«La política es una ciencia. Con ella puedes
demostrar que tú tienes razón
y que otros están equivocados.»
Jean Paul Sartre
@arturosuarez
¿A quién qué no sea Alejandro Moreno y su cúpula le sirve un PRI como este? La respuesta parece obvia, a Morena, porque al cierre de sexenio de López Obrador, a los tricolores no les ha alcanzado para ser una verdadera oposición. De seguir en esa ruta no serán opción en los próximos años.
Parece que no aprendieron nada o es el papel que les han pedido jugar: puros gritos y sombrerazos mediáticos encabezados por Alejandro Moreno Cárdenas.
Incluso Alito presumía la cercanía que tuvo con López Obrador, por lo que sus detractores lo llamaron “Amlito”. Advertían que se estaba apropiando del partido, ni los viejos liderazgos ni las figuras históricas metieron las manos.
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Otros como Miguel Ángel Osorio Chong, Claudia Ruiz Massieu, Eruviel Ávila y Nuvia Mayorga, prefirieron irse y dejarle el partido.
Otros tantos que le sirvieron a López Obrador como Alfredo del Mazo, Omar Fayad, Carlos Ramírez Marín, fueron expulsados, pero se fueron con su premio: sin investigación y algunos con embajada. No sería descabellado verlos en el gabinete con Claudia Sheinbaum.
Con Moreno Cárdenas, el PRI perdió Hidalgo, Estado de México, Oaxaca, su estado Campeche. Con “Alito” pasarán de 69 diputados a 30. De 8 senadores a 15. Por donde le busquen los números son negativos, solo él como Marko Cortés ven una victoria y cosas positivas.
A puerta cerrada, rodeado de los suyos, el presidente nacional del tricolor enmendó las reglas internas del partido para mantenerse en el poder hasta 2032, muchas han sido las criticas en contra de “Alito” incluso Manlio Fabio Beltrones, Beatriz Paredes y Dulce María Sauri, considerados figuras prominentes del PRI, han rechazado el camino marcado por el actual líder, Alejandro «Alito» Moreno.
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La crisis interna del PRI se ha intensificado al punto de que decenas de militantes han hecho pública su exigencia de la separación de Alejandro Moreno del cargo. En una carta firmada y divulgada esta semana, los militantes expresan su descontento y subrayan la necesidad de un cambio en la dirigencia para poder enfrentar los desafíos actuales y futuros con mayor cohesión y estrategia.
Hay que ser claros, el PRI es un partido perdedor, sinónimo de corrupción y que no le alcanza para detener las reformas que vienen.
Un PRI que sacó 16 millones de votos en la elección de junio pasado. El Revolucionario Institucional arrastra su historia, y ahora el dueño es un nuevo caudillo, hay “Amlito” para rato, hasta el 2032… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.