Un hombre, natural del Reino de Chu, decidió vender unas perlas en el Reino de Cheng. Hizo un joyero de madera finísima, perfumado con especias, con incrustaciones de jade y otras piedras preciosas, y forrado en plumas de martín pescador.
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Resultó que un hombre de Cheng compró el estuche, pero devolvió las perlas al vendedor. Este individuo puede ser considerado un hábil vendedor de joyeros, pero en ningún caso se le puede reconocer como vendedor de perlas.