Adiós a Julee Cruise, leyenda del dream pop y musa de David Lynch

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No bien se extinguió tu vida, Julee Cruise, volviste al onírico bar en la mitad del camino donde David Lynch te concibió como melancolía pura, para que sus conejillos de indias encontraran algún consuelo antes de subir a la locura o al cadalso.

Ese consuelo era tu voz, hermosa Julee Cruise. Casi en confidencia, creaste junto con Angelo Badalamenti una versión propia de un género: el dream pop, porque cientos de artistas querían (y quieren) imitar la forma en que “caías enamorada”, como en el mítico inicio de Twin Peaks; porque tu voz sabía sortear las lentas avenidas que le colocaba Angelo para avanzar, pero lo que hacías con su música, que no llame a confusión, era hallazgo tuyo, sólo tuyo.

Victoria Legrand de Beachhouse te debe la vida.

Pero no nos engañemos, tan etérea como tu música, tú eras en la vida real caústica y difícil de tratar hace unos pocos años, mientras padecías del lupus que finalmente se cobró tu vida, en tu auto exilio en Inglaterra, lo explicaste muy bien.

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Cuando la gente te decía: “eres el soundtrack de nuestras vidas”, sólo respondías: “No, yo no quiero esa responsabilidad”¹.

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En la música pareces una musa inmaterial, pero tu personalidad era la de una punk, la de una chica con política de no tomar prisioneros. Convencida de que Floating Into the Night (1989) y The Voice of Love (1993), que hiciste con Angelo Badalamenti y David Lynch como letrista, fueron grandes discos seminales, pero también sincera de que el primero es mucho mejor que el segundo, y de que querías huir de la responsabilidad y el nicho en que te colocaban. Simplemente querías otros aires para ti.

Y por más que era un encanto que te relacionaran con David Lynch, no querías ser apéndice de nadie, querías ser la líder, la principal en tu grupo, y la frontwoman sin ambages, algo que el señor ego Lynch jamás te permitiría. Luego el lupus y su agonía te debilitó y te hizo ocultarte.

En sueños

Temprano, David se dio cuenta que contigo había obtenido nada menos que a su propio Roy Orbison, pero en mujer; porque la grandeza del In Dreams, de Blue Velvet (Terciopelo Azul, 1986) era difícil de imitar, siquiera de transmitir con esa belleza de música de los años cincuenta, los golden years del sueño americano, cuando pocos sabían que lo que había justo detrás de la cortina era una horrenda pesadilla; que el sueño estaba afincado en una.

Mysteries of Love, de Blue Velvet, fue bendición y maldición al mismo tiempo, porque tú no eres un ángel etéreo que todo el tiempo cante de amor, como si de un auto sacramental se tratase.

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Pero yo sí crecí creyéndolo. Y creo que todo cambió cuando David te encontró dentro del radiador. Porque en algún rincón de mi mente, siempre he creído que tú eres la musa de Henry Spencer, el bizarro personaje de Eraserhead, que a su vez, siempre creeré que es el propio Lynch, hasta por sus complejos edípicos, su timidez y su voluminoso corte de cabello.

Porque es perfecto tu fraseo sincopado, es decir, es perfecto para sugerir sueños, extravíos; para colocar a personajes entrañables en disyuntivas en que enfrentan verdaderas proezas. Jamás olvidaré cuando Laura Palmer olvida su vida disipada en medio de un mojigato pueblo quieto, en el que es reina del baile (prom queen, dirían), y en la realidad por las noches es visitada por un monstruo. Ella por fin se encuentra a sí misma, llora, mientras escucha Cuestions In a World of Blue.

E inerme, sin ninguna máscara, te escucha en el escenario, un instante en que tu voz la pudo hacer huir del bar clandestino y aplazar su autodestrucción al menos un día más. Y tú eres espectral, porque pareces un eco de todo lo bueno, de la ternura maternal que Laura siempre necesitó que le hiciera recapacitar. Porque tu voz era esa placidez de pueblo quieto con la que llegas a tomar café entre los sicómoros.

Pero te acompañaba Kinny Landrum, que con sólo una presión de las teclas de su sintetizador y un timing perfecto, convertía la plácida melodía de ensueño campirano en una pesadilla sin cuento.

