La explosión de pirotecnias que culmina el primer Lunes del Cerro, con la Guelaguetza para pájaros madrugadores y otra para aspirantes de tecolotitos. Es fácil decir que toda la expresión de los más de 1,400 integrantes en el escenario circular es un espectáculo premeditado, y la entrega que reciben del público es el aliciente para regresar y representar cada una las regiones de Oaxaca.
Pero el preparativo días antes, me hizo enjugar una lágrima de emoción. Es porque el desfile de delegaciones del sábado 23 de julio, fue un momento que vivirá en mi memoria, pues no me había dado cuenta cuánto lo esperaba. Me deja ver que, a un oaxaqueño ni la lluvia, ni el día gris que sólo parece invitar a la congoja, lo detendrán en el avance de las delegaciones.
Y le confieso que me emocionó ver la marcha, con las vallas coordinadas por algunos voluntarios. Los ciudadanos oaxaqueños, conscientes de su deber cívico, aguantaron la llovizna; algunos sacaron sus paraguas, pero la mayoría simplemente abría los ojos como buscando capturar en sus retinas aquellos instantes.
Los adoquines ya listos, me quise imaginar que eran verdes como los de la Verde Antequera, pero repasaba las cabriolas de las chinas oaxaqueñas, y de esos gigantescos muñecos que giraban. Pensé que sólo una bailarina con verdadera devoción aguantaría con esos hermosos jarrones y describiendo esas cabriolas, y la sonrisa, no me haga ahondar en esa sonrisa. Me sentí orgullosa de mi Oaxaca.
Yo estaba fascinada, porque lo primero que vi de las delegaciones fue un contingente de músicos con pantalón blanco de manta. Traían el ritmo de la Revolución consigo. Estaba embelesada por verlos otra vez ahí, para darnos un momento de felicidad ahora que tanta falta nos hace. Avanzaban a su ritmo, mientras los coloridos trajes típicos nos robaban suspiros.
Era como una comunión aceptar la lluvia con los artistas que desfilaban, y era imposible no querer seguirlos. Dos años de no estar aquí, con ellos. Ya el gobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, había encabezado esta procesión de colores y actitudes rebeldes. Me fijé en cómo un señor, ya entrado en años, sostenía el saxofón con una mano y por tal motivo, los sonidos no eran tan afortunados.
Pero a ninguno de nosotros nos importaba, era nuestro regreso al origen de la cuestión. Con su actitud de rebeldes nos levantaban el ánimo. Porque los tambores de mi identidad me llaman, con ellos me siento orgullosa de mi linaje zapoteca. Y creerá que ya ni me fijaba en los portaestandartes, sólo sé que noté que algunos de ellos hasta novio o novia echaban.
Como ese de San Pedro Comitancillo, en que la bailarina se muestra esquiva de su acompañante, que busca robarle un beso, y así se paran para obsequiarnos ese pequeño drama. O los bailarines de Cuilapam de Guerrero, orgullosa cuna de la Danza de la Pluma en todo su esplendor.
No me hagan elucubrar, pero no pienso que sea tan inocente la manifestación de estos hermosos bailarines. Algunas sonrisas caben todavía dentro de la urbanidad, pero no se confundan, tanto movimiento y zangoloteo no es otra cosa que un llamado hermoso a la procreación.
No soy una experta en la Guelaguetza, pero juro por Dios Padre que, en algún momento, uno de los músicos tocó la música de su pueblo como swing de Nueva Orleans, sensualidad que ya quisieran otros. Ya vería hasta al Padre Solalinde tratando de refrenar un poco las manifestaciones de júbilo. Pero querido Padre, es su momento y la “inocencia” del Indio Juan Diego ya duerme con los peces.
Dignidad y esperanza
Les juro que nunca he presenciado tanta subversión, y ellos fueron mis favoritos, porque es la expresión de todo lo que son. Si es que estás de acuerdo que los diablitos de Santa María Zacatepec parecen engendros de una película de terror. Me rinden con su expresión libre, se atreven a caminar, exaltando con identidad rebelde y artística, van en bóxers, con el torso y las piernas pintadas de rojo.
Y con los toros me imagino en Creta, ¡qué viaje! Qué diablillos, parecen hacer círculos, como en esos rituales de la prehistoria en que desatar todas las potencialidades humanas constituía en reinventar el mundo. Pueblos de Oaxaca, no ignoramos su dolor, la pobreza extrema, la incomprensión de siglos, pero aquí no son pueblos conquistados, no permitan nunca que alguien los mire de soslayo.
Ustedes son materia de sueños y en sus pasos, al ver al pequeño ya llevando su esfera con talento y entusiasmo, “es un orgullo ser oaxaqueño”. Transmiten una dignidad que no es de pasarela, es esa idea de que no importa cuánto nos haya pegado el Covid o los sismos y huracanes, no necesitan más que hablar el idioma de la danza y la música, para darnos porvenir. Vi a varias abuelitas en su silla sonreír.
Horas esperando para que sólo unos instantes después el contingente avanzara. Y de pronto la lluvia también desaparece y voy siguiendo la comitiva por toda Avenida Juárez. Es todavía bastante temprano. Cae la noche y bailarines y músicos siguen prodigando alegría.
Y me dice uno que no ha parado de darle a su trombón en un buen rato, deleitado por la entrega de algunos de los asistentes: “¡Bienvenidos todos a Oaxaca, esta fiesta es para ustedes!”. Se quita el sombrero y lo pone en su pecho, y recita alguna copla que no alcancé a memorizar. Pero entiendo que la fiesta dio comienzo y estamos muy contentos de que así sea, ya los extrañábamos.
Éxito rotundo
El 90 aniversario del Homenaje Racial contó con 35 Delegaciones Representativas de 7 de las 8 Regiones de Oaxaca, que participaron en las cuatro representaciones del Lunes del Cerro los días 25 y 1 de agosto. Al cierre de esta edición se habían realizado ya la edición matutina (10:00 AM) y vespertina (17:00 PM), del primer lunes, con llenos absolutos en el Auditorio Guelaguetza.
LAS CIFRAS
57
Las comunidades que fueron examinadas por el Comité de Autenticidad, quienes seleccionaron a las 35 Delegaciones.
1
Región ausente de los festejos: Sierra Norte, quienes evitaron participar debido a los casos de Covid-19.
460
millones de pesos, la derrama económica para el estado de Oaxaca por las festividades, de acuerdo con el Gobierno del Estado.
40
El número máximo de integrantes de cada delegación.
12 mil
espectadores los que caben en el Auditorio Guelaguetza.