Cuando el Pípila borró al movimiento del 68

Marcaje Personal | Los gobiernos intentan dejar su marca, esbozar en algunas líneas lo que consideran su legado, aunque a veces lo hagan de modo algo precipitado y, por ello, se desatan las inconformidades.

Cuando el Pípila borró al movimiento del 68

Los libros de texto gratuitos son el material de lectura de mayor alcance en el país. Ahí donde no hay acceso a bibliotecas y librerías, donde la educación es solo en los niveles básicos, en las repisas de los hogares, junto a los platos, los vasos, los recuerdos de pasteles y las figuras de los santos, suelen acomodarse los ejemplares que acompañaron algún periodo en la primaria.

Los gobiernos intentan dejar su marca, esbozar en algunas líneas lo que consideran su legado, aunque a veces lo hagan de modo algo precipitado y, por ello, se desatan las inconformidades.

Paro de esos catálogos que engloban las materias que seguirán los niños, los más sensibles son los de historia.

En 1992, durante el mandato de Carlos Salinas de Gortari, se encargó a un grupo de expertos, entre los que se encontraba Enrique Florescano, elaborar “Mi libro de Historia de México” y la “Historia de México, guía para el maestro”.

Si uno los revisa, son obras bien hechas y estructuradas, que contaron con supervisión profesional. La guía, por ejemplo, en sus créditos señala que colaboraron Solange Alberro, Rodrigo Martínez Baracs, Rodolfo Ramírez Raymundo y Alberto Sánchez Cervantes, quienes contaron con la asesoría del propio Florescano y de Olac Fuentes Molinar.

No salieron bien las cosas, pero no por falta de calidad, sino por su exceso. Las cosas se politizaron porque en el capítulo de la independencia no se incluyó a la figura del Pípila (¿acaso porque no existió?)  y porque en los pormenores de invasión de Estados Unidos, no se mencionó a los niños héroes.

Sobre la defensa de Chapultepec se señalaba: “La defensa final de la ciudad tuvo lugar en Chapultepec, donde los cadetes del Colegio Militar se atrincheraron y ofrecieron una resistencia heroica. La última batalla la dieron los propios habitantes de la ciudad, quienes combatieron al ejército enemigo con gran patriotismo.”

Nada mal, pero el escándalo inició precisamente por eso, porque no estaba Juan Escutia ni sus compañeros de angustias y batallas.

Aunque quizá fue porque se expuso: “la mañana del 16 de septiembre, día en que se conmemora la Independencia, la bandera estadounidense ondeó en Palacio Nacional. El país abatido, parecía desintegrarse.”

Pero lo que provocó mayor polémica fue la inclusión de la pequeña viñeta sobre “La crisis del 68”.  En la izquierda les pareció poco y a las Fuerzas Armadas mucho, que se consignara que “El 2 de octubre, días antes de la inauguración de los Juegos Olímpicos, un mitin estudiantil fue disuelto por el ejército en Tlatelolco. Corrió la sangre y la ciudad se estremeció. No se sabe cuántos murieron. El milagro mexicano parecía llegar a su fin.”

También se hizo barullo porque no había un apartado sobre el 10 de junio de 1971, pero en la guía para los profesores se añade en la cronología la represión de la manifestación del jueves de Corpus.

Parecen asuntos menores, pero no lo fueron. Hacía 24 años de Tlatelolco en ese momento, y 21 del Halconazo, muchos de los protagonistas estaban vivos y esos acontecimientos eran una suerte tabú. En los siguientes años un expresidente, Luis Echeverría, terminaría sujeto a proceso y con cárcel domiciliaria por esos hechos, pero en esos momentos la inclusión del Movimiento estudiantil en los libros para todos los niños que cursaran el sexto grado resultó una osadía.

De la elección de 1988, un tema a flor de piel, se explicó que “los tres principales candidatos se dividieron los votos en unas elecciones muy reñidas”, en donde “Carlos Salinas de Gortari ganó con poco más que la mitad de los votos”.

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También se dio cuenta que se disolvió el Partido Comunista (en realidad el PMS) para sumarse al PRD y se añadió que en 1990 se aprobaron nuevas reglas e instituciones electorales.

Esos libros no tuvieron suerte, quedaron atrapados entre las ansias de la izquierda por saldar cuentas y la cerrazón del Ejército para airear responsabilidades.

Las cosas se resolvieron a la mexicana. Volverían el Pípila, los niños héroes, pero se dejaría para otra etapa la discusión del pasado reciente. Una suerte de intercambio en el que se mantendría la historia de bronce para no meterse en los vericuetos de una agenda que, de todas formas, estaba lejos de ser resuelta. Nunca es sencilla la disputa por la historia.

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