Aquí se lo he dicho, Alejandro Moreno Cárdenas no se irá de la dirigencia del PRI hasta que se lo permitan en Palacio Nacional. Un partido como el tricolor, que es sinónimo de corrupción porque así lo construyeron ellos, sirve de contraste a López Obrador en sus constantes regresos al pasado para justificar su fracaso.
Con ello pone en la comparación qué tiempos fueron mejores, si los neoliberales o los de la Cuarta Transformación. A todo ello abona el dirigente priista que no le queda nada más que el discurso; en la realidad muchos lo ven como el gran traidor.
La verdad del partido hegemónico del siglo pasado, que era una aplanadora (fueron los artífices de “la dictadura perfecta”, como los calificó Mario Vargas Llosa), es que están al borde del colapso. En lo general no han podido ser una oposición verdadera y digna. Cuando se lo han ordenado desde el Palacio de Cobián, Moreno Cárdenas se ha vuelto dócil. Mandó a sus fieles legisladores votar en bloque para que la militarización del país fuera una realidad. Que contento debe estar López Obrador con el trabajo de “Alito”.
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Con el “estira y afloje” en las cámaras por las reformas, la crisis que vive el PRI se agudizó; las guerras intestinas van creciendo de nivel. Desde la llegada de Alejandro Moreno quedó de manifiesto el resquebrajamiento de la estructura partidista. Ivonne Ortega, quien contendió por la dirigencia, terminó por abandonar hasta su militancia y con ella se fueron otros.
Algunos más hoy traen la casaca de Morena debajo de la camisa por si se ofrece. No hay unidad, aunque fieles a las viejas liturgias se digan institucionales.
El tricolor tenía 14 estados en su poder cuando el tal “Alito” asumió la dirigencia. Ahora sólo tiene tres: Coahuila, Estado de México (entidades que quizá también pierda en las próximas elecciones) y Durango, donde no ganó solo, sino con sus aliados de Acción Nacional (PAN) y de la Revolución Democrática (PRD), que hasta hace no muchos años eran fuerzas políticas antagónicas.
Desde la aparición de Morena en las boletas, el PRI ha ido perdiendo uno a uno sus estados. En algunos de ellos no había habido alternancia en más de 90 años, como en el caso de Hidalgo.
Pero en la política como en la vida hay revanchas. Eso es lo que se presenta para el PRI de “Alito”, la elección del Estado de México. Es prácticamente romper lanzas e ir a buscar la victoria como sea, con sus viejas prácticas, con unidad para conservar su último bastión. No se pueden dar el lujo de perder. Si lo hacen, al día siguiente de los sufragios tendrían que estar preparando las esquelas para el PRI.
No hay de otra porque las condiciones no son las del 2012, cuando se recompusieron de 12 años de panismo y se construyeron un telecandidato; luego un telepresidente que se convirtió en jefe de pandilla. El máximo saqueo a México hasta ahora, falta ver el saldo de los morenos.
He platicado con muchos priistas y coinciden en que Moreno Cárdenas no fue el ideal para el priismo; entienden que es muy difícil alejarse del mandato del presidente. Los más viejos saben que ellos acuñaron esas prácticas y hoy son presas de su creación.
Los encontronazos con los tricolores de siempre están a la orden del día. Se están conformando dos bandos y saben que “Alito” no va a dimitir, por ello la presión aumenta por parte del grupo de Miguel Ángel Osorio Chong, Beatriz Paredes, y más que ya le han pedido la renuncia, pero por estatutos le corresponde hasta después de la elección de 2023.
Ya se está gestando un nuevo capítulo de intrigas y traiciones. No ven con buenos ojos los cambios en los estatutos del PRI para que Moreno Cárdenas tome las decisiones sobre estrategia y candidatos para el 2024. Parece que le aprendió bien a su padrino López Obrador, mientras Osorio Chong ya lo tacha de golpista y lo va a impugnar.
Aunque hay voces que afirman la posibilidad de que “el chino” Chong busque otros espacios, por lo menos hoy uno de sus cercanos me dice que sólo ha tenido pláticas con otros políticos; está lejana la posibilidad, pero ahí está presente.
Así, con la dirigencia del PRI que camina al despeñadero, sólo ganar el Estado de México le daría aire a un partido desahuciado con una dirigencia que come de la mano de López Obrador… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.