mientras que con una arraigada genuflexión se persignaba estrujando su escapulario -ya despintado y percudido- que colgaba de su grueso cuello como de toro, y donde alguna vez resplandecieron los rayos dorados del sagrario y en el anverso la imagen del Santo Niño de Atocha…
– ¿Así que viene la familia de Don Paco?, atinó a preguntar la casera.
– Sí, así es, reafirmó Don Gume, al parecer las hijas y una sobrina que estudian en la ciudad vienen a la fiesta patronal del municipio, la del santo patrono Señor Santiago apóstol; por hoy en la noche dormirán en la casa de un familiar aquí en el pueblo y ya mañana temprano nos vamos ’pal municipio…
Casi en silencio aquellos hombres compartieron la cena que les fue ofrecida por Doña Emilia: frijoles de la olla, bocoles con asientos de manteca y chile paxtludo, por último un café caliente con pan casero terminó por sellar el inusual convite de aquella noche tormentosa del mes de julio…
Los gallos del caserío rural anuncian casi el final de la madrugada del mes de julio, con un cielo de tonalidades rojizas intercaladas con tonos de inmaculada blancura y espacios azules infinitos, con un viento ligero saturado de aromas de resinas de copal, de cedro y de añosos encinos entremezclados con el de flores silvestres, y demás follaje de las montañas.
“Los presos de confianza” vigilados atentamente por Don Gume, que ahora porta embrazado un máuser Cal. 7.60, los apura a preparar las sillas donde viajarán sentadas las jovencitas, mismas que habrán de ser cargadas sobre las espaldas de los presos y así viajar por los caminos abruptos de la serranía por casi 6 horas hasta la cabecera municipal, donde manda sobre vidas y honras Don Paco… ¡el cacique de la región!
Una de las jovencitas de acentuados rasgos europeos, hace gestos de asco cuando de manera inevitable le llega el tufo a sudor añejo de su bestia humana; esto mientras despreocupadamente aprieta el chongo de su pelo casi rubio, con un moño de terciopelo verde y con estudiado desenfado se acomoda en la silla que Tello carga con mecapal sobre la espalda.
Más de 30 años han transcurrido y algunas cosas han cambiado, otras no tanto; Tello por ejemplo, sigue igual de ignorante y pobre, temeroso como siempre del purgatorio y del infierno… de los otros presos casi nadie sabe más de ellos.
El único ojo de Tello muy poco le ayuda para ver, se ayuda a caminar con un bastón de palo de guayaba, que él mismo arregló asándolo en las brasas para que fuera más resistente y flexible, y luego raspó con pedazos de vidrio para darle un poco de tersura… hoy Tello se ha reunido junto con otros campesinos para un evento de campaña política a la que fueron convocados por la autoridad municipal, les han dicho que recibirán a la candidata por ¡el partido de todos los pueblos! Se ha montado un escenario de madera con varias sillas tejidas con palma de coyolar y una mesa al centro cubierta con un paño de terciopelo verde, muy similar al color de aquel moño que llevaba en su pelo, hace ya varios años la sobrina de Don Paco.
La mayoría de quienes asisten al evento no saben de política, no la entienden y es más ni siquiera les interesa, es como si percibieran que sus problemas ancestrales difícilmente serán resueltos por otras personas que no los entienden y menos los respetan…
Decenas de cuetes estallan ensordecedoramente en lo azul del cielo del pueblo del señor Santiago Apóstol, un pequeño grupo de músicos locales tocan de forma improvisada sin ningún orden ni armonía; sin que al parecer a nadie le importe… mientras tanto dos jóvenes lugareños hacen girar, con emoción irreverente, sendas matracas de madera de cedro que han sustraído de la iglesia del pueblo. Cuando Tello descubre aquella osadía siente un profundo estremecimiento en todo el cuerpo; son días previos de Semana Santa y esas matracas solo deben ocuparse para anunciar ¡la pasión y muerte del señor Jesucristo! ¡No es posible grita Tello, eso es pecado! Esas matracas solo pueden usarse el Viernes Santo, cuando no se tañen las campanas.
