Si algo ha sabido hacer bien López Obrador en 25 años es martirizarse. Es un papel que tiene bien aprendido, pero antes, mucho antes del cuento de que “desde Madero no había un presidente más atacado” se envolvía en la bandera que era víctima de un cerco informativo. Así lo pregonaba en las plazas públicas, pero era César Yáñez, personaje protagónico de El Rey del Cash, entonces su incondicional, el encargado de analizar a quién sí le daban la entrevista y a quién no, esa era parte de su estrategia.
Durante la campaña de 2006, quien esto escribe solicitó por lo menos en cinco ocasiones una entrevista con el candidato. Para el equipo de Perspectivas Periodísticas que transmitimos por el 1440 de AM era de suma importancia: por primera vez se abría la posibilidad que fuera presidente un político de “izquierda”.
La respuesta de Yáñez siempre fue la misma. Eso sí, a la primera provocación, López Obrador aventaba aquello de que los medios no le daban cobertura. Insisto, era una mera estrategia. A sus mítines estuvieron presentes medios afines y también los contras porque era noticia y así se entendía, pero El presidente siempre minimizó los esfuerzos periodísticos porque sabía que esa narrativa encendería a sus simpatizantes.
Cuando López Obrador fue jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal se inventaron la mañanera, entonces sí un ejercicio inédito para las formas de la política nacional. Desde ahí López Obrador le dictaba la agenda a Vicente Fox, que todos los días indiscutiblemente se enganchaba y contestaba con alguna “burrada”.
Desde ese mismo sitio fue construyendo su candidatura presidencial y se defendió del proceso de desafuero. Eran otros tiempos y era otro López Obrador, más político, más dispuesto. Pero el cambio vino con el supuesto fraude de 2006 en que Calderón le ganó la presidencia y López Obrador no presentó pruebas contundentes. Luego de inventarse la “presidencia legítima” se replegó lleno de rencor, que guardó para después, cuando fuera presidente.
En la campaña de 2012 el tabasqueño no fue oposición para Peña Nieto y el nuevo PRI. Le ganaron con un alto margen, pero seguía utilizando el discurso desgastado del cerco informativo. La realidad es que los espacios estuvieron abiertos en los medios, en los debates, en las mesas de análisis y en las nacientes redes sociales.
De nuevo se dijo robado y sin presentar pruebas acusó a Peña Nieto, a Salinas de Gortari y a quienes encabezaban el IFE. Los priistas, con su corrupción rapaz y unos candidatos débiles terminaron por abrirle la puerta de Palacio Nacional. Una sociedad que estaba hasta la madre de las corruptelas le dio el voto de confianza con 30 millones de votos. No se necesitó tanta campaña ni un aparato de comunicación tan certero: el triunfo era inminente.
Cuando López Obrador ganó la presidencia pidió a César Yáñez que se hiciera cargo de los medios de comunicación, que fuera el creador de la estrategia a seguir, pero éste se equivocó con su suntuosa boda y Jesús Ramírez Cuevas entró a escena.
Entendiendo la transformación de los medios convencionales y la vorágine de las redes sociales se apresuraron a construir a sus comunicadores y reporteros para hacerles más fácil el camino. No querían críticas que por naturaleza en las democracias y en todos los gobiernos existen.
Así, crearon caricaturas que insertaron en la mañanera, zalameros que le ponen bolas para batear. Otros están listos para cuando se haga una pregunta incómoda al mandatario. Unos más son los encargados de la ofensiva en redes con sus programas donde recaudan miles de pesos.
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A más de cuatro años esa estrategia les ha dado pocos resultados. Algunos ya ni entran a la mañanera. Hasta adversarios son porque no les cumplieron ni con la candidatura soñada. El más ridículo cobra hasta 50 mil pesos por pregunta y que conste que se lo digo de buena fuente.
Como nada de eso les funciona, ahora recurren a influencers que les hagan propaganda. Repiten el mismo guion y que no cobraron ni un peso, lo mismo con el paseo de Claudia Sheinbaum por el centro de la ciudad con un comediante youtuber. Un aparato de comunicación elaborado por sus especialistas que no le hacen ningún favor al presidente… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.