No robar, no mentir, no traicionar y no fingir

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Alguna vez, hace ya muchos años, me pidieron, de parte del Instituto Nacional Indigenista, producir un programa especial de radio para un grupo reducido de habitantes que transitaban entre Sinaloa y Sonora. El tema es que este grupo vivió por varias generaciones de la recolección y la caza en un espacio natural.

De pronto los acorralaron, los agredieron y los encerraron por circular en tierras privadas. No cabía en su concepción la idea de que lo divino, lo que fue dado para todos, fuera de alguien.

Nos pidieron que se grabara un programa en su lengua para que las generaciones actuales conocieran su sacrificio y para recuperar el espacio en el que por tanto tiempo durmieron y se alimentaron.

Mi generación sintió algo similar. Empezamos a vivir una fase del capitalismo al que se le conoce como neoliberalismo. De pronto sentíamos el riesgo de mirar la luna, ya que corríamos el peligro de tener que pagar por contemplarla; posiblemente alguien muy poderoso la había comprado. 

Los neoliberales vendieron la idea de que la modernidad es salvaje, y el capitalismo es el modelo que hace felices a todos, menos a las grandes mayorías.

El petróleo, la electricidad, el acero, la plata, el aire, nuestra cultura, la tierra y el producto de nuestro trabajo, es de alguien, tal vez de algunos. Para la mayoría, la casa que habitamos es de alguien que nos permite vivir en ella si le pagamos lo que exige y comemos si pagamos lo que nos piden.

El asunto estaría compensado si a nosotros nos pagaran lo que pedimos al trabajar, pero casi nunca es así.

Cuando el petróleo, la electricidad, la plata y el acero eran del Estado, tampoco fue nuestro, dirán algunos, ya que también fue de otros y en parte tienen razón: se administraron nuestros bienes como si fueran suyos.

Pero mientras fueran de todos, podíamos heredarlos y mejorar su uso, porque estaba en nuestra competencia. Si los bienes son privados, la facultad es de ellos (de algunos).

En Noruega, mi clásico ejemplo, el petróleo es 70% del Estado y el dinero que proviene de ese recurso no se mete a circulación, sino que se invierte en la bolsa de valores. Lo que de ahí deriva se convierte en una bolsa pública para la infancia, la vejez, los desempleados, la salud, la educación, entre diversos apoyos.

De acuerdo, no somos noruegos, pero, como cualquiera de este mundo, somos humanos que desean comer, vestir, soñar. Deseamos un techo que dé certidumbre, vivir saludablemente, con acceso al conocimiento y con certidumbre de cara al futuro; aceptar la vejez con tranquilidad. 

Incapacidad legislativa y oportunismo

Por todos estos motivos voté por Andrés Manuel López Obrador, sin estar convencido de que sea la persona idónea para conducir el país. Pero uno vota por lo que está en la boleta electoral y no por lo que uno tiene en la cabeza, y era el único que cuestionaba el modelo político y económico.

Lo conocí en Villahermosa cuando le llevé, hace 27 años aproximadamente, unos videos que encargó. Estos probaban las ilegalidades que le hicieron cuando fue candidato a gobernador en su estado y hasta la fecha no los ha pagado. Sin embargo, voté por él y volvería hacerlo si se repiten las circunstancias.

Si vemos quiénes son los actuales protagonistas de la política, notaremos que son los mismos del siglo pasado. Nuestros políticos son como las moscas, si los espantan de un lado, regresan en otro partido, 

¿Cómo es que Morena pide no traicionar si está compuesto por exmilitantes del PRI, del PRD y algunos del PAN, y tienen aliados como el Partido Verde Ecologista, que hace alianza con cualquier partido porque se suman a quien gobierna?

Habrá quien diga que a quien no hay que traicionar es al pueblo ¿Los que se afilian a un partido político no son del pueblo? 

¿Dónde están los Luis H. Álvarez o Efraín González Morfín del viejo Partido Acción Nacional; o los Jesús Reyes Heroles e Isidro Fabela del Revolucionario Institucional? ¿Dónde las vidas ejemplares de Valentín Campa, Demetrio Vallejo o Heberto Castillo Martínez? 

Parecen remotos aquellos tiempos en que se inventaba un chiste sobre un presidente o alto funcionario, porque hoy para hacernos reír lo que se cuentan son anécdotas o se ven y escuchan discursos en redes sociales.

La idea de que quienes tenían que ocupar los cargos de mayor responsabilidad pública deberían sobresalir por su intelecto y sensibilidad social, se desvaneció. Ahora hay que bailar, moverse mucho, llamar la atención de cualquier manera para que en las encuestas te mencionen.

¿Qué es lo que da lugar a un ambiente ríspido por una consulta para ver si se revoca al presidente de la República en un proceso que costará miles de millones de pesos, cuando no hay una voz en el aire que pida su renuncia, siendo que al terminar el proceso le faltaran sólo algo más de dos años para que de manera normativa se dé su relevo?

¿Cómo es que a los únicos que vimos pedir la firma para que se haga la consulta fue a los miembros o a los empleados del partido del presidente? ¿Por qué hacer una consulta tan costosa, cuando hace sólo seis meses en una elección intermedia ganó el partido del presidente y sus aliados?

No estoy poniendo al centro si la ley se debe cumplir. Lo que pongo al centro es la incapacidad legislativa para hacer leyes que generen otra actitud. La incapacidad de nuestros legisladores para decir “¡Eureka!”, porque encontraron algo realmente novedoso y aplicable en nuestra vida política. Pasa el tiempo y los liderazgos son los mismos, con la misma propensión al oportunismo.

    

 

  

   

   

Por René Cervera G.

*Analista político, compositor y representante del Partido Humanista en el IECM. Es autor de los libros Entre el puño y la Rosa (visión de la socialdemocracia), La democracia es una fiesta, Antojos literarios y El sentimiento que nos une.