Desaparición forzada y guerra sucia transexenal en México

Palabras Más | Al paso que vamos, López Obrador va a entregar los mismos pobres resultados en el tema de los desaparecidos

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Con la llegada de Vicente Fox Quesada a la presidencia de la República en 2000, se generó la esperanza de que habría respuestas de lo ocurrido en el movimiento estudiantil de 1968, del “Halconazo” de 1971, un jueves de Corpus, y qué pasó con la desaparición forzada en el periodo más autoritario que vivió el México del siglo XX con la guerra sucia. Esa intolerancia se inició con Gustavo Díaz Ordaz, Luis Echeverria Álvarez, José López Portillo y parte del sexenio de Miguel de la Madrid. 

Personajes como Miguel Nazar Haro, director de la DFS, se especializaron en el trabajo de disolver con grupos secretos a los opositores del PRI, lo cual dejó un aproximado de 374 muertes, aunque es posible que las víctimas sean muchas más. Asimismo, se registró la desaparición forzada de 480 personas en 17 entidades de la República; en 62% de los casos, elementos del Ejército mexicano estuvieron involucrados. 

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Luego, cuando Felipe Calderón Hinojosa llegó a la presidencia, se inauguró un nuevo episodio de violencia y se enterró una nueva posibilidad de conocer lo ocurrido en los hechos históricos ya mencionados. Con el PAN de Calderón se inauguró un periodo más violento protagonizado por los cárteles de la droga con la complicidad de altos funcionarios. 

Cuando López Obrador lo marcó con el sello del “espurio”, Calderón Hinojosa buscó en la guerra contra el narco su legitimidad. Eso generó 150 mil desplazados, 16 mil 546 desaparecidos y 47 mil 500 muertos. Muchos de ellos estuvieron en el lugar equivocado a la hora incorrecta y les llamaron “daño colateral”. Desde 2007 la violencia no para y ni Peña Nieto ni Andrés Manuel López Obrador con sus “abrazos y no balazos” le han podido meter freno. 

Para el periodo de Enrique Peña Nieto y su nuevo PRI, ni siquiera fue tema la búsqueda de la verdad. Lo importante fueron sus reformas estructurales del Estado. Pero en el “Peñato” se dio el caso de desaparición más emblemático de este siglo y que fue la lápida política de Peña. 

La madrugada del 27 de septiembre de 2014, atacaron a balazos a unos 100 estudiantes normalistas de Ayotzinapa, en el estado de Guerrero. Desaparecieron a 43 y Jesús Murillo Karam construyó lo que llamaron “la Verdad Histórica” que nadie creyó y que con el paso del tiempo se ha derrumbado. 

Con Peña se dieron 104 mil 602 muertos, 35 mil 410 desaparecidos, 281 mil 418 desplazados. La corrupción y el engaño fueron el sello característico del PRI y eso terminó por abrirle la puerta al partido de López Obrador. 

Cuando AMLO ganó la presidencia de manera contundente en 2018 y en diciembre de ese año juró el cargo, de nueva cuenta se abrió la esperanza de buscar las respuestas a las preguntas sobre los desaparecidos, porque muchas de esas figuras, como Rosario Ibarra de Piedra, lo habían apoyado para llegar a Palacio Nacional. 

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Se nombró a Alejandro Encinas para hacer ese trabajo. Un tipo honesto pero que hasta la fecha no ha entregado resultados satisfactorios, apenas unas cuantas disculpas. 

Luego en la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) se nombró a una fanática del Pejelagarto, Rosario Piedra Ibarra que todo le ha solapado al gobierno de la 4T. En el gobierno de López Obrador, que va un poco más de la mitad, se contabilizan más de 21 mil desaparecidos, 117 mil 523 muertos por la violencia y 356 mil 792 desplazados, es decir, se sigue el mismo camino que sus antecesores. 

Aquellos padres y madres que buscaban a sus hijos desaparecidos en el 68 o de la guerra sucia se van terminando por simple biología: van muriendo sin encontrar respuesta, como en el caso de la luchadora Rosario Ibarra de Piedra, quien fue candidata presidencial en 1988 cuando denunció la caída del sistema que operó Manuel Bartlett Díaz, hoy protegido de López Obrador. 

Por la búsqueda de los desaparecidos formó el comité ¡Eureka!, realizó huelgas de hambre, criticó severamente a Salinas, Zedillo, Fox, Calderón y Peña. Avaló la locura de la presidencia legítima de López Obrador y le dio su incondicional apoyo hasta que fue presidente. Descanse en paz la activista. 

Mientras tanto, la 4T y López Obrador tiene esa deuda con la sociedad y al paso que vamos va a entregar los mismos pobres resultados en materia de desaparición forzada. El tiempo se le termina y la esperanza se disuelve. No bastan los buenos deseos o negar que las cosas suceden… pero mejor ahí la dejamos. 

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Hasta la próxima.

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