Islets, la enferma emoción de perderse entre laberintos

Para los análisis psiquiátricos debe quedar porqué un género de videojuegos, metroidvania*, en que parecemos ratas encerradas en laberínticas geografías, es el más explotado para bien y para mal en la actualidad. Hay algo muy emocionante en explorar los caminos de un complejísimo sistema, siguiendo un mapa que se va dibujando conforme lo recorremos. Islets lo hace de maravilla, con una apropiación muy característica de los grandes del género.

En Islets tienes que ayudar a Iko, un joven guerrero ratón, a unir las islas en el cielo, interactuando con un elenco de personajes estrambóticos que te van describiendo el mundo. Poco a poco vas mejorando tus habilidades y armas, y descubriendo cada vez más de la historia a veces retorcida de este lugar.

Es la segunda obra del diseñador estadounidense de Oregon, Kyle Thompson, quien en dos años programó -y diseñó el arte (dibujó todo a mano) y los ingeniosos niveles-, mientras que su hermano, Eric, se encargó de la música, que tiene una gran deuda con los ritmos electrónicos.

De hecho, los enemigos que enfrentamos en Islets parecen versiones malévolas del anterior trabajo de Thompson, Sheepo (Top Hat Studios, 2020), otro metroidvania con unos genes exóticos, donde los personajes, incluyendo el protagonista, una oveja que cambia de forma, son garabatos que Thompson hizo de niño.

El arte de Islets parece una bucólica combinación entre algunas obras del Estudio Ghibli, las fábulas de animales en libros infantiles y el diseño de la serie Adventure Hour (Hora de Aventura). Pero los ingredientes funcionan porque hay algo muy satisfactorio, por ejemplo, en los sonidos que hace la espada de Iko al matar un enemigo o en cómo te desplazas por los escenarios.

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Te mantiene interesado a pesar de que, como todo exponente del género, seguirle la pista a cómo se conectan los túneles, suele ser una experiencia, emocionante, pero también frustrante cuando pierdes la brújula y no sabes a dónde dirigirte.

El bizarro mundo espiritual te intrigará lo suficiente como para seguir jugando.
El bizarro mundo espiritual te intrigará lo suficiente como para seguir jugando.

 

Contrario a Metroid Dread (Nintendo, 2021), donde el mismo diseño de niveles te impide perderte demasiado en la complejidad de los laberintos, Islets en un par de ocasiones te suelta de la mano y si no sabes cómo navegarlo, te hará abandonarlo. Aunque posee un extravagante encanto y los personajes cargan una vibra muy retorcida, el lore (mitología) no es tan absorbente como para mantenerte enganchado como con otros metroidvanias, como el mismo master de masters de esta época, Hollow Knight (Team Cherry, 2017).

El gen restaurador

Como todo exponente de este género, Islets es esa clase de juego en que tu avance siempre está condicionado a un item o habilidad que en el momento no posees, lo cual te hace siempre regresar sobre tus pasos a explorar pasajes que no pudiste acceder antes. Aquí está muy bien conseguida la sensación inicial de desconexión del mundo, cuando encuentras que los puentes entre los islotes han sido cortados; es una sensación de pesar.

Pero cuando vas descubriendo cómo unir nuevamente el mapa, vas adquiriendo todas las sensaciones que entregan este tipo de juegos y es donde el estilo y la identidad de la obra te dice que no es uno más del montón.

La jugabilidad está muy bien implementada y pronto se convierte en segunda naturaleza. En especial la mecánica de observar el mapa con el botón B (en Nintendo Switch) y hacerle zoom con Y, es una que juraríamos que no funcionaría, pero lo cierto es que sí y pronto nos encontramos recorriendo estas enormes isletas con verdadero gusto. Los gatillos sirven para rodar y disparar flechas y ese uso del control es algo que le va muy bien a la experiencia, porque puedes cambiar el orden de los botones.

Pero donde realmente brilla Islets es cuando comenzamos a unir las gigantescas isletas y todo el mapa cobra una nueva dimensión y se abren nuevas e insospechadas formas en que todo se conecta y es un placer descubrirlas poco a poco, ya con las nuevas habilidades.

La vocación de restauradores de un orden perdido, que es muy grato en juegos como el ya clásico Okami (Capcom, 2006), en Islets se siente muy bien conseguida, nos hace sumergirnos más y descubrir hasta el más mínimo secreto.

Islets es un juego que sigue su género al pie de la letra, pero en medio de todo, sí late una identidad muy particular que se manifiesta en la sobriedad del arte de Kyle Thompson, un gran talento de la industria en un “pequeño” juego que te dará más de una sorpresa mientras lo recorres.

Algunos de los personajes que encontrarás deberían visitar al psiquiatra.
Algunos de los personajes que encontrarás deberían visitar al psiquiatra.

Lo bueno: Un metroidvania que pueden jugar los niños, en que la violencia es muy bien disfrazada; matar monstruos es súper satisfactorio.

Lo malo: Aunque el ave con el catalejo, al lado del hospital, te dirá a dónde dirigirte (por una módica suma, claro), perderse es algo inevitable en este género y la sensación de angustia puede ser difícil de superar para algunos jugadores.

Lo genial: El Hub, que navegas en tu destartalado barco de madera, recuerda mucho a los grandes clásicos de Hayao Miyazaki, como Tenkü No Shiro Laputa (El Castillo en el Cielo, 1986). Los jefes nos darán grandes batallas y algunos de los personajes que te topas llevan lo bizarro en la sangre.

Juego: Islets
Lanzamiento: 12/08/2022
Diseñador: Kyle Thompson
Desarrollador: Kyle Thompson
Distribuidor: Armor Games (Estados Unidos).
Para: Nintendo Switch, Xbox One, Microsoft Windows, Xbox Series X/S y Steam.

Trailer de Islets:

*Metroidvania: género de videojuegos que se enfoca en la exploración y progreso no lineal. El término está compuesto por los nombres de dos sagas que por primera vez utilizaron esos elementos: Metroid y Castlevania. (Wikipedia)

Por Jesús Serrano Aldape

Jesús Serrano Aldape es escritor y periodista, graduado de la UNAM, licenciado en Ciencias de la Comunicación, se tituló con una tesis sobre el Universo Trágico de David Bowie. Le gustan la música, el cine y los videojuegos, el teatro, los deportes y la política, temas de los cuales ha escrito durante 20 años en publicaciones como Trasfondo, Milenio, Replicante, La Mosca en la Pared, entre otras.