Si algo tiene nuestro presidente López Obrador es la boca muy floja y se tropieza con sus mismos dichos. Las redes sociales están inundadas de comparativos de lo que dijo siendo candidato y cómo recula ahora que es mandatario. No es lo mismo hacer crítica a ultranza desde la comodidad que le dio la oposición, que asumir responsabilidades.
Queda claro que no ha querido ser presidente de todos. Aparte de ser El Rey del Cash, es el amo del relativismo y del insulto. En un deprimente espectáculo se han convertido las más de mil mañaneras.
Una de esas grandes contradicciones que ocupará la historia para ponerlo en su justo lugar es el trato con Estados Unidos y con los dos presidentes con los que le ha tocado tratar. El primero, Donald Trump, al que juró poner en su lugar. Incluso escribió su libro Oye, Trump (2017), una serie de propuestas que, según López, deberían realizarse para el buen trato de los mexicanos y los migrantes en general.
En la práctica nada pasó. El Ganso se hizo chiquito y hasta fue partícipe de su campaña. Llegó al jardín de la Casa Blanca donde habló de corrido y por arte de magia hasta leyó bien su discurso. En algún momento pensó que eran buenos amigos, pero el tabasqueño pecó de ingenuo, pues Trump dijo después que nunca había visto doblarse a alguien tan fácil como al presidente.
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Con el segundo, es decir, Joe Biden, no reconoció de inmediato su triunfo. Aunque hay que decir que no es algo trascendente para el mandatario de la primera potencia, es más para la cortesía de las relaciones internacionales.
Aquí se lo dije, las agendas de ambos mandatarios son incompatibles por obvias razones. Mientras Biden tiene una agenda energética con nuevos combustibles, aquí seguimos festinando la adquisición de la refinería texana Deer Park y la construcción de Dos Bocas. Al demócrata le interesa el comercio internacional y conservar los modelos; el morenista dice que ya terminó con los neoliberales.
Así podríamos poner ejemplos claros en las políticas y los personajes, incluso en su discurso: mientras Biden hablaba de detener el tráfico de fentanilo, AMLO pronunció un discurso en el que evocó a Bolívar.
La coincidencia entre Donald Trump y Joe Biden es que la política migratoria poco o nada cambiará con respecto a México. Ni el premio Nobel, Barack Obama, pudo. Los intereses son mayores, así que los discursos de López son meros buenos deseos o simple demagogia para el que se pasa presumiendo la entrada de remesas y hace fiesta cada que se rompe un récord, como si los que mandan sus dólares no hubieran sido expulsados del país que les negó mejores oportunidades.
Pero la cosa no para ahí, México sigue expulsando migrantes y convirtió a la Guardia Nacional en un freno para los indocumentados que entran por nuestra frontera sur. Eso fue parte de la negociación para firmar el T-MEC, que México fuera tercer país seguro. A López y su equipo no le quedó más que aceptar. La verdad es que nunca nos han dado trato de socio comercial y no lo van a hacer con un presidente que admira a los dictadores latinoamericanos.
Así que nada cambiará en la política migratoria, por el contrario, habrá más deportados de EU a México y mayor vigilancia en la frontera norte, sin olvidar el endurecimiento de los discursos de Joe Biden y del canadiense Justin Trudeau sobre temas comerciales, la inseguridad, el crimen organizado y las políticas energéticas, que son incompatibles y al mismo tiempo necesarias por el tratado.
La X Cumbre de Líderes de América del Norte es el termómetro de cuatro años de política exterior de algo llamado 4T y que no se pueden salvar entregando un tributo como intercambio para que los presidentes lleguen al AIFA.
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Hasta la próxima.