Desde hace un año y de manera prematura, Andrés Manuel López Obrador puso en marcha la sucesión presidencial. A Enrique Peña Nieto se le terminó el sexenio con la desaparición de los 43 normalistas, a pesar de sus reformas estructurales de Estado. El proceso electoral de 2018 comenzó con un presidente que ya no quería serlo.
Al día siguiente de la votación, López Obrador comenzó a despachar como mandatario. Sin embargo, el saldo de su sexenio en negativo y el tiradero que va dejar es monumental y parece que, al igual que Peña Nieto, quiere tirar la toalla.
Yo no soy de los partidarios que creen que López Obrador busca alargar su mandato, menos una reelección, porque no existe al marco legal para tal cosa. No veo por dónde pueda lograr el respaldo militar para intentarlo de manera violenta. En el sexenio del tabasqueño sus “logros” están cimentados en saliva desde la mañanera.
No hay evidencia que demuestre a su favor que vivimos mejor que hace 12 años, o que tenemos seguridad, ni menos de que México se ha pacificado. No lo ha logrado y en lo que resta de la administración no va a suceder. Hasta ahora, su gobierno suma 153 mil 231 homicidios.
Así, las “corcholatas” se siguen moviendo. Todos hacen su esfuerzo y juegan al filo de la legalidad en una campaña velada en tiempos en que no deberían hacerlo. Eso sí, conservando los cargos de jefa de Gobierno, senador, titulares de SEGOB y SRE, porque esos encargos son el trampolín. Así, la preferida, por lo menos de palabra, sigue dando clases de buen gobierno, mientras la Ciudad de México sufre a manos del peor gobierno.
Claudia Sheinbaum ya hace giras a los Estados Unidos para reunirse con paisanos, que sepan que cuenta con la simpatía de López Obrador y ella sería la encargada de dar continuidad y sin cambiar una coma la obra de su patrón. Bueno, cómo estará la situación que el panista Santiago Creel, presidente de la Cámara de Diputados, en un evento el fin de semana en el Estado de México, acusó a la jefa de gobierno de tratar de sabotearlo.
Pero insisto, en que los otros datos ya no alcanzan para justificar los fracasos del lopezobradorismo, como la militarización del país, la desaparición del INSABI, y la violencia que provocan los cárteles de las drogas, a los que parece que se apapacha. Esos son los tres grandes frentes que va a dejar abiertos el presidente, una fatal herencia que ha costado la muerte de miles de mexicanos. Son los problemas que vamos a tener que enfrentar con quien gane en 2024.
Sheinbaum es una funcionaria que no tiene alma, no conecta con la ciudadanía. Siempre se ve forzada y como mala copia. Es una repetidora de lo que le mandan de Palacio Nacional, nunca se sale del guion y cuando lo hace se mete en problemas, como cuando fue cuestionada en Denver, Colorado, por un migrante del norte de Guerrero, quien le habló sobre la estrategia de seguridad. Sheinbaum se remitió al manual del presidente y culpó a Felipe Calderón. Claro que tiene responsabilidad, pero la 4T llegó en 2018 y no se ha pacificado al país.
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Ya es el sexenio más violento a pesar de la militarización y con más territorios perdidos. Hay zonas en donde literalmente corren a la Guardia Nacional, a los militares los humillan y no se trata de mano dura, sino de hacer valer la ley.
El nerviosismo de la jefa de gobierno ante la intervención del migrante era evidente. Luego éste soltó una frase lapidaria: «Le entregaron al narcotráfico todo el país». Luego remató: «Como ciudadanos merecemos caminar libres en nuestro país».
La pregunta es pertinente: ¿Claudia Sheinbaum podría con el tiradero que dejará su patrón?… pero mejor ahí la dejamos.
Entre Palabras
Ya que hablamos de Sheinbaum, van a revivir el asunto de la Línea 12 del Metro. Buscarán hacer una investigación desde su construcción, que esclarezca la corrupción de origen. ¿Llevará dedicatoria para Marcelo Ebrard y Mario Delgado?
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Hasta la próxima.