Es un tanto cuanto mucho muy absurdo proponer una reforma electoral sin tener una concepción de lo que entendemos al hablar de la democracia. Antes de hacer un enlistado de cambios en este aspecto, es necesario explicarnos qué entendemos por esa palabra y cuál es el diagnostico que tenemos de México en este sentido.
Efectivamente, como lo afirma el presidente, tenemos una de las estructuras más caras del mundo en el nombre de la democracia y aún así es muy insatisfactoria no sólo por el costo económico, también por el costo social.
Tenemos siete partidos políticos a nivel federal y de todos no hacemos uno. Lo escribo por que, efectivamente, el árbol genético de todos ellos es el mismo: el Partido Revolucionario Institucional. Podríamos poner al Partido Acción Nacional en otro tronco, pero se han ido emparentando tanto que ahora están en una relación muy genética.
No conozco un estudio o análisis del porqué no hemos construido un partido distinto, con un origen diferente al que fue tanto tiempo el partido oficial, pero me adelanto a decir que registrar un partido nuevo tiene un costo muy alto, al grado tal que prácticamente sólo está al alcance de quienes ya fueron funcionarios públicos e hicieron un fondo para continuar en la política.
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La normatividad de los procesos actuales permite a quien invirtió en construir una organización para participar en elecciones, recuperar su capital si demuestra que tiene al menos tres de cada 100 electores que le den su voto.
Podemos tener en consenso que el clientelismo electoral es antidemocrático y puedo decirles que todos los partidos federales lo practican. No hay uno solo que se pueda poner de muestra como modelo democrático en su vida interna. Cumplen con registrar estatutos, principios y programas de gobierno, pero se percibe que lo copian sin sentirlo.
Es verdad que hace falta una profunda reforma electoral, no sólo para bajar el costo del proceso, también para aumentar la calidad legislativa y de los demás órganos de gobierno.
El gobierno actual es obsesivo en presumir austeridad, sin reflexionar que lo barato sale caro. La ley de revocación del mandato, a manera de ejemplo, estuvo mal hecha, al igual que la consulta para enjuiciar a expresidentes, y su costo fue de algo así como cinco mil millones de pesos y ninguno de los dos procesos fue vinculatorio.
Mal votar un presupuesto, igual puede tener un alto costo. Suponer que 300 cabezas electas por distrito electoral piensan mejor que 500 es algo que debe meditarse.
Presumir que con el voto electrónico votarán más mexicanos en el extranjero es correr el riesgo de que los mexicanos que se fueron decidan lo que vivimos los que nos quedamos, y no es justo que paguemos lo que decidieron desde el exterior. Repito, no veo el argumento que me convenza de que nos escoja la novia quien ya se separó de ella.
Elegir consejeros electorales a través de una pasarela y reducir el número, no ahorra mucho y disminuye las voces reflexivas. Demandar que los consejeros que se van, como último acto, organicen la elección de quienes los sustituyen, es hasta humillante.
Para el presidente de la República el pueblo es una unidad que no se equivoca, pero él sí que se equivoca al definir el pueblo como un ente sin variedad de intereses, experiencias reflexivas y variedad de pensamientos. Los pueblos no necesitan fabricar zapatos para entender cuáles son los que le quedan, pero hay distintas medidas de calzado.
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Elegir 300 diputados por distrito electoral da lugar a que la mayoría de los electores no estén representados. Si la votación se distribuye entre siete partidos políticos es posible que la cámara la compongan diputados que ganaron con un bajo porcentaje, pero en muchos distritos y que la gran mayoría de los electores estén representados por legisladores o legisladoras por los que no votaron.
Por lo que toca al Senado, ahí sí pueden eliminarse los plurinominales. Los diputados representan el proyecto de país de quienes los proponen y no un espacio físico, y los senadores sí representan la entidad federativa que los eligió.
Por lógica, un personaje que halaga tanto a los liberales y descalifica adversarios porque a su entender son conservadores, debería ser federalista; sin embargo, su propuesta elimina los órganos políticos locales electorales; todo lo pone al centro como si fuera el más conservador de los conservadores.
Perdón por insistir en este tema, no es mi deseo ser tan recurrente, pero justo cuando me senté a escribir mi articuló salió al aire la iniciativa de ley propuesta por el presidente que debemos meditar conjuntamente.
No creo que pase porque dudo que los partidos voten en contra de sus intereses. Hay cosas que deberían estar en la posibilidad de aprobarse parcialmente, como es el financiamiento a partidos políticos, pero en vez de quitar radio y televisión, debería de usarse ese recurso para promover debates serios.