Y le cantabas a Laura: “¿Por qué te fuiste? / ¿Por qué me abandonaste?”. Y Laura mira al vacío, por fin encontrándose. Tu voz la guía, la cuestiona: “¿fui yo? / ¿fuiste tú? / preguntas en un mundo de azul (tristeza)”.

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Tu voz inspiró a Lynch, incluso a querer patentar esa magia musical que creaste con Angelo. Sabemos que había tensión entre ustedes, y que no estabas ni tú ni el señor Badalamenti, pero la metamorfosis de la chica por fin encontrada en Inland Empire, (El Imperio, 2006) eres tú en alma y espíritu, es el réquiem de Laura Palmer encontrándote por fin en los cielos, donde ahora te encuentras, Julee Cruise.

De noche

En medio de luces rojas y azules tomas el micrófono y nos mandas al sueño arropados. En The Nightingale. Es otra letra de David Lynch, que tras tu deceso dijo: “Me acabo de enterar del fallecimiento de la gran Julee Cruise. Tristes noticias. Es un buen momento para apreciar toda la buena música que ella hizo y recordarla como una gran artista, gran cantante y gran ser humano”.

David intenta ser sobrio y no llorar. Sabe que tu naturaleza mítica no debe ser trastocada, no importa las diferencias que tuvieron en la vida real. Te ama, no lo dudes ni un instante, y te desea un hermoso sueño, con tus cenizas esparcidas por todo Arizona, tal como querías.

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Pero vuelvo… Aquella lenta melodía eres tú para siempre, porque viviste en ella, la colonizaste y diste a luz a generaciones de artistas, sólo con tu voz y tu alma.

Y a la fecha, yo no concibo otra pieza que represente el misterio de la noche y los sueños que The Nightingale, porque cuando la escucho, sólo quiero cerrar los ojos y dejarme conducir indefenso de tu mano, hacia un nuevo día.

Porque alude a un ave, el ruiseñor, que en simbolismo, es lo que era la música que proyectabas, hermosa Julee Cruise: Creatividad, la musa, la pureza de la naturaleza, la tradición espiritual, la virtud y la bondad².

Y allí cantas en medio de la penumbra ante un auditorio mínimo, en el escenario de pueblo a mitad del camino donde es tan tarde y ya nadie presta atención a la música. Pero tú la entregas como si te estuvieran viendo los mil multiversos. Y tu banda te sigue como en el sueño que después intentó emular con toda su carrera, Hope Sandoval y su Mazzy Star.

Pero me desvío… La banda y Angelo te arropan en una suerte de vals para bailar abrazado. Y tus voces en el coro guían nuestros torpes pasos en la oscuridad. Y los coros tuyos (dificilísimos de interpretar, calvario para empatar la multiplicidad de voces), en el fondo se van convirtiendo en poderosas insinuaciones que avanzan como si quisieran fusionarse con ternura espiritual.

Ay, el poder de tu voz… Con tus silencios que dejan respirar a la guitarra de Vinnie Bell y al teclado Fender Rhodes de Angelo… y luego tus voces regresan… y el canto amado. “Mi corazón vuela, con el ruiseñor / a través de la noche / a través del mundo”. Y luego está todo completo: la oda a la noche, al misterio de cerrar los ojos y dejarse ir, guiados por el sutil saxofón y tu hermosa voz. Y pronto no hay más resistencias.

Para amarte,
por siempre

Julee, chica dentro del radiador, descansa en paz.

Referencias

1. “Julee Cruise is not to be messed with”, Ashley Naftule, 23/08/2018, pitchfork.com, https://bit.ly/3Otov59

2. “El simbolismo y el significado espiritual de los ruiseñores”, Radiance Talley, 01/12/2021, bahaiteachings.org, https://bit.ly/39JbHZI

Por Jesús Serrano Aldape

Jesús Serrano Aldape es escritor y periodista, graduado de la UNAM, licenciado en Ciencias de la Comunicación, se tituló con una tesis sobre el Universo Trágico de David Bowie. Le gustan la música, el cine y los videojuegos, el teatro, los deportes y la política, temas de los cuales ha escrito durante 20 años en publicaciones como Trasfondo, Milenio, Replicante, La Mosca en la Pared, entre otras.