1.-Who Gives a Thought
Cuando comienza FOREVERANDEVERNOMORE, Brian Eno levanta el velo del álbum en el tono de reflexión, advertencia por no pensar en una época en que el cambio climático compromete cada vez más un equilibrio que duró millones de años y que el ser humano ha reducido a su mínima expresión en pocos milenios. Eno describe la naturaleza, pero en los tonos de un agorero del desastre. “No hay tiempo en esta época para gusanos microscópicos”, canta, y sus paisajes ambientales llevados por sintetizadores dejan una atmósfera aviesa en el aire.
2.-We Let It In
Otra vez la naturaleza, evocada a través de la música de sintetizador. Su sobrina, la artista Cecily Eno, provee unos lindos cantos ininteligibles, como murmullos de criaturas vivas, como si una humanidad futura estuviera evocando el sentido de una época remota, en la que había árboles. Eno aplica sus conocimientos en la creación de canciones de cuna. Sus proclamas, la nostalgia de su voz, como un pregón congelado en el tiempo, es contestado por Cecily en un arrullo.
3.-Icarus or Blériot
Para Eno, nuestra era hiper moderna comenzó con el hundimiento del Titanic, como quedó expresado en su disco The Ship (2016), y en Icarus or Blériot establece otra relación que sólo grita por el fracaso de nuestra especie: por un lado, el personaje mitológico que con alas pegadas con cera voló demasiado cerca del sol y, por otro, el piloto francés Louis Blériot, el primero en cruzar el Canal de la Mancha, en 1909.
“¿Quiénes somos?/Trata de volar/ supera el sol”, canta Eno en el tono de catástrofe inminente, del ego de lo humano presto a estrellarse en su propia ambición. Y las guitarras ahogadas de Leo Abrahams lo hacen doloroso.
4.-Garden of Stars
El ensamble juega a representar la catástrofe, como en el acto de culminar con estilo la arenga de Eno de que “este billón de años finalizará”. Y la forma no será grata, porque será “en todo este gas y polvo”. La guitarra de Abrahams en extraños efectos, el teclado de Pete Chilvers y la voz apocalíptica de Eno, que parece la de un sacerdote de la antigüedad mítica, advirtiendo sobre el futuro. Como si luchara porque la memoria de milenios no se borrara con el próximo cataclismo y hubiera al menos alguna razón de que la historia continuara bajo otro sol, bajo otra partícula distinta al carbono, en otra galaxia.
5.-Inclusion
Tema instrumental que recuerda el Moss Garden que compuso al lado de David Bowie para el hoy mítico ‘Heroes’ (1976). Parece hasta deliberadamente una pausa para asimilar las etapas ya repasadas en la obra y prepararse para presenciar el fin del mundo. Desde el comienzo, los sintetizadores no hacen más que guiar hacia la puerta al escucha. Esta pausa, también es una meditación antes de escuchar por última vez a los pájaros cantar.
6.-There Were Bells
Este tema es escuchar al mundo irse por un tubo finalmente. Comienza con la evocación de Eno del cielo adquiriendo un color “del rosa al azul dorado”, y con él caen las memorias, evocando al Noé del Antiguo Testamento, los sintetizadores consuman la obra: “Hubo tormentas e inundaciones de sangre y vidas humanas”, siguiendo un clímax que desemboca en dramático finale, en que la música desaparece por completo luego de que pronuncia: “Todos se fueron de la misma forma”. Y el tema finaliza.
Eno recuerda que, durante el estreno de esta composición, el año pasado, en el antiguo escenario del Odeón de Herodes Ático, a la sombra de la Acrópolis, en Atenas, Grecia, podía ver a lo lejos los fuegos de un bosque que ardía por causa de temperaturas que nunca en milenios habían llegado a ese grado en ese lugar. “Aquí estamos”, comentó, “en la cuna de la civilización, mirando su final”.
7.-Sherry
Para cuando aparece el piano de su hermano Roger Eno y la música sugiere por primera vez algo realmente humano y que podemos aprehender con facilidad, ya estamos en la dinámica del fin. El tema describe el “último rayo de un viejo sol”. Sherry es deudora de un jazz clásico que, sin embargo, se ve invadido por lejanos lamentos y los sintetizadores de Eno, que no escatiman en la descripción del ocaso. Eno aprovecha para cantar al son del piano una balada amable que deviene en apocalíptica.
