El país de la 4T, los jueces y los militares

Marcaje Personal | López Obrador ya se dio cuanta lo que significa la división de poderes y no le gusta nada

La reacción de López Obrador, luego del descalabro que sufrió en la Suprema Corte su pretensión de que los servidores públicos pudieran hacer campaña electoral en todo momento, muestra con claridad lo que serán dos propuestas centrales de Morena en el 2024: la militarización de la seguridad pública y la sujeción de los jueces al poder político.

López Obrador requiere de una mayoría suficiente para reformar la Constitución sin tener que negociar con otras fuerzas políticas. Por eso, ya desde ahora, es que hace un llamado para que los ciudadanos le otorguen esa fuerza en las urnas.

Requeriría una votación superior a la que su coalición recibió en 2018, lo que en estos momentos se antoja difícil y por diversos motivos, entre ellos, porque él no estará en la boleta y ello puede debilitar los sufragios en el Senado y en la Cámara de Diputados.

Otro tema interesante, será el de constar cómo se definirá un movimiento que se impulsa en propuestas tan primarias y alejadas de cualquier aspecto progresista. Nadie de izquierda o de derecha democrática puede respaldar que se dote de mayor presencia y control a los militares y tampoco que se limite, o inclusive comprometa, la división de poderes.

Supongo que no dirán nada personajes como Marcelo Ebrard, Olga Sánchez o Alejandro Encinas, porque dicen poco para no contrariar a quien manda, pero seguro piensan y mucho al respecto.

Respecto a la Guardia Nacional, como es sabido, el presidente López Obrador quiere que dependa de la Secretaría de la Defensa, ya sin atisbos de participación civil. López Obrador solo confía en generales y almirantes.

Para el Poder Judicial anuncia elección de los ministros de la Suprema Corte por voto popular. La propuesta es por demás riesgosa. En Bolivia ya lo hicieron y los resultados no son los mejores.

En los hechos, esto rompería con la seguridad jurídica y significaría un golpe al sistema que entraría en contradicción con tratados y acuerdos internacionales y tiraría por la borda la protección con que cuentan los integrantes del pleno de la Suprema Corte.

Para nada es una buena idea que los aspirantes a ministros tengan que hacer campaña para llegar al cargo, porque ello requiere de dinero y de apoyos de diversa índole. Si lo que se quiere es reforzar la independencia, se estaría yendo en sentido contrario a esa aspiración.

En los hechos, sería una oportunidad para los poderes fácticos de apoyar aspiraciones y luego exigir la contraprestación. Una locura en un momento en que el crimen organizado acecha por todos lados y quisiera contar con salvoconductos en la cúspide del aparato judicial.

Pero esas minucias no distraen a la 4T de su objetivo principal que es el de controlar a la Suprema Corte. López Obrador ya se dio cuanta lo que significa la división de poderes y no le gusta nada.

En el fondo, le habría agradado que los ministros se sujetaran a sus deseos, pero eso solo es posible en algunos casos, raros y lamentables, como los de Yasmín Esquivel o Loretta Ortiz, las que no tienen empacho alguno de ejecutar las instrucciones de Palacio Nacional. Con ellas, en efecto, no se equivocó. Las dos ministras podrían adelantar sus votos en las discusiones que restan del Plan B o de la militarización, y todos sabemos cuál será el sentido.

Por eso es por lo que, entre litigantes e interesados, se dice que el debate sustancial es entre los nueve ministros y ministras restantes. Ahí sí importan matices y trayectorias, porque actúan de acuerdo con sus propias convicciones y no siempre coinciden con lo que se les plantea desde el Poder Ejecutivo.

Es más, nadie puede pronosticar con certeza como serán las votaciones respecto a la otra parte del Plan B, la que, por cierto, es más perniciosa que la que se canceló, porque ahí sí está contenido todo el veneno que terminará por debilitar al INE.

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Las propuestas presidenciales ilustran el México que imagina López Obrador para después de su mandato. Lo está diciendo con toda la claridad, para que luego nadie se llame a engaño.

En 2024 vamos a votar por la persona titular del Ejecutivo, pero, sobre todo, por los equilibrios que queremos mantener y la democracia que de ellos deriva, nada menos.

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