La candidata del “partido de todos los pueblos” ya ha sido presentada por un profesor bilingüe que colabora en su campaña y que se desvive adjudicándole honrosos y hasta ridículos calificativos.
Ha dicho que la candidata es una persona brillante y preparada, pero que en el fondo sigue siendo igual que los campesinos pobres y los indígenas a quienes considera como sus hermanos, por eso los entiende, y los respeta…
También les dice que ha llegado el momento de la justicia social, del trabajo en unidad, de la verdadera justicia alternativa, del desarrollo integral de todos los pueblos y rancherías; que hoy los hombres y las mujeres tienen los mismos derechos a la abundancia y la riqueza del país, ¡que gracias al partido de todos los pueblos hay democracia y libertad! Y que el municipio de Santiago Apóstol; ¡es un pedazo de paraíso gracias a las obras que ella ha gestionado!
Tello ha escuchado con atención cada palabra de la candidata y las arengas de su seguidores, de lo más profundo de su ser siente cómo emerge la ira incontenible que recorre su piel y casi le seca la boca…
¿Cómo es posible que lo haya engañado de manera tan vil el cura de su pueblo? Aún recuerda el sermón reciente del párroco cuando en la misa dominical les aseguró que el paraíso existe, pero que es después de la muerte, ¡cuando el alma ya ha sido juzgada por Dios! ¡Y hoy la candidata les dice que no!, que el paraíso sí es posible aquí en la tierra, y que solo basta pertenecer al partido de todos los pueblos y trabajar en unidad por sus ideales. ¡Y que la justicia también existe aquí en la tierra y es para todos! ¡Que se puede castigar con la ley cualquier atropello a los derechos de la gente!… Inmerso en su ira Tello se confunde aún más, ¡siempre le habían dicho que la justicia solo la da Dios! Luego entonces la candidata no puede estar mintiendo, la conoció desde pequeña, la cargó sobre su espalda en una silla y caminó así por varias horas bajo el sol quemante de la cañada. ¡No, la candidata no puede estar mintiendo! ¡No puede mentir!, porque su cabello como de elote criollo aún le da un aire de inocencia. ¡No puede mentir, porque la sonrisa que brota de sus labios parece tan real y sus dientes blancos como la espuma del rio claro en un amanecer de primavera! ¡No puede mentir, si parece tan frágil y tierna! ¡No, no puede mentir con esos dientes como el nácar de las cachas del revolver Smith & Wesson Cal. 38 que portaba Don Gume en la cintura!… es más Tello piensa, que Don Gume ni siquiera era tan malo; una persona mala, como dicen que era el viejo comandante, no puede traer una pistola con cachas nacaradas como los dientes de la candidata…
¡Estos caminos los conozco!, los he sudado, los he recorrido al amanecer y por la noche, a lomo de caballo, en mulas, y a lomo de bestias de carga. ¡Los he transitado bajo el quemante sol y las torrenciales lluvias de los temporales!
Tello no pudo soportar más la rabia que le despertó aquel discurso de campaña triunfal y engañoso. De la cuenca deforme de su ojo brotó incontenible el llanto, sus lágrimas cristalinas parecían diamantes facetados que bañaban sus mejillas huesudas y lampiñas, reflejando el color mulato de sus pies y los múltiples colores del confeti que la gente arrojaba al aire sin sentido; parecía como si de pronto el arcoíris se refractara en la pureza de sus lágrimas y que las leyes de la física compadecidas le daban formas de relieve a la trompeta de la banda de viento, y al collar de cempasúchitl que colgaba del fino cuello de la candidata…
La candidata no vio a Tello, pasó a su lado y lo ignoró por completo, no lo reconoció ni porque aún tenía el tufo a sudor agrio que hace varios lustros le causó tanto asco y desdén. La candidata le había hecho un reconocimiento público a sus caballos, a sus mulas y demás bestias de carga, describiendo con emoción que sobre sus lomos había recorrido los caminos y veredas del municipio del señor Santiago Apóstol… ¡Y se olvidó de mencionar que también viajó por esos caminos sobre el lomo de Tello, uno de los presos de confianza..!
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