La canción que Zoé no quiere que escuches

Zoé

Bueno, en realidad Zoé sí quiere que escuches esa canción, lo que teme, y con mucha razón, es que su público potencial (no el objetivo, a ese lo tienen en la bolsa), huya ante tal “complejidad”. En la industria discográfica es más que sabido: será mejor que tengas una muy buena razón para grabar canciones de más de seis minutos y más si tu banda es una de las más populares en México y en Latinoamérica.

Es el dilema con Ese Cuadro No Me Pinta, perteneciente al más reciente trabajo de la banda, intitulado Sonidos de Karmática Resonancia (EMI, 2021), álbum con múltiples inspiraciones y el sello de ser uno más de esos trabajos concebidos durante la pandemia.

Ese cuadro no me pinta es una canción que León Larregui, su vocalista, no teme decir que es de sus favoritas, uno de esos lujos, que, en sus palabras “sólo nos podemos permitir una o dos por disco”, según comentó al staff de Apple Music.

No sólo por la duración y la temática, (que cualquiera podría interpretarla como un manifiesto anti 4T, claro, si ese cualquiera fuera Marko Cortés, el presidente del PAN o Enrique Krauze), sino porque se escucha una banda que no teme empujar el talento de sus músicos a otros horizontes.

Yo sí le creo a Leo. Como músicos, Zoé ya son maestros, expertos en pensar sus tempos particulares y en la ejecución, con un hervidero de influencias musicales de primera que se palpan en ellos en cada canción, se escucha una banda dueña de sí, músicos profesionales en una empresa. Esto último los limita y ellos lidian con ello de formas que van de lo honorable, a lo muy barato.

Es entendible. Zoé como banda, debe darle de comer a múltiples familias y por eso, los discos deben ser un éxito, no variar de la idea y fórmula que ya han establecido. Para una agrupación de rock mexicana, aquí se trata de seguir o morir.

Y para que el lector se dé una idea de lo difícil que es para un músico seguir los dictados de su corazón, sólo tiene que ver al genial Michael Gira, líder de la banda de culto Swans, cuyo más reciente álbum, Is There Really a Mind?, sólo pudo ser financiado a través de Patreon y el dinero de muchas almas altruistas; es increíble, pero ni Gira, creador de invaluable arte sonoro, tiene asegurada la continuidad de su proyecto.

Es la debacle que trata de enfrentar un ensamble tan consolidado como Zoé, (¡tienen 27 años y siguen!), en cada disco. Por eso Popular suena a ese rock adolescente tan afín a sus primeros discos, porque sus números les han de demostrar que muchos chavitos de secundaria fajan con sus rolas de fondo, y ellos “quieren hablarle más a esa generación” (aunque suene absurdo para un cuasi cincuentón como Leo), no sólo por un indudable compromiso con la salud mental de los nuevos públicos, sino porque ahí está el varo y el continuar con su idea Fidel Velázquez de banda, así de sencillo.

Por eso también, está esa indefinición esotérica de dijes coyoacanescos que sobrevive en Tepoztlán y Velur; y los ya tradicionales textos románticos de Leo (Karmadame, El Duelo, Canción de Cuna para Marte), porque Zoé es una marca. Por eso Leo no puede dejar de cantar y componer al ritmo de la música, porque en nuestra más tierna imaginación, ellos son nuestros The National y quieren ser tan longevos como los Rolling Stones. Tienen un sello que no pueden abandonar para irse a buscar la pura satisfacción del arte por el arte.

Es lo que hace del disco un todo artificioso y nada cohesionado, como en ese intento de balada épica, SKR, (eso de “castillos de venganza” sigo sin entenderlo, Leo), que comienza con una promisoria idea de synth pop, pero luego naufraga en la burda pretensión de ser esa balada para que los fans saquen el encendedor en los conciertos, algo que, híjole… Demasiada ambigüedad y esoterismo de libro motivacional.

El momento inspirador

Es por ello que Zoé quiere decirte que, aunque su verdadero potencial creativo está en esa joyita: Ese cuadro no me pinta, casi al final del disco (hasta su situación en el tracklist), no puede darte más, porque es un acto que ha sobrevivido más de dos décadas y no pueden arriesgarse a convertirse en algo demasiado espeso.

Comienza con la batería de Rodrigo Guardiola y los efectos de sintetizador de Jesús Báez, creando verdadero peligro, un rito de preparación muy enfático, con la guitarra de Sergio Acosta, muy en el estilo de las canciones más expansivas de The Cure y un sencillo arpegio que prepara la entrada de Leo, casi dos minutos después de iniciada la canción, para un inmejorable efecto dramático.

Apostar la eternidad por un gramo de mórbida
atención no es la mejor negociación
Satánica misión el enfermar al pueblo por un
profit y brutal total control

Una tensión que luego lleva a cuidados efectos de sintetizador, dibujando un mejor panorama con sus destellos sónicos, cuando llega al coro:

Ese cuadro no me pinta
Tu narrativa no me vibra
Detrás del telón hay algo raro, ¡Atención!

Luego los elementos que nos había presentado poco a poco la canción, confluyen con un bajo inventivo y determinante de Ángel Mosqueda, y un todo que crece cada vez más, hasta que desciende y al estilo del Home de Depeche Mode, nos va conduciendo a la puerta de salida, dejándonos con las interrogantes de las líricas. En verdad buena canción, muestra de los alcances de Zoé cuando el compromiso es la creación y no cumplirle a su marca registrada.

Otros buenos temas son Fiebre y la cerradora Bestiario. ¿Quizá la banda podría sacar un disco con sólo canciones de éstas, Leo? ¿No? Bueno. Déjenlo para cuando Leo y los muchachos reciban su pensión del Peje, porque una banda de rock en México no suele sobrevivir tanto, y ellos, que tienen un talento indudable, quieren que cual CTM, sus hijos y nietos hereden sus plazas. Bueno, esto último, una exageración.

Escucha aquí, Ese cuadro no me pinta de Zoé:

Nota:
Zoé inicia su gira por México el 3 de marzo, con un concierto en el Polyforum León, en León, Guanajuato. El 5 de marzo se presentan en el Palacio de los Deportes de la Ciudad de México.

Por Jesús Serrano Aldape

Jesús Serrano Aldape es escritor y periodista, graduado de la UNAM, licenciado en Ciencias de la Comunicación, se tituló con una tesis sobre el Universo Trágico de David Bowie. Le gustan la música, el cine y los videojuegos, el teatro, los deportes y la política, temas de los cuales ha escrito durante 20 años en publicaciones como Trasfondo, Milenio, Replicante, La Mosca en la Pared, entre otras.