David Robert Jones, cuyo alias más famoso era David Bowie, no sólo era teatral, era teatro, y como tal hizo de sus últimos momentos en vida una obra de arte.
Fallecido el 10 de enero de 2016, tan sólo dos días después de su cumpleaños 69, víctima de cáncer de hígado, la noticia de su deceso, que repercutió a nivel mundial, fue el instante culminante de una prolífica y evanescente obra artística y el momento en que todos los dispersos discursos de su último álbum, Blackstar (ISO, 2016) -que había salido a la venta el 8 de enero, día de su cumpleaños-, adquirían sentido.
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Claro, un sentido de teatro, de puro drama, en que la muerte del artista era el hecho que le daba coherencia a una construcción, a un discurso lírico que cerraba una destacada carrera en las artes de forma significativa.
Y es que era muy inesperado todo, pues Bowie acababa de firmar su álbum de estudio número 26, uno en que la crítica especializada coincidía –en su mayoría– que era un regreso a la ambición creativa de su mejor producción, a comienzos de los setenta.
Donny McCaslin, el último hilo conductor de Bowie

En el álbum, el artista trabajaba notablemente con el saxofonista Donny McCaslin, y lo utilizaba como hilo conductor de su propuesta en turno, como una vez utilizó a los guitarristas Mick Ronson, Earl Slick, Robert Fripp, Adrian Belew o Reeves Gabrels, para proyectar un inusitado renacimiento expresivo de la mano de distintos estilos de jazz.
Su última aparición en público la había realizado el 12 de diciembre de 2015 en Nueva York, en el estreno de Lazarus, un musical coescrito con la dramaturga Enda Walsh, que continuaba la historia de Thomas Newton, el alienígena de la película de Nicolas Roeg, The Man Who Fell To Earth (1976), que Bowie había encarnado tan destacadamente. Una obra en donde el papel de Newton lo efectuaba Michael C. Hall, el célebre Dexter Morgan de la serie televisiva, también músico de rock, quien cantaba el tema que da nombre a la obra.
Michael C. Hall interpretando Lazarus:
Todo auguraba a un Bowie listo para un enésimo nuevo aire de creatividad sin cortapisas, pero dos días después del lanzamiento de Blackstar, se anunció su deceso. Lo desconcertante es que tal suceso trágico, además parecía un momento de epifanía, pues le daba sentido a muchos detalles que parecían cabos sueltos en su nuevo disco.
Por principio de cuentas, Blackstar, su primer álbum desde The Next Day de 2013, era el único de toda su carrera en que no aparecía una imagen de él en la portada. No un detalle trivial, ya que, desde el drama, Robert Jones nos enseñó durante décadas que ese personaje de la portada, sería asesinado por su bowie knife, su cuchillo de dos filos, pero ahora no había a quién asesinar.
En lugar de ello, la portada era una estrella negra sobre fondo blanco, con una ingeniosa tipografía del diseñador Jonathan Barnbrook, que simplemente decía ‘Bowie’, por medio de los mismos recortes de la estrella.
Tras conocerse su muerte, nació el mito y ahora muchos se explicaban que el misterioso color negro de la estrella se debía al tono de los órganos internos cuando éstos padecen de cáncer; una hipótesis que es tan Bowie, que quizá tenga esa lógica, pero jamás lo sabremos de cierto, como todo lo que rodeó a este artista.
Portada de Blackstar:
Alusiones desperdigadas
Luego resonaba en las cabezas el estribillo del majestuoso track y videoclip homónimo del disco, dirigido por Johan Renck y aparecido en noviembre del 2015, con una duración de 10 minutos, donde un espesísimo Bowie canta con una venda en los ojos desde lo que parece, efectivamente, otra dimensión:
Algo pasó el día de su muerte
El espíritu se alzó un metro y luego se hizo a un lado
Alguien más tomó su lugar y con valentía gritó:
(soy una estrella negra, soy una estrella negra)
El monumental video de Blackstar:
Ahora todo tenía sentido y a la vez no. El productor de cabecera de Bowie, Tony Visconti, escribió en su cuenta de Facebook tras su deceso: “Él (Bowie) creó Blackstar para nosotros, como un regalo de despedida. Supe durante un año cómo iba a ser. Yo, sin embargo, no estaba preparado para ello”, lamentaba.
Por su parte, Donny McCaslin y su banda conocieron a Bowie en 2014 luego de que este fuera a verlos tocar a un club de jazz. Bowie quedó fascinado y tiempo después le propuso trabajar juntos, pero le hizo firmar un acuerdo en que no revelaría que trabajaba en un nuevo disco con él. Paralelo a ello, Bowie intentaba mantener su enfermedad en secreto para poder terminar el álbum.
Por eso resulta notable que al inicio del segundo track, Tis a Pity She Was a Whore, se puede escuchar la respiración dificultosa de Bowie, nuevamente un detalle que al principio no parecía importante. Y en el siguiente track, Lazarus, en medio de la recreación de las imaginerías creadas para el album Station To Station (1976), como si los engendros bowianos fueran monstruos del closet atormentando a su creador, el cual está en cama, agonizante, comenzaba a cantar de esta forma:
Mira hacia arriba, estoy en el cielo
Tengo cicatrices que no se pueden ver
Tengo drama, que no puede ser robado
Todo mundo me conoce ahora
El video de Lazarus, el último que filmó el Delgado Duque:
La muerte de Bowie ahora daba sentido a todas esas alusiones en las letras del disco, pero a la vez, no se podía decir con exactitud, y ese juego de espejos: la creación de mitos, siempre fue su talento supremo.
