María Sabina, entre el marketing y el misticismo

María Sabina, entre el marketing y el misticismo

María Sabina cautivó a miles de teóricos en busca de una dosis de misticismo liberador. Ella no reparaba tanto en ello, tenía como principal fijación escuchar lo que el santo nanacatl tenía que decirle. Caminando, con hambre, rumbo a los montes en donde después de la lluvia brota la carne de dios por todas partes.

El 30 de marzo pasado, se inauguró en la Cámara de Diputados de San Lázaro una exposición que reconoce a “Las primeras mexicanas de los siglos XX y XXI”, que incluye a mujeres influyentes como Rosario Castellanos, Elvia Carrillo Puerto y, por supuesto, a María Sabina de Huautla de Jiménez. Y ahora mismo se exhibe en la Cineteca Nacional el documental Sabina Sombra, que vuelve al mito para comercializarlo.

Sabina (1894-1985) no sólo es el estandarte de un turismo muy próspero en dicho Pueblo Mágico, sino que es un ícono cultural y mercadológico que se ha implantado en la cultura popular y quizá en 2022 esté al nivel de la imagen mediática de Frida Kahlo a nivel mundial. Una euforia que comenzó a inicios de los años sesenta, cuando la juventud del Flower Power buscaba experiencias que les dieran legitimidad a sus proclamas de amor libre y uso de sustancias.

Fue la época en que hordas de jóvenes clasemedieros estadounidenses y europeos se enfilaron a una entonces olvidada región de la Sierra Madre Oriental, en la zona mazateca. Un célebre artículo de la revista Life, escrito por Gordon Wasson en 1957, había abierto la puerta a semejantes exploraciones de lo exótico.

“Otra historia de un aventurero y versátil hombre blanco accediendo a un mundo oculto por medio de una inmóvil mujer nativa, como Cortés y La Malinche, John Smith y Pocahontas, o Jake Sully y la mujer azul de Avatar, introdujo a Estados Unidos a una nueva fuente de espiritualidad y auto realización y le dio a una emergente comunidad psicodélica global, su propio mito fundacional”, señala Ben Feinberg en su artículo “Cute as Children, but Not Handsome As Adults: María Sabina, Life Magazine and Cold War Propaganda”.

De ahí a las visitas de John Lennon, Jim Morrison, Aldous Huxley, Walt Disney y Timothy Leary, sólo hubo un paso, y gradualmente los demás curanderos de Huautla comenzaron a revelarse y el exótico paraje en las montañas, uno de los más pobres del México de esa época, comenzó a ganar en relevancia, a grado tal que en el actual letrero que celebra el reconocimiento de Huautla como Pueblo Mágico, conseguido en 2015, está María Sabina y sus “niños santos”.

Los hongos alucinógenos gradualmente sustituyeron al café como la industria más próspera de la región, algo que advirtieron los mazatecos más encumbrados en la sociedad. Y así es en la actualidad. Se puede resumir que lo que se comenzó a globalizar en los sesenta no es otra cosa que una lucrativa industria de millones de dólares de los químicos presentes en los hongos, la psilocibina.

Es donde la verdadera historia cuenta que María Sabina murió pobre y su familia batalló en capitalizar la fama de la sacerdotisa de los hongos, quien, sin embargo, es una de las imágenes más respetadas de la juventud actual que busca, tal y como hizo la generación de los sesenta, iconografías, héroes y heroínas para legitimar su búsqueda identitaria.

“Como con otras figuras históricas, su imagen fue absorbida por el multiculturalismo neoliberal que permite que su imagen sea consumida sin que (el espectador) se involucre en las luchas de una indígena mazateca”, escribe Iván Sandoval-Cervantes en su ensayo “Re-territorializing María Sabina: Huautla, Mushrooms, and Politics”.

Con María en Huautla

La conquista de María Sabina. Hoy día, el mismo letrero que recibe al visitante en Huautla de Jiménez, Oaxaca, no alude a una de esas paradisiacas escapadas creadas al reflejo de un viejo pueblo español que los españoles peninsulares hubieran extrañado en el siglo XVI. Es una estatua de María, la sacerdotisa de los hongos, y un dibujo de hongos, como en un giño subterráneo: “Vengan aquí, donde John Lennon encontró revelaciones que le llevaron a aguantar una vida con Yoko”, o algo así.

