Lanzamiento: 11 de febrero de 2021 (Japón); País de origen: Japón; Idioma: Japonés. Director: Miwa Nishikawa; Adaptado de la novela de: Ryuzo Saki; Con: Koji Yakusho (Masao Mikami), Seiji Rokkaku (Ryosuke Matsumoto) y Yukiya Kitamura (Hisatoshi Iguchi). Duración: 2 horas, 6 minutos.
¿Qué se puede escribir sobre un tipo ordinario, que ahora trabaja para pagar su deuda con la sociedad? Es lo que le pregunta Tsunoda (Taiga Nakano), un joven documentalista, a la productora que le encarga registrar la vida de un exconvicto y como es la costumbre de esta película, Under the Open Sky (Subaranshiki sekai), pone en la boca de sus protagonistas lo que acabamos de ver, nada más por si no entendimos.
Y es una pregunta legítima. Martin Scorsese hace que la cámara abandone como la plaga a sus personajes cuando ya van a comenzar a vivir vidas normales, porque entiende a la perfección que eso mata la mitificación de sus mafiosi. La directora Miwa Nishikawa (The Long Excuse, 2016; Dreams For Sale, 2012; Dear Doctor, 2009) elige un tema muy difícil de representar y las soluciones que encuentra en su dramedy patentado, no logran redondear una buena película.
Tras pagar una condena de 13 años en prisión, Masao Mikami (Koji Yakusho) es puesto en libertad e intenta encontrar un lugar en la sociedad; lidia con su mal carácter y está en la búsqueda de su madre, que lo abandonó cuando era un niño. Ayudado de algunos amigos que conocerá en el camino, experimentará lo difícil que es cambiar.
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La película de la Nishikawa continúa con su estilo de adaptar historias de redención. En esta ocasión tomando la novela del finado Ryuzo Saki del mismo nombre. Aborda la historia en un tono de tragicomedia, pero quizá abusando del gag, aprovechando el amplio rango actoral de Koji Yakusho, que impone cuando se trata de intimidar, divierte cuando la escena así lo pide, y trasmite una completa sensación de pathos (patetismo), que la directora explota para asentar sus puntos.
El planteamiento, sin embargo, es demasiado telegrafiado, casi perteneciente a un teledrama, cuya moraleja está forzada a dejar un mensaje “poético” y enaltecedor y habrá quien se lo trague completito.
Convierte la torpeza social del yakuza en comedia (en ocasiones absurda, en el mal sentido), pero no siempre funciona porque digiere bastante en palabras lo que ya ha mostrado en imágenes y lo pone en la boca de los actores que parecen existir sólo para decir parlamentos que ya van cargados de una moralina social; parece discurso gubernamental del gobierno japonés sobre el tema. A pesar de que la readaptación de los exconvictos, constituye un gran dilema social en Japón en la actualidad.
El aislamiento del yakuza
Según cifras manejadas por la Agencia Nacional Policial de Japón, para 2016, el número de afiliados a las 22 principales bandas criminales de Japón había decrecido a 18,100 miembros. Ese declive comenzó en 2010, cuando las prefecturas de Japón comenzaron a excluir a la yakuza de la sociedad, cortando sus fuentes de ingreso y aislando a sus miembros de las actividades legales.
En una idea de “el crimen no paga”, la exclusión social de la que han sido sujetos los grupos criminales japoneses ha hecho que sea más difícil buscarse la vida individual, ya no digamos sostener a una familia, siendo o teniendo antecedentes en la yakuza. Se debe en gran parte a la ley de Prevención de Actos Injustos por Miembros del Crimen Organizado, que comenzó a establecer barreras legales cuyo fin último es aislar a la yakuza del resto de la sociedad.
Las sanciones actuales por pertenecer a esta actividad alcanzan no sólo al miembro, sino a la familia de este. El periodista Hirosue Noburu de nippon.com, https://www.nippon.com/en/currents/d00372/ condujo entrevistas con 11 exyakuzas y encontró que una de las causas que figuran más en el abandono de la mafia es por el nacimiento de un hijo. Y de los que abandonan, un gran porcentaje termina volviendo; sólo un 2 % logra generar para sí otro modo de vida.
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Discriminación en el lugar de trabajo y aislamiento y marginación son algunos de los obstáculos que enfrenta el exyakuza para su integración a la sociedad. Son obligados a vivir bajo cláusulas de cinco años en que permanecen en libertad condicional, lo que en la mayoría de los casos termina en la reincidencia por conductas delictivas. Todo esto muestra que la temática del filme de Nishikawa es actual, pero el enfoque de la directora no es del todo satisfactorio.
Melodrama telegrafiado
Algunos spoilers sobre la trama
No extraña que el filme fuera parte de las cartas fuertes de Japón para el Festival Internacional de Cine de Toronto (TIFF) en 2020, y que fuera transmitido por el Festival de Cine Japonés En línea 2022, https://jff.jpf.go.jp/watch/jffonline2022/mexico/ en nuestro país, por sus contenidos que apelan a problemáticas sociales de la nación nipona, pero que en el proceso ignoran lo que es una buena película, ya que no logra alejarse de cierto tipo de propaganda oficialista.
En su lado cómico, la yakuza también es vista como una empresa multinacional en decadencia. Es un discurso en pro de la adaptación, pero que ignora convenientemente que los números actuales de los miembros del crimen organizado japonés se han incrementado.
Porque la adaptación también parece un camino a disminuir las tasas de crimen en Japón, pero mientras que la yakuza tiene un código (no le venden drogas a niños, por ejemplo), un ronin de la yakuza, desesperado y sin forma de subsistencia, se convierte en un criminal inenarrable para esa sociedad.
El gag cómico de ver a la yakuza como algo inservible, también está provisto de una estatista visión moralina. Incluso se satiriza el poder de ese estilo de vida, se le pone como anacrónico y las soluciones que inventa la película parecen sacadas de un cuento de hadas, visualmente divertido, pero manipulador y poco coherente en las resoluciones que encuentra Nishikawa para su historia.
Melodrama que enaltece el poder curador de la sociedad y sus individuos, ya sea un tendero, un joven documentalista o el propio agente de seguridad social de Masao. Y un embuste en el sentido de que las habilidades con las que había descollado (¿cortando cabezas con katanas?) se pueden transferir a otra actividad (¿doblar sábanas?), en que el excriminal se adapta y a la vez paga su deuda ayudando a la sociedad.
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Existen personajes cuyo único mérito es resumirnos el pasaje que acabamos de ver, en sus diálogos, llenos de alabanzas a la normalidad social y que parecen como palmaditas en la espalda del yakuza, por lograr ser parte del “rebaño” otra vez. Como cuando su ex le dice a Masao: “El mundo debe ser un lugar difícil para un hombre como tú”, y peor, el mismo Masao contesta como reina del drama: “Sí. Pero… tengo que seguir viviendo”.
Nishikawa sostiene una condescendencia con su audiencia total, por si esta miró el celular y se perdió ese momento “clave” de su película, una forma de digerir los puntos más “difíciles” de la trama para no alienar al espectador y hacerle pensar demasiado.
Under the Open Sky es una película que logrará su objetivo de vender la redención de su personaje y utilizar un par de secuencias para justificar su pertenencia a un circuito de cine de autor, pero teme ser algo más y se conforma con ser el melodrama telenovelero de una historia que pudo ser mejor abordada, pero que está más ocupada en respaldar una versión gubernamental sobre un gran problema social en Japón, que ser su propia historia.
Under the Open Sky se puede ver en el festival de cine de Japón en línea:
https://jff.jpf.go.jp/watch/jffonline2022/mexico/