Porque parecía un álbum en donde la música clamaba por la vanguardia, pero Bowie en realidad parecía estar en los instantes en que el moribundo recuerda pasajes añorados de su vida, para hacer las paces con todo antes de partir.
Como en Girl Loves Me, donde canta en nadsat, el caló barriobajero creado por Anthony Burgess para su novela A Clockwork Orange, Naranja Mecánica (1962), que luego Stanley Kubrick convirtió en película en 1972. Todos esos, ecos de una juventud que Bowie vivió siempre al borde del abismo.
Luego siguen instantes en que Bowie parece irse del recuerdo de una forma melancólica y casi insoportable para el escucha atento, como en la hermosa Dollar Days, en la que un Bowie extático y lleno de desesperación canta:
Estoy muriendo por
ir contra la corriente
Y engañarlos una y otra vez
Lo estoy intentando
Es decir, un resumen de lo que hizo toda su carrera, siempre tratando de ir un paso adelante de todos y sorprender; crear algo que saliera de lo esperado, no siempre con los resultados planeados, eso sí. Pero Bowie lo expresa con aflicción, el hombre lo estaba diciendo literal: se estaba muriendo; ahora queda claro, pero en ese momento, nadie lo imaginaba. Y se excusa ante sus escuchas pues perdió la batalla:
No creas siquiera por un segundo que te he olvidado
Lo estoy intentando
También estoy muriendo
Y el lector ahora podrá imaginarse las difíciles sesiones de quimio, todo lo que Bowie tuvo que aguantar ese largo año para terminar ese último disco, para que su muerte significara algo acorde a su construcción estética. Y es impresionante que Dollar Days termina en esa repetición incesante, ominosa, como las palabras entrando al limbo de forma trágica y luego sólo una línea de guitarra que enlazará el trágico final terreno, con un beso de despedida desde el otro plano: la gentil culminación de una de las obras más impactantes de la música de nuestros tiempos.
Una despedida luminosa
Todo lo anterior son interpretaciones que no tendrían lugar en miles de otros artistas, pero Bowie era un hombre de teatro y cuando al inicio de la hermosa despedida, I Can’t Give Everything Away (No puedo entregar todo), se escucha la misma harmónica de A New Career In a New Town (Una nueva carrera en un nuevo pueblo), del hoy inconmesurable Low (1977), estamos hablando de creación pura, de un mensaje: El Hombre que Cayó a la Tierra, El Mayor Tom, Ziggy Stardust, Aladdin Sane, el Delgado Duque Blanco, ya nos saluda desde otros planos astrales.
Sé que algo está muy mal
El pulso regresa para los hijos pródigos
Con corazones apagados, con noticias florecidas
Con diseños de esqueletos en mis zapatos
El tema es abrazado luego por el saxofón tenor de McCaslin y tal idea tampoco se nos puede escapar, pues es el primer instrumento que Bowie aprendió a tocar en su vida, llevado por las lecciones de su maestro Ronnie Ross. Y el saxofón fue el instrumento que utilizó para su llamado ‘álbum de bodas’, Black Tie White Noise (1993), cuando se desposó con la modelo somalí Iman Abdul-Majid; dicho por él, uno de los más bellos instantes de toda su vida.
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Es decir, el saxofón era muy importante para Bowie y verlo aparecer en la última canción, haciendo esas majestuosas evoluciones, con el virtuosismo de McCaslin, es drama y éxtasis absoluto, es como si el artista no pudiera despedirse de otra forma que con ese guiño de ojo. Y el drama de la canción final sigue:
Viendo más y sintiendo menos
Diciendo no, pero significando sí
Esto es todo lo que alguna vez quise decir
Ese es el mensaje que envié
Y la música nos va conduciendo, como si fuéramos por un portal, siempre cambiante. Un viaje emocionante lleno de destellos sónicos, de iluminación creativa, de melancolía, y tras el solo de sax, la música vuelve al coro con afectación, pausa dramática para la entrada de la guitarra que señala el triste momento de la partida.
Sé que algo está muy mal
El pulso regresa para los hijos pródigos
Con corazones apagados, con noticias florecidas
Con diseños de esqueletos en mis zapatos
Un instante que aflora las lágrimas de quienes recorrieron el largo camino con él, y Bowie parece incapaz de irse si no es envuelto en una guitarra eléctrica, que recuerda a Ronson, a Fripp, a Gabrels, sus grandes brazos derechos, y así es como la música poco a poco va cediendo, con ese estilo impar que tenía para sugerir una esperanza en medio de la lacerante tragedia, que fue su partida.
Escuche aquí la obra maestra con la que Bowie dijo adiós:
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Recuerde toda la etapa noventera de Bowie en un boxset
El pasado 26 de noviembre vio el lanzamiento de Brilliant Adventure (1992-2001), caja de 11 discos que recoge todos los álbumes de estudio de la etapa noventera de David Bowie, además de rarezas, conciertos y el llamado ‘álbum perdido’, Toy, recopilación de temas poco conocidos de la discografía del artista, que no tuvieron éxito, pero que regrabó a finales de los noventa y que fueron rechazados por su entonces sello discográfico.
Toy (Your Turn To Drive) también es el nombre de la única canción nueva en toda la obra. El álbum se filtró al internet en 2011, pero es la primera vez que sale a la venta de forma oficial y Tony Visconti, el legendario productor de álbumes emblemáticos de Bowie, retrabajó los temas para darles un lustre distinto al conocido desde que se filtró.
El boxset noventero de Bowie: