¿A qué juega Ebrard?

Ebrard

La semana pasada Marcelo Ebrard quemó sus naves y se lanzó contra el proceso de selección que están viviendo en el partido del presidente. Dijo que no hay suelo parejo y que están haciendo mal uso de los recursos públicos, ya que varios funcionarios están usando el presupuesto, como en la Secretaría del Bienestar, para impulsar la campaña de Claudia Sheinbaum.

En ese mismo discurso aseguró que él no era desleal. Se puede leer que ese dardo llevaba, además de Mario Delgado, presidente de Morena, la dirección de Palacio Nacional; es decir, a Andrés Manuel López Obrador, el jefe de partido.

La historia de Ebrard ha estado subordinada a la de López Obrador, quien lo puso como funcionario cuando éste fue jefe de gobierno en el 2000. Ahí lo mantuvo y protegió cuando no actuaron con los linchados de Tláhuac y Vicente Fox, entonces presidente, ordenó su destitución.

Luego de esos acontecimientos y decir que todo era un complot para descarrilar al tabasqueño, lo perfilaron para que fuera su sucesor en el entonces GDF, mientras López Obrador llegaba a la presidencia de la República y en 2012 repetir la ecuación…, pero se les atravesó Felipe Calderón.

Con la derrota a cuestas, pero con el premio de consolación que les representó la Jefatura de Gobierno en prerrogativas, López Obrador se inventó la presidencia legítima para catapultar su segunda campaña y recorrer todo el país. Para tal motivo pidió a diputados y afines aportaciones para sus giras, entre ellos, a quienes trabajaban en el GDF y habían sido colocados por instrucción de López Obrador, todos le entraban al juego.

Pero la cosa cambió rumbo al 2012 en que Marcelo Ebrard manifestó sus intenciones de contender por la presidencia. Ebrard sentía que era su momento porque había logrado impulso con la construcción de la Línea 12 del Metro, mientras Felipe Calderón y los panistas se ahogaban con tanto muerto por su fallida guerra contra el narcotráfico.

Así se enfrentaron en una campaña interna López Obrador contra Ebrard. Las casas encuestadoras ponían muy cerrado el resultado. Al final, López Obrador y sus cabilderos lograron convencer a Marcelo, quien a regañadientes le dio vía libre para su segundo intento que sucumbió ante Enrique Peña Nieto, quien lo atropelló en la elección.

Al inicio de aquel sexenio, Ebrard pensó que podría manipular a Miguel Ángel Mancera como lo había hecho López Obrador con él, pero el rompimiento fue prematuro y salió por piernas de México porque se destapó la corrupción en la construcción de la Línea 12 del Metro.

Hubo distanciamiento con López Obrador, pero el poder entre los políticos lo reconcilia todo y regresó para apoyar la tercera campaña del tabasqueño rumbo a la presidencia. El excanciller le operó la campaña desde Estados Unidos, presentaba el proyecto con políticos del país vecino, pues había acompañado a Hilary Clinton en la intentona por ser presidenta.

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Cuando regresó a México fue para incorporarse a las filas de Morena y con el triunfo convertirse en parte del gabinete. A pesar de entregarle buenos resultados a su patrón, lo ha mantenido a distancia de su primer círculo y de su corazón, que lo ocupa Claudia Sheinbaum para el relevo en Palacio Nacional.

Así que Marcelo sabe que es su última oportunidad. El tiempo no perdona y difícilmente se colocaría en otra posición parecida. Pero, seamos claros, Ebrard se formó en el viejo PRI donde privilegiaban a los “hombres de partido”, eso le enseñaron sus mentores y así se va a comportar.

Tiene tres escenarios posibles: es el elegido por la encuesta, se alinea a la campaña de Sheinbaum o se va a Movimiento Ciudadano, pero con el permiso de López Obrador que sigue teniendo línea directa con Dante Delgado.

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Hasta la próxima.