8.-I’m Hardly Me
La voz de su hija Darla Eno es lo primero que se escucha, como en recitación de una idioglosia (lenguaje personal) que parece en realidad un dialecto alienígena. Su padre contesta con la voz más majestuosa de la obra, como sacando a su Scott Walker coral más interno. Pero por todo el optimismo y la expectación, el final es desconsolador: “nada será lo mismo otra vez”, canta Brian.
9.-These Small Noises
Réquiem para nuestra controversial especie y su papel en el Universo, con el teclado de Jon Hopkins dándole un énfasis de congoja al fraseo coral. El final de la humanidad consumado: “Estos pequeños ruidos, todos murieron por estos pequeños rostros”. Como había advertido Eno, no hay nada qué hacer. El artista se une en dueto vocal y el órgano a la mitad del corte parece remontarse a cuando la especie humana no es ya más que un recuerdo. Un final desconsolador. A este momento, el escucha se pregunta si la idea de lo humano podría renacer algún día, la pregunta más entrañable de la obra. Eno responde con su última pieza, una obra maestra.
10.-Making Gardens Out of Silence
Hay algo muy entrañable en la música generativa de Brian Eno. La idea de que la música se pudiera generar por un sistema y que siempre fuera distinta, es parte de las propuestas de lo que llama discreet music (música discreta), diseñada para estar ahí, no interrumpir al escucha en sus labores, acompañarle, y quizá fomentar su proceso mental y creativo. Pero si una vez llegaras a ponerle atención, tal música no te decepcionará, porque no es un mero fondo, es una experiencia distinta cada vez que se escucha.
Eno quedó fascinado por la idea de que la música pudiera concebirse a sí misma dependiendo de diversos entornos, que ella misma emergiera de situaciones, tanto que decidió trabajar en el videojuego Spore (Maxis, 2008), al lado del diseñador Will Wright (The Sims). Spore es un juego de estrategia en tiempo real que permite al jugador tomar el control de una especie desde su estado de microorganismo hasta su etapa imperial y posterior decadencia. Eno compuso música que se originaría de los distintos planetas, los cuales surgen por las variables de un sistema.
El tema es traído a cuento porque el último track de FOREVERANDEVERNOMORE. Se titula Making Gardens Out of Silence y Eno lo compuso con sus fundamentos de música generativa comisionada por la Galería Serpent, como parte del proyecto Back To Earth (de vuelta a la tierra). Eno explica sobre su instalación: “Quise pensar en la música […] como una suerte de jardín sónico, un parque concentrado dentro de un parque real”.

La escritora turca Elif Shafak escribió un texto inspirado en la pieza de Eno para la exposición de obras de la Galería Serpent. Escribe: “Los jardines crean y alimentan los recuerdos. Desbordan de vida, proveen no sólo comida, albergue y un más que necesitado descanso, son un refugio para insectos y aves, pero también la oportunidad para nosotros, los humanos, de reconectar con el mundo, para sentir la tierra debajo de nuestros pies, una sensación de tener raíces”.
Lee la primera parte: Dentro de la música del apocalipsis de Brian Eno
Shafak continúa con inspiración: “Dentro del jardín sónico de Brian Eno nos damos cuenta que todo en la naturaleza habla todo el tiempo, si es que tomamos el cuidado de escuchar. Serpientes de hierba, abejas, oropéndolas doradas… El murmullo de la corriente de una montaña atravesando las rocas. La encantadora melodía del viento invernal soplando a través de las ramas.
“El rítmico golpeteo de las gotas de agua cayendo de las hojas. El repentino sonido de los truenos retumbando por las colinas. El crujido de las agujas de los pinos desafiando los calcinantes rayos del sol. El ulular de un búho nocturno en los árboles. El revoloteo de las alas de una mariposa, gentil, como el toque de un amante”.
En la pieza, una voz femenina filtrada canta (es la de la artista conceptual japonesa Kyoko Inatome), pero es en determinado momento como si esta estuviera aprendiendo a hablar, mientras la música más determinadamente hermosa de toda la obra parece darle una esperanza a la humanidad, pero quizá en un planeta lejano, en casi nueve minutos de beatitud sónica que finalizan un sombrío álbum, con un destello de genuina esperanza.