Delito contra el honor, o victoria de la madurez política de México

Política Express | El líder político que traiciona desorienta el pueblo al que representa y ralentiza el proceso para alcanzar la madurez ciudadana

Delito contra el honor, o victoria de la madurez política de México

La política nos une. No puede hacer otra cosa. Aun cuando nos convoque al conflicto o hasta la riña, la política atrae la atención y la pasión de todas y todos hacia un mismo objeto de pensamiento: la tierra que habitamos y compartimos las sociedades humanas.

Más que dividir, la política genera categorías, que son indispensables para la evolución del pensamiento político, porque permiten el contraste que aclara las formas, facilita la observación, la reflexión y la toma de decisiones.

Y puesto que en política la unidad es inevitable, normalmente las acusaciones de divisionismo pretenden ocultar categorías o difuminar sus límites con objetivos falsarios.

En la dimensión cognitiva de las sociedades, las consecuencias de la simulación y la traición política son más graves que en su dimensión moral.

El líder político que traiciona desorienta el pueblo al que representa, ralentiza el proceso para alcanzar la madurez ciudadana y promueve la apatía: el suelo más estéril para la creatividad y la esperanza.

La divulgación de las conversaciones privadas del presidente del PRI, Alejandro Moreno, que lleva a cabo la gobernadora Layda Sansores en sus Martes del Jaguar, representan una estupenda oportunidad para aclarar el estado de las categorías en la arena política de México, y resolver el extravío que llevamos décadas sufriendo las y los mexicanos. Un extravío que nos condujo a confundir estado de bienestar con corrupción e ineficiencia, desigualdad con progreso y liberalismo conservador con libertad.

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Es una oportunidad única, porque para echar luz sobre ese multitudinario y cacofónico concierto de alabanzas a la corrupción, se necesita acaso el mismo nivel de audacia que demostró Alito Moreno para incorporar a su causa, por la vía oscura, las voluntades de los más “diversos” líderes políticos. Una audacia que en Layda Sansores se explica en las luchas de su pasado y no, como en el caso de Moreno Cárdenas, en las ambiciones de su futuro.

La divulgación de las conversaciones entre Ricardo Monreal y Alejandro Moreno resultan especialmente favorables para la política mexicana porque echan luz sobre aquella pretendidamente necesaria sofisticación en las relaciones cupulares que, según los «políticos profesionales», obligan a la cordialidad y la cooperación para sacar adelante los acuerdos que favorecen al país.

Si bien la cordialidad es siempre deseable y en las democracias los acuerdos son indispensables para el progreso, jamás debe usarse la nación como moneda de cambio para el beneficio personal y mucho menos cuando esto significa obstaculizar la justicia.

Exhibir la hipocresía y la traición cuando está de por medio el país, la calidad de nuestra democracia y la capacidad reflexiva de las y los ciudadanos no puede constituir un delito contra el honor.

Si bien las conversaciones divulgadas en el Martes del Jaguar son privadas, todas giran en torno a dimensiones públicas de México: sus leyes, el presupuesto, es decir, los andamios con los que construimos nuestro futuro y la esperanza que alimenta nuestros esfuerzos.

Nadie que desee la madurez política del pueblo de México puede calificar como irresponsables o mera politiquería la afrenta de Layda Sansores contra Alito y sus aliados, que mucho más que una afrenta contra ellos es una batalla contra sus formas falsarias y la hipocresía con que pretenden desorientar a los ciudadanos.

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