Ese discurso de que la 4T es el gobierno más humanista que ha tenido el país es difícil de tragar, sobre todo cuando el rigor de las evidencias echa por tierra esa narrativa simplona y solamente optimista que nos dice que vamos bien. La realidad es que poco han cumplido con las metas que se necesitan.
López Obrador, que arrastraba multitudes -a las que se sumaron los hartos por la corrupción imperante del sexenio de Peña Nieto y la violencia desatada en la administración de Felipe Calderón– inició el gobierno con una alta expectativa; ahora la desilusión será igual de grande que con Vicente Fox Quesada. No hubo ni habrá cambio con el presidente.
Donde sí se siente cómodo el presidente es en la campaña, en la estrategia de atacar a sus contrincantes, nunca entendió que cuando se convirtió en presidente ya no había nadie más arriba que él. Ante los pobres resultados se le convirtió en obsesión culpar al pasado y mentir todos los días. Hay quien le lleva su cuenta y ya va en más de 61 mil vaguedades hasta el año pasado.
La anterior columna de Arturo Suárez: Para la SEP, alguien con vergüenza
Pero se trata de divagar, porque el caudillo es consiente cada que emite un mensaje; sabe sus implicaciones y sus responsabilidades. Espero que algún día se le pase la factura por no asumir lo que le corresponde, así como él evadió ir por lo que nombraba como “la mafia del poder”.
Lo que sí les gusta es el aplauso del respetable. A estas alturas pensaban que la población se estaría deshaciendo en halagos, agradeciendo los programas sociales que apenas apoyan con unos 3 mil 500 pesos bimestrales y servicios como los de Dinamarca que tanto ha prometido.
Pero la realidad es aplastante, hay un 8.15 % de inflación, se encarecen combustibles y se elevan los alimentos. Ya no vamos a lograr la autosuficiencia alimentaria ni seremos independientes porque no generaremos los combustibles que necesitamos. Está en entredicho la operatividad de la Refinería de Dos Bocas, y su sobrecosto de miles de millones de dólares. Pero esas obras no podrán ocultar su éxito o fracaso, aunque los expertos dicen que hay más probabilidades de lo segundo.
Dice el zalamero número uno, Hugo López-Gatell, quien por cierto no se fue a despachar a la OMS como dijeron, por ser ejemplo de manejo de la pandemia (que nos dejó 328 mil 871 muertos hasta el cierre de esta columna), que los consultorios que están al lado de las farmacias deberían desaparecer.
Pues resulta que esos médicos también se la rifaron durante la pandemia. Se estima que acudieron 44 mil 247 porque el sistema de salud estaba saturado. Que corta memoria y desfachatez de funcionario que se acercó más al azar que a la metodología científica. El que llamó golpistas a los padres de niños con cáncer, al que regañaron y devaluó la palabra de López Obrador porque no han cumplido con el abasto de medicamentos y ahora con falta de vacunas de entre un 56 a 86 % del cuadro básico.
Les disgusta mucho que se hable de que hay estados incendiados, pero es la cruda realidad igual que en el “calderonato”. Incluso este sexenio será más violento que el de Felipe Calderón, con más de 130 mil muertos, descuartizados, horror; los más de 44 mil desplazados y las 30 masacres.
Hay apapacho a los narcotraficantes. Ahí quedan las evidencias periodísticas y las declaraciones de alguien que conoce muy bien a López como Porfirio Muñoz Ledo, quien señaló que los soldados nos son corcholatas al servicio de caciques tropicales. Ahí queda la militarización del país con aquello de que la Guardia Nacional pase a formar parte de las Fuerzas Armadas y que luego sea la Suprema Corte de Justicia la que se pronuncie.
Yo no creo en la reelección de López por más que diga “no me vengan con el cuento de que la Ley es la Ley”, ni tampoco en la extensión de su mandato. El asunto será el tiradero y la destrucción que van a dejar. El que llegue del partido que sea va a encontrar puras ruinas del mejor presidente de México, claro, sólo para su fantasía llamada 4T… pero mejor ahí la dejamos.
Entre Palabras
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