Hace meses que venimos viendo la radicalización de López Obrador en todos los frentes; ante la ausencia de resultados se siente incómodo, se le traba la quijada, clava la mirada en quienes osan lanzar alguna pregunta que tenga sentido periodístico. Y es que lejos quedó aquel cuento de que la conferencia mañanera era un ejercicio de comunicación circular.
Ahí se expone únicamente lo que tiene conveniencia para el tabasqueño. Descalifica y estigmatiza al que se le ponga enfrente. Esa herramienta comunicativa la han reducido a un mal programa de variedades con rutinas hechas, lugares comuniones y patiños venidos a menos. Aporta muy poco para convencer a otras audiencias. Que quede claro que eso no significa que no tenga espectadores, pero son su grey y esos están más que conquistados.
Luego de la mañanera realizada en el búnker de Genaro García Luna todo era optimismo, aunque en realidad no hubo una verdadera nota en lo que se dijo en las redes sociales y youtuberos al servicio de la 4T. Inundaron las redes y les dieron por debajo de la lengua a los panistas por la responsabilidad de Felipe Calderón.
Pero al día siguiente, como si hubiera sido un error, le dieron la palabra a la periodista Nayeli Roldán de Animal Político. Ella interrogó de buena forma y con tablas al presidente sobre el espionaje que realizan las Fuerzas Armadas a los civiles y la cara se le descompuso al presidente, quien no pudo contener su coraje.
El tema del software Pegasus viene del sexenio de Enrique Peña Nieto y de las prácticas de espionaje utilizadas para tener en el radar a sus contrincantes, cuando la investigación se dio a conocer por los medios de comunicación Política Expansión, Animal Político y El País. Estos fueron reconocidos por revelar esa información.
Hubo indignación por parte de los que hoy son gobierno y se le fueron con todo al régimen priista porque había razones de peso. Se había espiado a periodistas, activistas, artistas y políticos, entre los que destaca la figura del entonces opositor, López Obrador, y hasta a su hijo.
Hoy que son gobierno y esos mismos medios preguntan con documentos oficiales sobre el mismo tema, el espionaje, son vilipendiados, porque según están al servicio de la oligarquía que quiere regresar al régimen de corrupción.
En un ejercicio de honestidad y superioridad moral esa que dice tener López, debería de brindar toda la información. Y que conste que no se trata de que los medios le impongan la agenda, ya no se puede a esta altura de su administración. Se trata de tener congruencia y de que no parezca que se encubre a los militares que ha empoderado al límite. Es un tema de rendición de cuentas para un gobierno democrático.
No es la primera vez que López Obrador va en contra de lo que sus dependencias y funcionarios dan a conocer. Ya no le alcanza “yo tengo otros datos” y por lo mismo, fuera de sí, quiere dar cátedra de periodismo. Acusa, le tiembla el labio, voltea nervioso, y ve de reojo a Jesús Ramírez Cuevas, quien seguramente dio algunas reprimendas a su equipo que no le podían quitar el micrófono a la reportera.
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Luego, para destensar la situación, entró al quite otro de esos raros personajes y le agradeció al presidente el espacio de libertad que es la mañanera. Lo hizo con una lectura dudosa desde su teléfono celular, que dejó abierta a la suspicacia de que a varios se les dicta lo que hay que preguntar. Pero ya era demasiado tarde porque el intercambio de palabras lo había sacado de su estado de confort y puso al presidente contra las cuerdas, como pocas veces.
Pero que quede claro que las preguntas hechas al presidente son válidas y la sugerencia de que Felipe Calderón vaya y explique, también. Así lo han hecho con otros funcionarios ante la petición de periodistas. La radicalización de López lo pinta de cuerpo entero como el intolerante que siempre ha sido, algo le molesta al presidente… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.
