Gustavo de Hoyos quiere ser presidente de México. Tiene credenciales que provienen de su trabajo en la Coparmex y del impulso a la organización Sí por México.
Supo colocarse, y hay que reconocerlo, cuando muchos empresarios todavía creían que tendrían cobijo en el nuevo gobierno y cuando las organizaciones partidistas estaban en schok, producto de los resultados electorales de 2018.
En el 2021 se obtuvo un equilibrio en el poder legislativo, y ello resultó posible por el tesón de gente como él, pero de la mano y en acuerdo con los partidos de oposición.
Es un tipo valiente y ello tiene mérito, y más aún en el panorama actual, donde las descalificaciones contra los que piensan distinto al timonel de Palacio Nacional suelen desatarse sin recato alguno.
De Hoyos, sin embargo, al menos en sus primeros mensajes, comete el error de sumarse a la descalificación de la política, en un momento en que la democracia vive uno de sus desafíos más elevados.
Al sostener que “está hasta la madre de los políticos” y al describirlos como “mediocres” se ajusta al relato que está derruyendo las instituciones, a una suerte de populismo a la derecha.
López Obrador construyó una candidatura precisamente en esa lógica y por eso lo respalda una amalgama de intereses que se califican como movimiento.
Hay toda una campaña contra la política, contra las herramientas que provienen de ella, y en particular las que promueven la tolerancia, los acuerdos y las negociaciones.
Pero De Hoyos va a necesitar de los partidos que desprecia, si es que no busca postularse por la vía independente. Es más, en el contexto de Va por México, se tendrá que someter a los procedimientos que acuerden el PAN, PRI y PRD para determinar quién será su abanderado o abanderada en el 2024.
¿De verdad cree que sus probables aliados son unos pelafustanes? ¿Bajo qué argumentos negociará con Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, si los desprecia? ¿O lo que dice en público es distinto a lo que comenta en privado?
¿Beatriz Paredes, Claudia Ruiz Massieu, Miguel Ángel Mancera, Santiago Creel, Lilly Téllez, Idelfonso Guajardo, Silvano Aureoles y Enrique de la Madrid no son ciudadanos? Claro que lo son, los partidos los forman franjas de la sociedad que tiene intereses y aspiraciones comunes.
Insisto, De Hoyos cometió un error, porque en el fondo sabe que es con los partidos con quienes hay que transitar y más en estos momentos.
Pero viste mucho cebarse con la política, mostrarse indignado con lo que no se ha hecho, aunque ahora suframos con todo lo que se está desmoronando.
En lo que respecta a la seguridad, quiere demostrar que está a la derecha de López Obrador, lo que ya es decir en un momento donde el militarismo es lo que impera.
Propone, sumándose a las corrientes del populismo penal, la pena de muerte. Un absurdo que lo coloca en la esfera oportunista de partidos como el Verde Ecologista, a la caza de la desesperación de la ciudadanía.
Admira al presidente salvadoreño, Nayib Bukele, en el tratamiento que les da a las maras, con prisiones especiales, mientras esas puestas en escena le sirven para terminar con lo poco que queda de democracia en el país centroamericano. Sí, las soluciones de dureza suelen esconder anhelos que poco tienen que ver con la legalidad y la justicia.
Supongo que el discurso de De Hoyos se irá ajustando en la medida en que avance la agenda y se vaya definiendo al horizonte de las decisiones.
En Morena van a utilizar el anuncio de sus aspiraciones, como la confirmación de que detrás de las organizaciones de la Sociedad Civil siempre estuvieron los empresarios conservadores.
Hay que ponderar, sin embargo, que los anhelos se De Hoyos se suman a los de otros tantos que están en la batalla diaria de conseguir apoyos y visibilidad.
También lee: El #BoricuaPapers y la seguridad
Paradójicamente, mucho de lo que ocurrirá y no ocurrirá tendrá que ver con los resultados en el Estado de México y en Coahuila, donde son los partidos, en alianza, los que están aguantando los leñazos.
En política, ya lo deberíamos tener claro, hay que hacer un trabajo duro, sujeto a no pocas inclemencias y, por supuesto, a críticas y evaluaciones constantes, pero de las que proviene, justamente, la pluralidad que define a los sistemas democráticos.