En la democracia los gobernados eligen quiénes los gobiernan. La democracia es el gobierno del pueblo y nos hace actores en la construcción de nuestra historia.
Así, en el centro de la democracia, la voluntad ciudadana está presente en las políticas públicas, expresa la diversidad de convicciones que hay en la sociedad y reglamenta su convivencia.
Un producto democrático es alcanzable para todos.
Hay democracia directa, democracia representativa, democracia deliberativa, entre otras formalidades que procuran cumplir con requisitos que den lugar a la afirmación de que somos democráticos.
Si en la democracia los gobernados eligen a quiénes les gobiernan, entonces ¿por qué el voto en el extranjero, que da lugar a que los paisanos decidan acciones que nos competen a los gobernados en este país?
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En donde manda el capital no gobiernan los electores y es incongruente insistir en que la democracia es el gobierno del pueblo mientras se permite un modelo en donde mandan los poderes de facto, por encima de las autoridades electas.
Existe una fuerte tendencia en eliminar los legisladores plurinominales, con el argumento de que no son electos por el pueblo, cuando la realidad es que los diputados son electos por los partidos políticos sean plurinominales o uninominales.
¿Qué tan representativa es una democracia si los diputados representan habitantes de un territorio tan ajeno a nuestra cotidianidad como son los distritos electorales y no un proyecto de nación con el que se identifiquen? ¿Uno puede coincidir con las propuestas de un diputado lejano en el territorio pero cercano en las ideas?
¿Es democrático que un diputado de distrito electo por una minoría, represente a los que no votaron por él, como sucede con los diputados uninominales?
¿Qué tanto se respeta la voluntad de las y los electores si por fuerza y no por convicción los órganos de gobierno se tienen que constituir con el mismo porcentaje de género, como si se tratara de un baile y no de legislar?
Si los diputados deben respetar la voluntad popular, ¿entonces por qué hay cuotas electorales?
¿Qué tan válido es que los ciudadanos voten por un candidato avalado por un partido y una vez electo se cambie de partido?
Hay una insatisfacción social interpretada de diferentes maneras y desde diversas convicciones, como sucede de manera natural en una entidad plural en que la ciudadanía es razonable, libre y sustancialmente igualitaria. O así debería de suceder, pero lamentablemente hay una ausencia en nuestra vida política de sociedad civil.
Dialogar implica iniciar con definiciones y no se nota que estén presentes en nuestro cuerpo legislativo.
Hay quienes reprueban las elecciones afirmando que son de Estado aun cuando nuestra Constitución define el Estado como territorio, sociedad y gobierno. En consecuencia, todas las elecciones son de Estado, porque tanto los electores como los partidos y las autoridades electorales lo conforman.
Si lo que deseamos es que la voluntad ciudadana esté presente en las políticas públicas, un principio que debe regir es que el instrumento de una democracia sea la elocuencia y no las imposiciones, principio que también es válido si lo que se desea es un ambiente que dignifique la política.
Si deseamos que los programas de gobierno sean producto de un diagnóstico compartido entre partidos políticos y sus votantes, es necesario que al centro de una campaña electoral esté la plataforma política de los protagonistas y que la responsabilidad de poner sus mejores legisladores la lleven las instituciones (partidos políticos) que las proponen.
Si aceptamos que el México actual es un amplio mosaico de intereses y convicciones, lo apropiado es que cada fuerza política esté representada en el Poder Legislativo en función de su convencimiento. Es decir, de manera proporcional a los votos que obtuvo y esto implica un sistema en el que todos los actores políticos estén presentes en el debate legislativo.
Si le damos un vistazo a los liderazgos de las fracciones parlamentarias nos encontraremos con que son los mismos desde ya tantos años.
El PRI, producto de una guerra interna que terminó hace más de cien años, sigue siendo el tronco común, al grado tal que de los diez partidos políticos que participaron en la elección pasada, nueve tenían entre sus fundadores personajes surgidos de esa entidad política y el único partido (PAN) que no está en ese ramaje desde el neoliberalismo es su aliado, aunque hasta ahora formalmente lo han protocolizado.
La democracia representativa está en serios cuestionamientos, por lo que existe la tentación de recurrir a formas directas de gobierno.
En razón de esta ansiedad nacen procesos consultivos que en el papel están bien, pero si revisamos el costo que provocan vamos a tener que votar entre si queremos carreteras, electricidad, policías, jueces, escuelas, parques públicos, hospitales o consultas, porque estas últimas devoran el presupuesto.
No veo cómo, quienes hasta ahora han evitado que la democracia se instituya en sus partidos políticos, que han recurrido a encuestas, estatutos, actividades clientelares y corporativas, sean quienes construyan un modelo electoral que nos dé la certidumbre de que nuestra voluntad esté presente en las políticas públicas.
Desde este espacio voto porque nuestro modelo electoral elimine a los diputados por distrito, y recurra al modelo relativo proporcional, de manera tal que toda iniciativa de convivencia política ocupe un espacio en donde se toman las decisiones en relación al porcentaje de votos obtenidos, y si estos dejan insatisfacción en sus propuestas y comportamientos se castigue al partido institucionalmente.
Voto a favor de que se revise el presidencialismo y pensemos en un modelo parlamentario, para que evitemos el caudillismo y abramos paso a pensamientos colectivos.
Me manifiesto a favor de que se respete la voluntad de las y los electores, y de que el porcentaje de genero obedezca al sufragio en las urnas tal y como lo dispone la ciudadanía, en el entendimiento de que hay mujeres con mayor sensibilidad social y política que la mayoría de los hombres y hombres con mayor sensibilidad social y política que la mayoría de las mujeres, y por esa razón deben legislar y no por su género y de esta manera evitar vivir en la ficción de que votaron en paridad.
Mi voluntad está a favor de que los mexicanos en el exterior no se olviden de nosotros, pero las decisiones que nos afectan a los que aquí estamos las debemos resolver entre quienes vamos a ser gobernados, ya que no es justo que nos escoja la novia quien no se va a casar con ella.
Voto a favor de que se respete el sentido de mi voto y no se permita que quienes fueron electos con el logotipo de un partido se vayan a otro.
Estoy a favor de que en los medios de comunicación se oferten diagnósticos y soluciones políticas, en debates serios.
Espero que eviten candidaturas populares de candidatos buenos para meter o evitar goles, o golpear en un ring, o famosos porque son buenos o buenas para correr, cantar y actuar y se dé lugar a que quienes legislan tengan la sensibilidad y las herramientas cognoscitivas para generar leyes.
El costo de nuestros procesos electorales es muy alto, por lo que mi voto es a favor de reducirlo, sustituyendo distritos electorales por circunscripciones y de esta manera evitar el costo de las 300 oficinas del INE y que las autoridades electorales sean electas por elementos de la sociedad civil como son las universidades y no por los partidos políticos, y que se busquen consejeros menos ambiciosos que no se amparen por que desean ganar más que el presidente de la República.
Deseo que las leyes electorales sean coherentes con la Constitución y sean consecuentes con la lucha histórica de respetar el Federalismo.
Quisiera que las reformas electorales impulsen el voto responsable, en donde cada elector cuente con los elementos de juicio necesarios.
La democracia es una asignatura pendiente permanentemente, si un país se diera por satisfecho con la que tiene, seguramente la estaría matando.