Alguna vez escuché el relato sobre un rey francés que despidió a su cocinero y en venganza el cocinero publicó las recetas que le preparaba al monarca. El rey se enfadó tanto de tan sólo pensar que cualquier plebeyo podría comer lo mismo que él, que mandó ahorcar al cocinero.
Cuentan que los habitantes del pueblo en donde nació el cocinero le mandaron hacer un monumento por su sacrificio al socializar la cocina.
No sé si esto en realidad sucedió, yo se los escribo como me lo contaron, pero la historia me ayuda a relatar una analogía de lo que es la izquierda y la derecha.
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El rey representa ese segmento de la población a la que le ofende tan sólo pensar que cualquiera pueda tener acceso a lo mismo que él.
Le disgusta que otro sector social pueda tener un servicio clínico a la altura de ellos; que la gente común tenga acceso a degustar una sabrosa comida; a establecimientos didácticos que les garanticen una buena educación; que goce de una vivienda que le resulte confortable; derecho al trabajo bien remunerado; a gozar de una vida con arte a la mano; a contar con seguridad jurídica y a tener certidumbre económica.
Reclaman que desaparezca el Seguro Popular, no por solidaridad con segmentos populares, sino porque están a favor de una atención médica distinta entre diferentes poderes adquisitivos y así por el estilo.
Por otro lado, están quienes aplauden y les hacen monumentos a quienes se atreven a socializar una vida en que los bienes de este mundo sean alcanzables universalmente.
También podemos utilizar esta narración para ejemplificar la actitud de una clase media representada por el cocinero, dispuesta a servir a los de arriba, en este caso representado por el rey, hasta que los despiden y a partir de ese momento piensan en los de abajo.
El pensamiento de izquierda y de derecha está presente en muchos actos de nuestra vida. Hay quienes la resumen con mayor sencillez afirmando que la derecha pretende que el agua sea para quienes tienen piscina y la izquierda busca que sea para quienes tienen sed.
Se han puesto de moda las medidas incluyentes. Esto en lo social significa que una mayoría abre espacio a las minorías, de tal manera que discapacitados, pueblos originarios, migrantes y demás minorías, estén presentes en las políticas públicas.
Las mujeres son un punto y aparte porque son mayoría, pero son consideradas por su vulnerabilidad histórica.
En el marco de la economía debe ser al revés: una minoría tiene que ser incluyente con una mayoría para generar equidad.
Aquí es donde la definición se complica: existe un sector político que tiene disposición para vivir con otros grupos más vulnerables, pero en espacios definidos, es decir, juntos pero no revueltos. De este estilo son los conservadores, que tienen muy arraigada la idea de que hay etnias y culturas superiores a otras, a pesar de que la historia los contradice, porque existen relevos constantes en el papel hegemónico de los pueblos.
Justifican en el marco de su entendimiento las conquistas y apelan a Dios para explicar el porqué de las diferencias.
Del otro lado están los liberales, dispuestos a mezclarse, a recibir migrantes que tienen la virtud de bajar el salario por aquello de la ley de la oferta y la demanda, y a incluir en sus políticas acciones afirmativas que no afectan sus intereses económicos.
A lo que no están dispuestos es a respetar tierras ni propiedades colectivas, y son muy desconfiados de las políticas de Estado porque interrumpen la libertad de comercio, pero eso sí, provocan que el Estado haga la guerra cuando su economía entra en crisis.
Lo que es difícil definir es lo que llaman la Cuarta Transformación como respuesta a los grupos mencionados. El personaje que está en los retratos de las oficinas de gobierno es admirador de un liberal llamado Benito Juárez, un liberal al que mucho le debemos en el tema de libertades políticas:
Las principales son la separación del Estado con la Iglesia, la libertad de conciencia religiosa, pero a quien también le debemos mucho de las desigualdades sociales; no es casualidad que los levantamientos de indígenas se hayan dado durante el periodo liberal de Porfirio Díaz y durante el periodo neoliberal de Carlos Salinas de Gortari.
Dicen que la mayor virtud del Benemérito de las Américas fue haber escogido el mejor gabinete de la historia de México, tan es así que Guillermo Prieto le salvó la vida con una frase sencilla pero elocuente: “¡Alto, los valientes no asesinan!” y sin la frase de “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz”, no se hubiera conocido.
Pero en el caso de la Cuarta Transformación, el gabinete no pasará a la historia como el mejor, tal vez porque la única virtud de quienes lo componen, más que su capacidad política, es la lealtad al presidente.
El caso es que quienes conforman el gabinete estuvieron en el neoliberalismo de Salinas de Gortari, o son muy cercanos a quienes se les vio por televisión recibiendo dinero de un empresario de apellido «Ahumada», sin dejar claro por qué y para qué, o no hace mucho repartían leche con excremento. Las últimas novedades son figuras que estaban en partidos que se oponían no sólo al partido de quien preside la República sino a su proyecto.
No es que yo esté en contra de don Andrés Manuel López Obrador, solamente soy crítico de su estilo de hacer las cosas. Estoy a favor de que ya pasemos a la Quinta Transformación, tomando algunos principios acertados de la 4T, como son la política salarial, las leyes sindicales, el apoyo a sectores como los adultos mayores y otras más.
La lógica y la eficiencia deberían ser elementos de toda transformación. Perder la tarjeta de Bienestar Social es una pesadilla por todas las dificultades para recuperarla, por ejemplo.
Me gustaría una 5T que entienda que la corrupción se barre, no como las escaleras, de arriba para abajo, sino de la casa para afuera, en donde los candidatos se escojan en inteligentes debates y no por frías y dudosas encuestas.
En fin, estoy a favor de una nueva transformación sin demagogias en donde se busque la universalidad de los derechos y responsabilidades, en la inteligencia que la inclusión llegará por añadidura.