A López Obrador se le está terminando el tiempo de su sexenio para hacer cosas verdaderamente importantes que lo pongan en la historia como uno de los mejores presidentes que ha tenido México.
Sus logros son incipientes y sus obras del sexenio están puestas en duda. Un AIFA que no termina por convencer a las aerolíneas y que todavía no cuenta con la reglamentación internacional. La refinería Dos Bocas, que alcanzará su máxima capacidad de producción después de 2024. Y un Tren Maya que probablemente no se termine para la fecha programada. Eso debe haber subido la presión y el malestar en Palacio Nacional.
Aunque hay que decirlo, para Morena la elección pasada no le fue nada mal, sigue doblando a opositores y llevándolos a sus filas como a Omar Fayad y Alejandro Murat. Pronto se develará a cambio de qué entregaron sus estados, quizá de una embajada, impunidad, una senaduría, o la candidatura presidencial.
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Si fuera concurso de popularidad, López Obrador aprobaría, con todo y que se cayó en 9% luego del escándalo de la “Casa gris” y los lujos de su hijo. Pero tampoco tiene números extraordinarios que lo pongan en los cuernos de la luna.
El más alto sigue siendo “el innombrable”, Carlos Salinas de Gortari, con 77%; le siguen Zedillo (61%), Fox (56%), Calderón (58%), Peña Nieto (41%) y López con 60% de aprobación. Pero como faltan dos años se puede ir más abajo, por eso le urge seguir con una narrativa triunfalista de una administración exitosa que ha sido todo lo contrario. Es simple: no hay logros y sus reformas constitucionales ya no van a pasar.
Lo que sí le ha dado resultado para alcanzar esos números en la popularidad, ganar gubernaturas e ir pavimentando el camino para las elecciones en Coahuila y el Estado de México, son los programas sociales que se asocian a las clientelas de los morenos y el chantaje hacia los beneficiarios.
Pero no hay completa transparencia en los presupuestos ejercidos. Según los números de Mexicanos Contra la Corrupción y la Impunidad, el 84.3% de esos programas no está en condiciones de ser evaluados y se usan a discreción.
Así podríamos hablar de los índices de confianza para que las empresas extranjeras inviertan sus recursos en el país. Gracias al discurso radical y de odio hacia los empresarios que tiene López, México pasó del lugar número 5 que se tenía en el 2015, al lugar 33, según la medición del año pasado.
Que conste que no se trata de decir que con el PRI estábamos bien, al contrario, íbamos mal, pero ahora vamos peor. La inflación ronda el 8 % y la canasta básica se ha disparado. Con mil 571 pesos en el 2019 se podía adquirir una canasta básica; hoy sólo alcanza para el 86%, lo que significa -14%.
Con todo y los aumentos al salario, los más perjudicados son los de siempre. Claro que la pandemia juega un factor fundamental, pero las malas decisiones quedan para el análisis.
Otro factor es la inseguridad que se vive en un marco de la política gubernamental de brazos caídos, denominada “abrazos y no balazos”. Se habla de 44 mil personas desaparecidas en los últimos tres años, 36 periodistas asesinados, tres mil feminicidios, 92 defensores de derechos humanos ultimados.
Además, tenemos que el 94% de los delitos no se resuelven y 8 de las 10 ciudades más violentas del mundo están en México: Ciudad Obregón, Zacatecas, Tijuana, Ciudad Juárez, Ensenada y Uruapan, que gobierna Morena, mientras que Zamora y Celaya las gobierna el PAN. La administración de López Obrador está cimentada en la violencia y afianzada con cadáveres.
Así nos podríamos seguir rubro por rubro y no hay buenos resultados. Sin embargo, la falta de una oposición seria y contundente ha hecho que López Obrador busque en los periodistas con quién confrontarse.
Esa estrategia ya está muy vista, ya no alcanza para cubrir la tragedia nacional, por eso el Pejelagarto buscó en el extranjero y qué mejor que recurrir al manual de los tiranitos latinoamericanos y pegarle al “imperio yanqui”. Ahí encontró en Ted Cruz y Marco Rubio, congresistas de Estados Unidos, la posibilidad de desviar las miradas y seguir martirizándose.
El asunto no es menor porque aunque sean los republicanos, es decir, los conservadores, no es el mismo elefante reumático de los políticos mexicanos. Viene la campaña para renovar parte del Congreso norteamericano y López les picó las costillas con aquello de que presenten pruebas sobre los nexos que tiene con el narcotráfico. Si se los encuentran no van a guardar silencio… pero mejor ahí la dejamos.
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Hasta la próxima.