O como el poeta mexicano Homero Aridjis la describe: “La más grande poeta visionaria del siglo XX en Latinoamérica”. Ella era una original; no necesitaba de las poses. La célebre imagen de ella, fumando, con una dejadez placentera, un cigarro de mariguana, es pura autenticidad. Ahora tan icónica como la imagen del Che Guevara de Korda, viendo extraviado a la nada, o como el bigote de Frida Kahlo.

Digamos que era un ser que en cada acción enseñaba postulados de resistencia, sin siquiera quererlo así. Así era su vida, simplemente no necesitaba la pose para llenar la habitación de su presencia, y de una densa nube de humo: lecciones para viajes astrales, un tipo de turismo que desde entonces ha tomado a Huautla y que las autoridades ya no relacionan, inteligentemente, con vírgenes pastoras y curas dispuestos a beber pus para ganar su absolución en el más allá.

María ha sido canonizada por miles de aventureros, al grado tal que la casa en la que vivió diez años es uno de los principales atractivos de la neblinosa Huautla, por encima de la catedral de San Juan Evangelista, que luce un azul casi inmaculado, muestra de que la fe tradicional parece hacerse a un lado en esta región. Luego están esos caminos rumbo al altar, con la imponente mole pétrea de la sierra a los costados. Son postales que parecen deberse a dioses más antiguos.

Es obvio que Santa Sabina ganó la batalla, sin siquiera saber que estaba en una. De su casa parte el camino al cerro que la elevó a tales consideraciones de la fe, pagana, algunos dirán herética, pero llena de revelaciones y de búsquedas que trascienden la realidad. Aunque ella, decía, buscaba a Cristo.

El ritual de la madre

Los cantos pastorales, la concepción de semillas y bebés, el vínculo de la tierra con el ser, con la vida. Una poesía de sencillez (que no simpleza), que reivindica la tradición de los curanderos mazatecas: “Soy una mujer de luz, soy una mujer de día”, y con ella inauguró el camino de muchos que la vinieron a ver como guía.

Y era tan sencillo, pues la zona montañesa de Huautla explicaba todo, una cultura basada en seguir los caminos trazados por interminables tránsitos por las laderas, hasta que se forjaba un camino ante los pasos, luego del viaje de introspección, ese que las palabras no pueden describir.

Pero hete aquí, que María hablaba de seguir los pasos de Cristo. No, no una antigua deidad sanguinaria mexica. El clavado en el madero. Al que va a ver el envuelto en el viaje iniciático provisto de los hongos, “los niños santos”, que María sólo comió por primera vez, hasta que ya sabía los cantos de la tradición de chamanes mazatecos que ella honraba con cada expresión durante la búsqueda.

Y dicen que María le imponía una vida musical al rito transportador. Con las inflexiones de su voz, la melodía en sus cánticos, y el ritmo con el que se convertía en mujer sopla humo y convertía inconsciente el procedimiento típico, en una pieza de arte teatral.

Su cuerpo vibraba llevada por los hongos que había consumido, invocando los nombres de vírgenes y santos, arrastrando las sílabas finales de sus nombres para un efecto de tonos en reverberación: “ki ko ka ka ki forma de Cristo”. “M ama mai, conviértete en madre”.

Una imagen que se reactualiza

En la actualidad, María Sabina es la razón por la que cientos de turistas extranjeros visitan cada año Oaxaca. Loa atrae el fenómeno mediático que suscita en todo el mundo María. Siguen una imagen desideologizada, que ignora que, en México, todo conocimiento ancestral, es cultural y político.

Iván Sandoval-Cervantes advierte en su ensayo sobre la despolitización de María Sabina, que, en su visita a Huautla, hace unos dos años, el actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, grabó un video en el que resalta el paraje como el lugar donde nació María Sabina. Pero también los dos ideólogos de la Revolución Mexicana: los hermanos Ricardo y Jesús Flores Magón.

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Esa idea en que se revaloriza no sólo la importancia de la imagen sin contextualización, sino la carga política y transformadora de una ancianita fumando un cigarro de mariguana, es el siguiente reto del turismo. No sólo venderse como una oferta de turismo “trasgresor”, sino teniendo en cuenta los alcances culturales y socio históricos de los personajes de su historia.