Marcha pro INE: lecciones de resistencia

Legítima manifestación de inconformidad, herramienta política de grupos de poder, vehículo para expresión de muchas otras causas: eso fue la concentración del pasado domingo

La mañana del domingo 13 de noviembre asistí a la marcha a favor del INE con una incógnita: ¿sería otro fiasco al estilo FREENA o los ciudadanos opositores al proyecto de Andrés Manuel López Obrador mostrarían finalmente el músculo?

En la estación Poliforum del Metrobús, observaba inquisitivo los ropajes de los que esperábamos el transporte. Al principio sólo vi a los usuarios habituales de esa hora, personas que se dirigían a la zona de Ciudad Universitaria, con su ropa deportiva, o al Centro Cultural, al sur de la ciudad.

Pero al subir cambió el panorama: venía lleno, como pocas veces, de personas vestidas de blanco o de rosa; muchas de ellas parecían como en una particular cruzada, como para demostrar que ahí estaban. El sentimiento me invadió, me recordó cuando yo me sentía excluido de la sociedad, cuando acudía a las movilizaciones del Zócalo y cantábamos: “¡No somos uno, no somos mil, cuéntanos bien!”.

José Woldenberg

Habían aprendido del descalabro de las pancartas mal escritas, de las tiendas de campaña voladoras, del fiasco de los Chalecos Amarillos, y muchas otras monsergas falsas y manipuladoras; ahora estaban decididos a mostrar que, ante todo, no son los descalzonados que marchan hacia el Zócalo. No, ellos marchan con los colores de la paz y de los movimientos feministas; muchos de ellos marchan con sus gorras que cuestan lo que gano en un mes, con sus pieles que parece que rara vez se asolean, con sus trabajadores de limpieza sosteniéndoles hasta la botella de agua.

Y las pancartas en cartón corrugado de primera, esta vez bien escritas, aunque yo hubiera acentuado el “sí”. No dudo que en ese variopinto grupo vinieran muchos ciudadanos que están hartos de AMLO y sus mañaneras de tres horas, o de Cuauhtémoc Blanco, de Barbosa, Monreal, Gibrán y todas esas miasmas que arrastró consigo la 4T, y en legítimo derecho venían a tomar las calles. También podía verse que muchos estaban allí porque alguien los había traído, eso no podía ignorarse.

Otros caminaron al Ángel maldiciendo entre dientes, que Claudia (Sheinbaum) ni con el anuncio de contingencias ambientales los amedrentaría. Caminé por la glorieta de la Palma hacía el Ángel, y un compañero, con un aspecto con el que jamás lo hubieran invitado sus amigos ricos al Hunan, gritaba en un vibráfono: “¡Fuera el kakas!”, ante el beneplácito de algunos.

Cerca del Ángel, una supuesta segunda conspiración: el majestuoso monumento resguardado por vallas, que algunos marchantes leyeron como un plan de la jefa de Gobierno para que no pudieran tomar el Ángel. Yo busco y veo a Sergio Sarmiento en por lo menos tres señores inocentes y por fortuna nunca es. Son las 10:15 y veo muchos marchantes, pero también dos hileras de personas que al lado de Reforma sólo miran, no marchan. También hay mucha prensa, que en ocasiones me parece demasiada.

Los ciudadanos a mi alrededor, la mayoría entrados en los 40 o 50 años, comenzaron su “gólgota”, por suerte no lo hicieron desde Auditorio Nacional y hasta el Zócalo, distancia que me tocó recorrer en otras marchas. Supongo que a muchos de ellos los hubiera hecho desistir esa distancia.

Atrás, parecían dejar a sus juniors. Me da alegría ver su entusiasmo juvenil, sosteniendo la pancarta en defensa al INE. Con lentes oscuros (of course…) que los hacen parecer como futuros Jaimes Camiles o Diamantes Negros. Uno de ellos, de unos 16 años, se deja llevar por la emoción: “¡El que no brinque es AMLO!”, pero pronto para, porque ni sus compañeros se contagian de su alegría.

“¿Dónde está Fox?”, me pregunto. Busco ansioso entre el gentío al hombre que admitió “cargar los dados” en 2006 y “que lo volvería hacer”, pero no lo encuentro. De hecho, me imagino que a esta hora Roberto Madrazo ya les “ganó” a todos y ya está levantando los brazos en el Monumento a la Revolución, que Margarita Zavala ya habrá aprovechado para recabar firmas para México Libre, y que Elba Esther ya salió de su sarcófago y camina por Reforma como muerto viviente. La marcha también es una colección de horrores sin cuento, no hay que negarlo.

