La República de Chile está presente de manera constante por su inquietud política. Es el país con mayor puntuación de Latinoamérica en los Índices de Desarrollo Humano al ocupar el lugar 43. Los referentes que se toman en cuenta para esta calificación son educación, esperanza de vida y poder adquisitivo.
Pero hay la iniciativa de agregarle lo que llaman “ajuste por desigualdad” y con este agregado pasa al 49 por su desigualdad social y al tercer puesto en Latinoamérica. Lo rebasa Argentina y Uruguay por tener menos desequilibrio social.
Chile fue el primer país latinoamericano al que llegó un gobierno de izquierda por vía electoral. La experiencia terminó con un golpe de Estado en 1973, ratificando lo que ya sabíamos: el capitalismo usa la palabra democracia como una estrategia contra el comunismo, pero no siente respeto por la voluntad electoral sinceramente.
El golpe de Estado contra Salvador Allende lastimó no sólo a la izquierda, también a quienes simplemente demandan congruencia política. Y abrió el espacio para probar las medidas económicas del neoliberalismo.
Gracias a la movilización social y a la presión internacional, el gobierno de Pinochet organizó un plebiscito; fue el primero del que tengo memoria que perdió quien lo propuso. Normalmente estas elecciones las gana quien las convoca y organiza, pero el pueblo chileno usó toda su imaginación y fueron más elocuentes quienes deseaban un país libre, demostrando que los anhelos de justicia social no se evaporan, sino que se van solidificando constantemente.
Pero la dictadura no se retiró resignadamente, dejó una Constitución como una camisa de fuerza para los gobiernos posteriores. Así que cuando regresó al gobierno el partido socialista, era una organización temerosa y amarrada, al grado de que quien lideró el golpe de Estado quedó como senador vitalicio.
El impulso social continuó y la coyuntura la dio la pandemia y el aumento de tarifa en el transporte público que desató protestas que fueron aumentando y dieron lugar a un gobierno de jóvenes con destacada participación de la mujer.
El nuevo gobierno consultó si el pueblo chileno deseaba una nueva Constitución y la respuesta de más del 70 % fue que sí, pero el domingo 4 de septiembre el 63 % rechazó la propuesta de Constitución que les ofreció el nuevo gobierno.
Tuve oportunidad de tener en mis manos la propuesta constitucional y de hacer una entrevista en radio con Renato Rojas y Natalia Ponce, quienes participaron en la estructura de dicha propuesta y noté que tenía muchas fallas de técnica legislativa, además de que las repeticiones son constantes.
Por lo pronto, la República de Chile es unitaria, lo que aquí llamamos centralista, y la normatividad que sugieren es que existan regiones y territorios autónomos, pero sin definirse como federalistas.
Además, desaparece la figura de senadores y obliga a que todas las instancias de gobierno sean paritarias; es decir, la composición del poder legislativo, administrativo y judicial no sería el resultado de la voluntad de las y los electores, sino la de los y las constituyentes. Como en México en lo que toca al congreso, con la diferencia de que aquí no hubo un plebiscito.
Cabe hacer notar que en Chile algo más del 51 % son mujeres y en el padrón el 53 %, y que desde que se reinstaló la democracia dos veces ha ocupado el Poder Ejecutivo una mujer. El texto de la Constitución rechazada tiene como constante el presidente o la presidenta, el alcalde o la alcaldesa y así por el estilo, en donde podría decir: “quien preside o la alcaldía como cuerpo decisorio”.
Los entrevistados ya mencionados señalaron la aportación del feminismo y es válido influir, lo que no es válido es cooptar desde una visión unilateral. Existe un menosprecio a los partidos políticos y como consecuencia se nota la ausencia de una estructura que dé gobernabilidad o espacios para debatir sobre la conveniencia del presidencialismo o un modelo parlamentario con procesos electorales acordes a una nueva realidad.
Como una novedad, la fallida Constitución habla del derecho de la naturaleza como sujeto y tiene especial atención en el cuidado del medio ambiente. En términos generales es una buena propuesta que reconoce al Estado como entidad responsable del desarrollo. Acepta que hay una deuda histórica con los pueblos originales y responde afirmando que Chile está conformado por varias naciones con derechos culturales.
Sería bueno que la nueva propuesta tenga definiciones como comprender que en la democracia no hay tabúes, pero la voluntad de las y los electores es sagrada y los cuerpos de los órganos de gobierno deben ser resultado de lo que se deposita en las urnas libremente y no de una ley que obliga a porcentajes.
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Dicen quienes conocen el éxito que no hay regla estricta para esto, pero la del fracaso es querer estar bien con todos. Habrá una reconstrucción de la nueva constitucionalidad y mi voto moral es que el nuevo texto sea más claro, invite a la ciudadanía a participar y modificar los partidos políticos que le den consistencia a su propuesta, y hagan uso de un lenguaje menos repetitivo. Que se encuentren condiciones de participación electoral en igualdad de condiciones y se tenga claro que la igualdad quita libertades, pero la equidad social libera.