Con el pie izquierdo inicia el año el Partido Revolucionario Institucional en Hidalgo.
Luego de que se prometiera que la unidad regiría al PRI en la designación de la candidatura a la gubernatura, los rencores, la división y los berrinches no tardaron en aparecer.
En la misma arena electoral se enfrentan el PRI nacional y el PRI estatal así, como si fueran dos entes separados y con ideologías, principios y métodos diferentes. La lucha de poder la protagonizan un gobernador que ya termina y se va, y un presidente nacional priísta que hace lo que quiere.
La política ha sido definida como el arte de la negociación, pero al menos en el PRI ese principio en la actualidad no se mira por ningún lado.
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Hoy, parecen haberse perdido las formas y la mesura. Los intereses y caprichos de unos y otros les nublan la inteligencia.
En medio están los priístas que, quizá, ya no importan, pues como lo dijo el gobernador Omar Fayad en entrevistas recientes, «sólo son cuatro»…
Vayamos en orden.
Se perdieron las formas, porque lo que antes se hacía de manera sutil, como es que el gobernador tuviera mucha –o enorme– influencia en la toma de la decisión a la hora de elegir al candidato priísta, ahora le fue arrebatada.
Y eso, qué duda cabe, es muestra de debilidad.
Omar se encaprichó en que fuera Israel Félix el abanderado tricolor. Y el discípulo se quedó chiquito; nunca creció pese a que el tutor le dio todo. Apenas y le alcanzó para ser presidente de Mineral de la Reforma, uno de los municipios más grandes del estado de Hidalgo, pero sin influencia política…
A su llegada como gobernador, Omar desterró a prácticamente a todos los grupos que conformaban un partido que escasas veces en su historia daba oportunidad a nuevos cuadros. El reciclaje de políticos casi siempre lo caracterizaba.
Seguramente en la mira de Omar, hace muchos años, estaba esa renovación, pero una vez que los corrió ya nunca se ocupó de construir más allá de un grupo de personajes leales pero escasamente capaces.
Fue prácticamente un sexenio en que nadie lució más allá del gobernador y su discípulo, pese a que había algunas gentes talentosas.
Uno de ellos, Julio Valera, quien a lo largo de su gestión como dirigente del priísmo estatal tuvo un muy estrecho margen de maniobra.
No le dejaron hacer y menos ser.
Y así como a Fayad se le conoce carácter, Carolina Viggiano, oriunda de Tepehuacán de Guerrero, apartado municipio de la sierra de Hidalgo, tiene el suyo.
Desde que inició su administración Fayad buscó imponer como su delfín Israel Félix, mientras Carolina Viggiano empezó a construir su candidatura a partir de su elección, por la vía plurinominal, como diputada federal de la actual Legislatura.
Y fue a partir de ello que el choque de trenes era inevitable.
En círculos políticos todo el mundo sabía de la enemistad del gobernador Omar Fayad con la legisladora federal Carolina Viggiano. Y es ahí que entra al quite Alejandro Moreno, mejor conocido como Alito, quien no reparaba en elogios para la secretaria general del CEN del PRI.
En su momento, incluso, dejó claro durante una gira de trabajo por Hidalgo que el partido elegiría candidato o candidata con base a la rentabilidad electoral, e hizo un guiño de ojo a Omar cuando aseguró que, por supuesto, la opinión del gobernador sería considerada.
Tanto Alito como Omar aseguraron que en la gran decisión habría unidad en el partido.
Pero de la parte local no hubo concesión y entonces la dirigencia nacional armó un tinglado para que, a través de una alianza con el PAN y el PRD fueran los blanquiazules los que eligieran a una candidata externa de la que ya todos saben sus iniciales: CVA.
Sí, Carolina, lo que despertó la ira del mandatario hidalguense, quien se apartó de su papel de espectador y a nombre de un priísmo que él mismo diezmó, se subió al ring para defender la supuesta dignidad y autonomía del Revolucionario Institucional.
Sí, tomó partido contra su partido, en una lucha que al menos hoy nadie ha secundado. No siquiera la dirigencia estatal, quien reaccionó con mesura ante lo que pinta como inevitable.
Está claro que en esta contienda no va a ganar Alito ni Fayad, pero lo que aparece como transparente es que los grandes perdedores serán aquellos que hoy todavía creen en el Revolucionario Institucional.
Asegura Omar que hoy sólo quedan cuatro.
Vaya voracidad que cada vez da menos tregua a un empobrecido PRI.
Tristemente, hasta por los despojos se destrozan.