En lugar de ello encuentro a un hombre con una máscara de Guy Fawkes, el personaje que inmortalizó el comic y la película V For Vendetta, y leo su pancarta: “¡Oye Peje, bestia 666, rata de verdad, eres un fascista ecocida y militar!”, decía más, pero lo de bestia 666 me hizo recordar una canción de Iron Maiden y me puse a mover la cabeza como loco y el resto se me olvidó.

No sólo había ciudadanos a favor del INE, había otros que aprovechaban para incitar a una nueva rebelión cristera y encontré hasta activistas contra el cambio climático, las conspiraciones a la Jaime Maussan y personas que piensan que Lilly Téllez será presidente (las cuales parecen vivir en otra dimensión, en efecto).

Era una suerte de mundo al revés, en que la derecha pretendía tomar algunos de los símbolos de izquierda de los grupos rebeldes de antaño, sólo que con su tono santurrón. Vi una gorra blanca con un letrero rosa que decía “Resistencia”, vi una playera blanca con una estrella que no era roja, sino rosa. Lección no aprendida.

Y caminé con ellos. Algunos marchantes cobraron entusiasmo al ver que sí había muchos inconformes con el actual gobierno, caminaron con más júbilo, coreaban y cantaban: “¡A eso vine, a defender al INE!”. Era un majestuoso despliegue de fuerza ciudadana, que por fin articulaba algo más que un insulto que llamaba a la sorna del presidente al día siguiente.

¿La escuela de Madrazo?

Pero la Glorieta del Caballito estaba aún muy lejos y yo advertí la inquietud en mis compañeros de marcha; de seguir el camino pactado, parecía demasiado. Es así que el grueso del grupo en el que venía, optó por “acortar la distancia”, entrando por calle Lafragua para llegar más rápido. Recordé al prócer de muchos de los marchantes, Roberto Madrazo, cuando hizo trampa en el maratón de Berlín. Lección más que aprendida.

En una Plaza de la República repleta, el templete listo para que “Pepe” Woldenberg fuera el único orador, mientras la cantante de canciones mexicanas tradicionales las alteraba para cantar en honor al INE, a Lorenzo Córdova, Ciro Murayama y otros pillos de siete suelas. Sería divertido sino fuera tremendamente trágico. La plaza está llena; volteo y siguen llegando ciudadanos, aquello ya parece una verbena.

Pero la felicidad no dura: la jefa de Gobierno no apagó la fuente de agua de la Plaza. Al principio, los marchantes respetan el espacio, y se hacen a un lado, pero de pronto, un alma intrépida sin temor a mojarse avanza y manotea con su playera polo Ralph Laurent rosa y llama a la rebelión:

“¡La fuente no nos parará!”. Al principio, algunos giran sus ojos para otro lado, pero luego la fuerza de la convicción y la imagen de una Sheinbaum probablemente riendo en algún lugar porque consumó su maquiavélico plan de incomodarlos con la fuente, es más fuerte y un grupo avanza y tapa con sus pies los orificios de donde sale el agua.

Es un pequeño triunfo, un vigor contra el opresor que muchos jamás habían experimentado probablemente en sus vidas, lección aprendida. Estoicos ante el sol aguantarán la aparición de José Woldenberg, el simpático sujeto que fue impuesto por Zedillo, el mismo que “extravió” una vez el padrón electoral, pero que ahora, con su gorrita, advirtió ante el enardecido público:

“Buena parte de lo edificado se quiere destruir desde el gobierno”. Cuando lo dijo, incluso un sombrío sentimiento se apoderó de muchos: habían caído en el discurso del orador.

12:08. Comienza el himno nacional, pero ya la mayoría tuvo suficiente por hoy y vuelven al anonimato, aprovechan para dar un paseíto y caminar un poco más. No ignoran que dentro de ellos habíamos apóstatas, peregrinos en tierra profana, infiltrados, curiosos sin nada qué hacer y simple gente que no tiene ningún interés en defender a la colección de monstruos del PRI y el PAN.

Pero ese domingo se encendió la llama ciudadana de muchos de ellos, que otros tantos llaman “hijos del privilegio”, y ese suele ser el primer paso para que las cosas realmente ocurran. ¿Próxima parada el Zócalo?

 

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